6 meses después… Estoy en el baño dando grandes arcadas, llevo un par de días así y desde que me levanté estoy tan mareada y débil de tanto vomitar, no puedo retener nada en el estómago. Fabrizio me lleva con Daniel, después de seis meses de relación, mi plan con anticonceptivos llegó a su final, porque las pastillas estaban irritando mi estómago. Así que optamos por la inyección de tres meses. Tengo un retraso, lo que notábamos como normal, porque ese efecto me dio la inyección y luego la cambiaríamos por la de un mes. Pero para salir de dudas necesitamos que me hagan un examen de sangre. Un examen de embarazo. —¿Cuándo tendrán los resultados? —pregunto viendo un punto fijo en el laboratorio estoy ansiosa por saber. —A más tardar mañana, señorita. Genial otro día de tortura. Por recomendación del médico al que nos remitió Daniel, si queríamos tener relaciones será con condón. No tardó en extendernos una buena cantidad. Si no estoy embarazada, deberán hacerme unos exámenes para
Virginia, muerde su labio inferior mientras está cruzada de brazos, sonando con un pie el piso, Alessandro está sentado en silencio, Valentino con sus manos en sus bolsillos, recostado en el marco de la puerta, y mi novio Fabrizio me mira con sumo interés. —¡Estoy segura de esto! —confirmo antes de que pregunten. —¿Quién te dio la idea? —pregunta mi hermana. —Lara… —¿Lara…? —Valentino, se acerca acordando distancia— ¿Con qué palabras lo dijo con exactitud? —me ve directo a los ojos. —Bueno, dijo algo así como, «debes quemar el pasado». Sus rostros me indican que no entienden nada. —No creo que haya hablado en forma literal. Todos asienten. —¡Lo sé! —Mi hermana bufa. —¡Ahora se hizo pirómana! —comenta Vir, y rasco mi cabeza. —¡No soy pirómana! —Tranquila, recuerdas que estás embarazada. —trata de calmarme mi novio acariciando mi vientre de dos meses de embarazo, que no se notan, pero a él le encanta acariciarlo. —Entonces, ayúdenme a sacar todo esto al patio trasero. Los h
Mi despertador personal entra como todos los días para hacerme la vida un infierno. —Despierta Diana, debes ir a trabajar —Mi hermana Vir, entra a mi habitación y me quita la sábana que cubre mi hermoso, sexy, escultural y sabroso cuerpo, estoy exagerando, hoy me pasé de ego, pero si no me levanta ella, nadie más lo hará. Me acurruco más y aprieto mi almohada, como si la vida dependiera de ello. —Cinco minutos más, por favor —imploro sin abrir mis ojos. —Si te quedas cinco minutos más no querrás despertar, y anoche te dije que no te quedaras más tiempo leyendo ese libro nuevo que compraste en descuento —hace un gesto tratando de recordar— ese, de esa autora que encontraste en W*****d. —He encontrado muchos libros —digo levantándome de un tirón y al hacerlo tan rápido, me mareo cayendo de nalgas justo al lado de la cama, golpeando mi espalda y mi ímpetu matutino—. ¡Auch! —me quejo. Ella rueda sus ojos, y se va sacudiendo sus manos. —Apresúrate o te dejaré —se detiene y se vuelve
Las presentaciones estaban demás desde que vimos a Samuel salir del ascensor. Mariana, me hizo rodar los ojos cuando se toparon de manera accidental tirando unos documentos que llevaba en sus manos, y él la ayudó con una sonrisa digno de anuncio de pasta dental, juro que el tiempo casi se detuvo o más bien, pasó en cámara lenta cuando los dos tocaron sus manos al recoger las carpetas. Asco. —Voy al baño a vomitar —Valeria, se ríe de mi expresión al verme salir despabilada hacia el baño. —Las muestras de cariño no son lo tuyo —dice cuando llego de lavarme la cara. No, porque eres una amargada. Mi subconsciente aparece cuando menos me lo espero. —Tú sabes mejor que nadie que eso es una realidad. —¿Cuándo dejarás esa coraza? —¿Qué coraza? No sé de qué me hablas —La ignoro y doy gracias a Odín, que somos interrumpidas por la llamada de la secretaria de presidencia, llamada Sammy. —El señor Valentino las espera en su oficina —Nos informa Sammy. Tomamos el ascensor hacia el siguient
Me remuevo al sentir que alguien toca mi pie, tomo mi sabana para cubrirme de pies a cabeza. —Levántate Diana. —Cinco minutos más —protesto al sentir que me quita la sábana de encima. —Diana, debemos trabajar, Virginia ya se fue y no quiero llegar tarde, hoy es importante para nosotros estar temprano. Compadezco a tu hermana por hacer esto todos los días. Valentino, se quedó conmigo acompañándome y me desperté en pijama. No, él no me cambió, lo hizo mi hermana, se quedó durmiendo conmigo porque me sentía muy mal, al final, si pude quedarme dormida. —¿Cómo conseguiste ese traje tan rápido? —Me desperezo. —Henry, el chofer de papá me lo trajo. —¡Genial! Ahora pensarán que su sueño se les cumplió y que tengo mal gusto en hombres. —bufo fingiendo molestia. Toma una almohada y me la lanza. —Ya quisieras, ve a bañarte con agua fría y maquíllate, te ves fatal. —Sí, señor Grey. —Me burlo, y él sale rumbo a la cocina. Me meto al baño y antes de meterme a la ducha miro mi reflejo en el
Mi celular suena a las 4:30 am, y solo una persona es capaz de arriesgarse a hacerlo, sin temer que rompa de unas patadas su hombría.—¡Valentino, voy a asesinarte! —una carcajada ronca se escucha del otro lado de la línea.—Vamos a correr, apresúrate, llegamos en quince.—¡Maldito!Me levanto con todo el sueño del mundo, ¡oh! Morfeo, perdóname.Me pongo mi ropa deportiva, leggins negros con violeta, un sportbras a juego y una chaqueta, un conjunto completo y mis deportivos negros.Lo espero en la puerta de la casa, medito en la llamada que me hizo mi amigo acaso ¿dijo “llegamos” o solo fue mi imaginación? No le doy mucha importancia, seguro es por el sueño, pero eso se fue aclarando porque resulta que, cuando aparca el auto y me acerco, Fabrizio está sentado en el asiento del copiloto con llevando ropa deportiva.Así que ese era el “llegamos”.Fabrizio me ve de pies a cabeza descaradamente, llevo mi chaqueta abierta sin subir el cierre y puede ver mi abdomen descubierto, enarco una ce
—Definitivamente yo, no voy a salir así. —miro con recelo mi reflejo en el espejo. —¿Por qué no? Se te mira un muy buen trasero. —Virginia me da una fuerte nalgada que hace que pegue un brinco. Y es que el vestido que me compró según ella de mi talla es demasiado ceñido y corto, sin mangas, por lo que se ve mi incompleto tatuaje en el hombro. —¿Cómo no se me va a ver? Si por gracia y obra de Dios, no se me mira el hígado y el páncreas con esta pequeña tela. —hago una mueca. —No le sigas poniendo peros y vámonos, o te irás en taxi. —me advierte. Bufo algo molesta y camino con mis tacones resonando por donde paso, me subo al auto y bajo un poco más el ajustado vestido. —Tú vas decente a como irán muchas, ya lo verás. Si claro, con este vestido me meten la mano y ya me ponen un hijo. Subimos al auto, arranca y el viaje es acompañado por la música de la radio, el viaje se nos hace corto al llegar estaciona el auto. Al bajarnos, mi hermana me da una palmada en las manos para que de
A la mañana siguiente, camino a nuestro desfile hacia la esclavitud, con un dolor un poco agudo en mi estómago, esa punzada incómoda la reconozco desde hace un tiempo, pero como toda vieja terca, no quise decirle nada a mi hermana y así me vine a trabajar. —Buenos días, Chucky. —saluda Andrea. —Buenos días, pecas. —Se cruza de brazos con una expresión de extrañeza. —Oye Chucky, te ves un poco pálida ¿estás bien? —Creo que solo es indigestión, ya se me pasará. —barro mi mano en el aire para no darle importancia, aunque estoy consciente de que no es eso. Por motivos de estrés pasados, tuve problemas de alimentación y eso afectó mucho el hecho de que coma porquerías, como Virginia le llama. ¿Porquerías? Es una blasfemia. Me dirijo a mi lugar de trabajo y ahí está el Samuro ese, le hago mala cara antes de sentarme a organizar mi día. Sigo tecleando las nuevas órdenes, y organizando la distribución de las tiendas, no he podido concentrarme, el dolor se vuelve más fuerte de lo que pu