Lo más triste para un despechado, es cuando llega el fin de semana, aunque Ana Isabel acostumbraba levantarse tarde los sábados, ese día despertó más temprano que para ir al trabajo. No lograba sacarse de la mente la nefasta escena. Miró su móvil un par de veces, tal vez Fernando le habría escrito para rogarle que volvieran, y así ella aunque lo haría sufrir, terminaría luego accediendo y haciéndole prometer que nunca más lo haría.
—¿De verdad piensas eso, Ana? —se increpó a sí misma.— Eres una tonta y falta de dignidad, Fernando te engañó.Su ego gritaba desde adentro para hacerla entender que no debía ir tras él. Mas, para ella era difícil asumir que todo estaba terminado. Siempre creer que las cosas llegan a su fin, es doloroso. Buscó su libro de autoayuda y leyó el ensayo de “Cómo superar a su ex” escribió la carta que luego debía quemar aunque al hacerlo, deseaba quemarlo vivo a él y a la rubia peliteñida.Luego se sentó a meditar para calmar la rabia que le provocó revivir aquel momento, mientras lo escribía. Cerró los ojos y repitió el mantra:—Ommmmm. —respiró profundamente, pero se quebró en ese momento.Ana Isabel quería llorar, sólo eso. Llorar hasta ya no tener lágrimas dentro de su ser, llorar hasta quedar exhausta y no tener que volver a hacerlo. Pero nada parecía funcionar. Quizás debía salir de aquella casa, sí, eso era. Sólo así no pensaría tanto en Fernando. Tomó un taxi y fue hasta donde su amiga, Lauren. Tocó el timbre de su apartamento hasta que finalmente le abrió la puerta.La mujer de casi dos metros, con facciones varoniles pero con sexo femenino recién operado, la miró sorprendido(a).—Querida ¿Qué haces aquí a esta hora? —dijo sílaba por sílaba la frase.— ¿No me digas que tienes una enfermedad mortal? —se cubrió la boca con la mano para evitar mostrar su sonrisa.Ana Isabel, se abalanzó contra ella y se refugió en su pecho.—O no, esto suena más grave de lo que pensé —se abrió paso— entra, termina de entrar— y por favor no veas a los lados, tuve un encuentro fogoso anoche.Pero cada palabra que Lauren decía, la hacían llorar y llorar con más tristeza. Lauren era inicialmente, amigo de Fernando, pero luego que se operó y se convirtió en Trans, era la mejor amiga de Ana Isabel; por suerte los conocía a ambos a la perfección.—Cuéntame ¿qué pasó? —preguntó y ella entre sollozos, alcanzó a decirle.—Fer y Minie, ellos —rompió nuevamente en llanto.—Vamos, linda. No te pongas así, Fer es un hombre ardiente y esa Minie es una ratona. Seguramente se le metió por los ojos.—No lo justifiquen Lau, yo también tengo quien se me mete por los ojos y aún así no me los llevo a mi cama ¿o tú sí?—Realmente… —hizo un breve silencio— ¡No! Yo tampoco, por eso supe que era trans. ¿Dime tú quien en su sano juicio, a mi edad y con este rostro se para a escoger a un hombre? Los hombres no son selectivos, las mujeres sí.—No me ayudan tus comentarios. —sacudió su nariz con sus dedos y luego pasó el reverso de su mano para terminar de limpiarse.—¡Ugg! —tomó la toalla y se la entregó— usa esto.— se sentó junto a ella.— Ana, a veces la vida nos pone las cosas en frente de nuestras propias narices para que nos demos cuenta de la verdad y tomemos decisiones. Tanto tú como el Fer son mis amigos, pero si yo fuera tú, me olvidaba de él y comenzaba de cero. Eres bella, querida —la tomó de la barbilla— Si fuese hombre, me enamoraría de ti. Bueno es un decir, ya lo fui y nunca me gustaste —la chica lo mira confundida.—¿Quieres darme ánimos o destruirme?—Quiero que te des cuenta que mereces algo mejor que el Fer. Él no tiene intenciones de salir de ese bar donde toca con esa banda. Además, todas las mujeres, excepto yo, buscan a los cantantes, es parte de lo que es su vida ¿Quieres eso para ti? —Ana negó con su cabeza.—Yo lo amo.—Eso lo sé, verdurita. Pero tienes que quererte a ti misma. Si Fer ya te hizo eso, lo hará de nuevo. ¿Y sabes por qué? Porque él no sabe lo que quiere de la vida.Las palabras aunque dolorosas de Lauren, comenzaban a tener sentido y lógica para Ana.—Eres hermosa —acunó su rostro entre sus manos— Sí deseas puedo ayudarte a conseguir un partidazo.—No estoy para enamorarme de alguien más.—¿Quién mencionó enamorar? Yo dije alguien que te ayude monetariamente.Aquella palabra hizo “clic” en su cerebro “deudas, cuentas por pagar”—Mierda, debo pagar los gastos de la boda que no tendré.—Ves lo que te digo. Necesitas un millonario que te saque de la pobreza y con el que te puedas casar. —Ana lo miró, pensativa— Tengo una amiga que lee las cartas, ella te sacará de dudas que no es Fer el hombre de tu vida y entonces, comenzarás a hacerme caso y a buscar “libertad financiera” como diría John Maxwell, aunque yo prefiero a la de “libertad sexualera” Megan Maxwell.—No lo sé, Lau. No sé que hacer.—Salir de dudas, querida. Ver cuál es el hombre que está destinado para ti. —se levantó del sofá— Déjame darme un baño, en minutos estoy aquí.Ana Isabel se dejó caer sobre el espaldar del sofá, aquello era una locura, pero quedarse sentada sin hacer nada, eso era peor aún.Minutos después ya estaban frente aquel pictórico lugar, una puerta decorada con todos los símbolos posibles de magia y hechicería; Ana Isabel sintió un escalofrío al cruzar la puerta y ser conducida por una mujer tapizada de pie a cabeza con ropa negra, hasta llegar a la cortina roja. La mujer la levantó y Ana tuvo que inclinarse para poder entrar a aquel lugar. A pesar de que le insistió a su amigo que la acompañara, este se negó señalando el enorme cartel que decía “Atención individualizada, sin excepción, ni siendo gemelas”Ana Isabel entró, la mujer vestida al estilo de una gitana, le ofreció asiento; antes de decir algo, la mujer habló con voz fuerte y sonora:—Si no deseas saber tu destino, puedes irte. Pero si viniste a ello, no te irás sin saber la verdad. Ana sintió ganas de reír, pero tuvo que contenerse y mantenerse seria.No debió hacerle caso a Lauren, bien sabía que no estaba cuerdo, pensó.—Sí, quiero saber mi destino.—¿Confías en la magia? —la chica asintió con cierta duda.— Eso es importante, las cartas sólo dicen la verdad. —movió hábilmente el mazo de cartas y le pidió dividir en tres montones.— Por ti, por tu casa y por lo que habrás de ver —Ana se estremeció al oír aquellas palabras.La mujer volteó el primer montón, allí estaba la carta de la muerte. Ella la miró con asombro, y la mujer caucásica golpeó con sus largas uñas aguileñas la imagen.—La muerte, eso significa que algo acaba de terminar en tu vida. Ese algo es necesario que desaparezca para que puedas encontrar tu destino. —volteó el segundo mazo— La estrella de la fortuna, aquí dice que deberás escoger entre dos personas, una de ellas, te mentirá.—Ya me mintió —dejó escapar la frase y la mujer enarcó la ceja izquierda mirándola con enojo.—¿Viniste a escuchar lo que te diré o a decirme que debo decirte?—Disculpe, no fue mi intención —bajó el rostro avergonzada.—El otro hombre es de mucho dinero y poder —Ana abrió los ojos como platos.— Pero aquí hay algo raro —se rascó la cabeza y la miró fijamente.— Debes tomar una difícil decisión, de ello dependerá que seas feliz.Ana Isabel, se quedó absorta en sus pensamientos, mientras la mujer negaba con su cabeza, en desaprobación a lo que vio al voltear el tercer mazo.—Lo conocerás muy pronto, ten cuidado porque será como amor a primera vista. No te vayas con él esa misma noche. —advirtió.—¿Eso dice allí? —preguntó con asombro.—No, ese es mi consejo personal. A los hombres no le gusta tomar en serio a las mujeres casquivanas. —recogió las cartas y dijo:— Son 50.—¿Cincuenta? ¿Pesos? —preguntó.—50$. —Ana Isabel quiso refutar el precio, no llevaba 5 minutos en aquel lugar. Prefirió no perder más su tiempo y le entregó el billete.Salió en busca de su amigo, algo decepcionada por la información de aquella mujer pero no lo encontró. Justo le llegó un mensaje “Linda, tuve que irme, cita inaplazable, éxito en tu consulta”.—¡Mierda! Lauren siempre me haces lo mismo.Echó a andar sin rumbo fijo, cavilando cada una de las apreciaciones de la adivina. Aunque la mujer se había molestado, ella estaba segura que el hombre de las cartas era Fernando, peor mentiroso que él, no podría encontrarse jamás. Eso creyó en aquel momento.En tanto, al otro lado de la ciudad, en igual situación que Ana Isabel, Miguel entraba al lujoso salón de conferencias donde darían un foro sobre “Ex y Xmen” aunque el título le pareció jocoso, no logró entender de qué se trataba, hasta que el hombre apuesto, musculoso, de voz imponente comenzó a hablar del tema.—¡Somos hombres y no necesitamos de ninguna mujer para ser felices! —los asistentes al evento, levantaron su brazo derecho y con fuerza repetían aquella consigna para luego terminar abrazándose uno al otro.—¡Somos hombres, guerreros y no las necesitamos! —gritaban al unísono.Miguel llegó a creer que aquel Coach era algo extremo o ¿raro? Pero cuando oyó hablar de la jornada del héroe y aseguró que él era Xavier, el profesor de los Xmen, el rubio pensó en salir corriendo de aquel lugar.—Puedo leer sus mentes —Miguel se acomodó en la silla y comenzó a desear que la tierra se lo tragara— Muchos quieren ir y rogarle a su ex, mas es en ese momento que deben ser valientes y controlar su propia mente. No deben dejarse llevar por sus impulsos sexuales y su instinto animal.Después de aquellas palabras, la audiencia se puso de pie, aplaudieron con euforia para luego cruzar sus brazos sobre su pecho, y corear a viva voz la letra de una canción que todos, excepto Miguel, parecían saberse. Aprovechando la situación, logró escabullirse de aquel lugar. No podía creer que hubiese sido tan tonto como para seguir los consejos de su jefe.—Coaching, ni que coaching —vociferó mientras caminaba rumbo a su coche.—Que cartomante, ni que cartomante —murmuró ella y sin darse cuenta tropezó con alguien.Ana Isabel trastabilló y por poco cae al suelo, de no ser por aquel hombre, quien por impulso logró sujetarla por la cintura evitando que cayera. Ella sintió un raro escalofrío recorrerle por completo y él también. De pronto, él la soltó, se disculpó sin mirarle a la cara y continuó hacia su auto. Ella lo miró con desconcierto, no le había dado la oportunidad de agradecerle el gesto.Mas, dentro de ella, hubo algo que la sorprendió aún más. Las palabras de la cartomante vinieron como un flash a su cabeza “Lo conocerás muy pronto, ten cuidado porque será como amor a primera vista.” A pesar de que Ana no logró verle el rostro, no pudo dejar de sentir un segundo escalofrío que la recorrió está vez de pie a cabeza.Miguel llegó a su apartamento decidido a ponerle fin a su pobreza, decidido a no dejarse pisotear por una mujer al ser de escasos recursos. Por eso tomó su móvil colocó, colocó en su buscador un tutorial sobre “Trucos para conquistar a una mujer millonaria”. Al ojo clínico de las personas, tal vez parecerá un gigoló, pero el rubio se cansó de que Mariah lo pisoteara, y decidió llevar las riendas de su destino y convertirse en alguien en la vida, no un simple chofer y mecánico. Un par de minutos después, comprendió varias cosas, la primera la imagen es esencial en todo momento, segundo el conocimiento es importante para cautivar a una mujer y tercero, el ingenio. Miguel se colocó frente al espejo y se detalló, le dio play al sexto vídeo que veía sobre “¿Cómo conquistar una mujer millonaria?”. —Bienvenidos, unas vez más a mi canal, Enamórate, —dice sonriente el hombre a la audiencia—. Hoy, tenemos un tema bien interesante, y que muchos de ustedes me han preguntado —hizo silencio y
La semana transcurrió rápidamente por suerte para Ana Isabel. Justo ese día se cumplía una semana desde que encontró a Fernando con Minie follando en su propio sofá. Aunque tenía la esperanza de regresar con él, no podía olvidar lo que pasó esa tarde. Motivada y aupada por su amigo Lauren, decidió que esa noche era perfecta para poner en práctica su plan de seducir a un hombre rico o atrapar a un tiburón como le decía su amiga.Con la ayuda de él, logró maquillarse y arreglarse para aquel momento. Ana sacó los dos vestidos que tenía para ese tipo de ocasiones. Ambos algo pasado de moda y poco sensuales. Uno de color rojo, cuyo escote era totalmente cubierto, mangas largas, la falda ligeramente ajustada que caía por debajo de sus pantorrillas. El otro, de un azul intenso, falda ancha al igual que las mangas, un semi escote trasero que al usar su cabello largo, tampoco dejaba ver mucho, por no decir casi nada.—¿Cuál debo usar? —mostró girando ambos ganchos donde colgaba cada uno de l
Miguel despierta con la alarma, por poco y no la escucha, viéndose con el tiempo justo para levantarse y llevar el coche de su jefe al auto lavado. Debía estar antes de las 10:00 de la mañana en la mansión Hanks. Mientras conduce, llega a su mente, el recuerdo de aquella sonrisa cautivante y seductora de la mujer del bar. Emocionado, evoca en su mente la noche anterior en que la conoció.Llegando al auto lavado piensa que debe ser astuto para no ser descubierto; aquella mentira había funcionado. Pero así como le había funcionado en ese momento, también podría tenerla en contra en un futuro, lo mejor era llevarlo con calma y darse a desear por parte de la chica. Luego de salir del auto lavado, retorna a la mansión de su jefe. Saluda a Margaret, quién le indica que su James le espera en su despacho. Toca la puerta y espera el acceso por parte de él, pasa y se queda a la espera de la orden de ese día. —Miguel, buenos días —saluda James Hanks, el aludido lo mira con el ceño fruncid
Esa noche después de dejar a su jefe de regreso en su casa, Miguel fue a cambiarse en la habitación de empleados para ir hasta su apartamento. Mientras se desvestía, oyó algunos ruidos extraños pero que él conocía muy bien. Por lo que se asomó en el pasillo y sorprendió a Hermes y Margaret en una situación algo comprometedora. —¡Mierda! —exclamó y la pareja que se devoraba a besos palideció al ver que alguien los había visto. —¡Miguel! —dijo Margaret empujando con fuerza a Hermes para que sacara su mano de donde la tenía oculta. Miguel se regresó a la habitación y la mujer fue a hablar con él. —Miguel por favor, no es lo que estás pensando.—Vi claramente lo que pasó Margaret. —Por favor, por favor, no le digas nada al jefe, recuerda que nos tiene prohibido tener relaciones de pareja entre sus empleados. —Miguel se encogió de hombros, James era un hombre bastante recto para algunos temas, aunque para otros no tanto. Mas, él no era quien para juzgar a su jefe.—No te preocupes,
Ana Isabel se preocupa un poco por la tardanza de James, mira su reloj de pulsera, abre su bolsa y saca su móvil que lleva algunos segundos vibrando.Lauren: Verdurita me tienes en ascuas ¿Cómo va tu cita?Ana Isabel: Bien, todo está saliendo perfectamente bien. Te cuento al llegar al loft. Besos. Guarda su móvil y pasea por el lugar, mientras mira las estrellas y sonrié. James Hanks le estaba gustando más de lo normal…En tanto, Miguel corre desesperado a la cocina, toma el envase de pimienta y se coloca un poco en la mano y luego hacia la nariz, siendo alérgico a ello, comienza a estornudar y enrojecer su rostro, va hasta la habitación se quita la ropa de James y toma una pijama, va al cuarto de Margaret, quien al verlo se sorprende de su facha.—¡Miguel! ¿Qué te ocurrió?—Margaret necesito tu ayuda. Ve a la terraza y dile que estoy indispuesto. Dile a Abril, que me dio alergia por la comida, que yo la llamo luego… James quiere que vaya ahora mismo a buscarlo. —¡Santo Dios!
Ana Isabel regresa a la mesa donde encuentra a su jefa sola, escanea el lujoso restaurant y no ve rastros de su James, suspira aliviada. Por poco y no se salva, piensa para ella. Las cosas se estaban comenzando a complicar y cada vez su mentira iba creciendo como una bola de nieve, temía que en cualquier momento le estallase en la cara. Resignada, decide hablar con James y contarle la verdad, confesarle que no es la persona que dijo ser en ese primer encuentro. Una sonrisa triste corre por su rostro, su jefa se da cuenta y pregunta: —¿Sucede algo, Ana Isabel? —la aludida niega—. Déjame decirte que tienes cara de tragedia querida —le dice su jefa; Ana está por responderle, pero Abril la interrumpe—. Mi amigo James te dejó saludos, si sabes lo que te conviene mantente alejada de él, Ana Isabel, no es un hombre para una chica como tú. Aquellas palabras dichas por su jefa, fueron una patada directo al estómago de la chica. Abril Rowling no era más que una pretenciosa y elitista muj
El móvil de Ana, suena. Ansiosa lo toma pensando que debe ser su James, pero queda desconcertada al ver que es Abril Rowling:“Nos vemos en la recepción en cinco minutos” “Lleva todos los documentos, el señor Jean Pierre mandó a su chofer por nosotras y nos estará esperando en su empresa “. Ana blanquea los ojos, su jefa ni estando a millas de su país, saluda con un buenos días. Se asegura de tener todo lo que va a necesitar y baja a su encuentro; desayunan mientras Abril comenta la emoción que la embarga al estar cerrando tratos con los franceses, porque una cosa es exportar sus productos y otra muy distinta es crear una sucursal de su empresa en Francia, en París. Ana la escucha atenta cada una de sus palabras, deleitándose con el delicioso desayuno parisino. Al terminar, se dirigen a la recepción nuevamente, donde está un hombre trajeado alto con un cartelito y el nombre de Abril. Ese día se le escurre entre las manos a Ana, la diferencia horaria también hace de las suyas,
Después de Abril Rowling concretar sus negocios con Jean Pierre, regresaron a New York, Ana Isabel estaba ansiosa por ver de nuevo a su James. Durante el vuelo, Abril estuvo conversando y aconsejando a Ana Isabel sobre cosas que ella había hecho desde que cumplió su mayoría de edad y que le habían dado todo el poder que tenía, eso y su inteligencia para seducir a grandes empresarios. Por segunda vez, Ana descubría una gesto de amabilidad en su jefa.—En la vida, Ana Isabel, es uno como mujer quien debe tomar las decisiones. Yo por ejemplo, tuve que abrirme paso en esto del mundo empresarial. Si bien mis padres eran personas adineradas, no menos cierto es que uno debe aprender a duplicar ese dinero o simplemente quedarás en la calle. Cuando mi padre me preguntó que deseaba de regalo de cumpleaños, aunque pude escoger venir a París y hacer un tour por Europa, preferí decirle que me diera el dinero y yo vería que hacer con él. Claro si le hubiese dicho que era para emprender