Tiziano me llama para que salga, ya que están esperándome fuera de casa. Stefano, sale del lado del copiloto, nos saludamos con un beso en la mejilla y me sostiene la puerta mientras él se pasa al asiento de atrás. —Gracias, primo. —De nada, jefa. —Tiziano rueda los ojos. —Ya empiezas a lamer botas. —Lo regaña mientras me saluda igual que su hermano. —¿Qué? —se queja el otro —es mi jefecita de mi corazón— se defiende, los tres reímos. Suspiro de manera audible. —¿Nerviosa? —pregunta Tiziano sin quitar la vista de la carretera. —Mucho, no sé por qué. —hago una mueca. —¿Por el trabajo o por…? —la pregunta queda en el aire al interrumpirlo. —¡No lo digas! —¡Vamos! Di, tienes que hablar de esto algún día —regaña Stefano. —Y ese día no será hoy —me defiendo. —¡Bien! —dicen ambos al unísono. —Solo te diré que él ya no está solo. Escuchar eso me da una punzada en mi pecho. Trago saliva con dificultad y un torbellino de emociones aparece. «Él ya no está solo» revota en mi cabeza
Todos me saludan, se presentan y me dan la bienvenida, a los gemelos los tengo uno a cada lado, me están dando referencias, buenas, de cada empleado que se presenta. Desde que entré a la sala con mi tío, sentí la mirada de alguien en especial, una chica, la cual se acerca a mí, es la última en presentarse. —Señorita Diana, un gusto conocerla en persona —¿Persona? Enarco una ceja—, mi nombre es Elena. Me extiende su mano la cual no tomo, solo la veo y me quedo como un tempano petrificada, Tiziano, me vuelve a la realidad con un golpecito en el hombro, me doy cuenta de que sus ojos están viéndome extrañada, la estoy dejando con la mano extendida, reacciono y tomo su mano dándole una sonrisa muy poco convincente, una sonrisa nerviosa. —Elena, mucho gusto. —digo estrechando su mano, una mirada de alivio llega a sus ojos. —¡Usted es una genio! Nos facilitó mucho los datos estadísticos desde que propuso el sistema de datos Galcor —frunzo el ceño—, sí, así le llamó el de informática por s
Fabrizio. Diana se tarda tanto en el baño que empiezo a preocuparme, aun no hay señales de ella, y el lugar está a reventar. Pensé que se había ido, pero en realidad no había traído auto, ya que había llegado con los gemelos, lo que me recuerda que ella, ya no tiene auto. Necesitaba dejar en claro todo con Elena, no la amo, no me gusta, solo me agrada, tomé una decisión apresurada al decirle que lo podíamos intentar si las cosas se daban sin ser forzadas. Es linda persona, buena chica, pero no es Diana. Así que decidimos que es mejor seguir como buenos amigos. Todo por el malentendido de las fotos que me enviaron, y que sospecho que Priscila pudo estar detrás de todo eso. Después de media hora, veo que está en la pista de baile y un tipo la sostiene de la cintura así que lo advierto a los gemelos. El tipejo poza su cabeza en su cuello, a lo que ella pone mala cara. Me hierve la sangre que la toque. —Vamos, esto no está bien. —dice Tiziano. —Ese gesto no fue de su agrado quitémos
Mi auto ha llegado del taller así que Fabrizio y yo estamos revisando que esté en perfecto estado, cuando regresamos, los veo a todos, sentados alrededor de la mesa del patio, riendo a carcajadas y me sospecho que no me gustará saber de quien se burlan, ya que mamá esta hable y hable, y todos están riendo. Tiene mi álbum de fotografías, y se las está mostrando a todos, siento que hoy voy a morir. ¿Cómo llegamos hasta esto? Es mi cumpleaños, y todos estamos en casa celebrándolo. —Ahora recuerdo porqué tengo mi álbum bajo llave. —dice Virginia. —Antes de mudarnos, los busqué por todos lados —digo sorprendida—, los tenías tú escondidos —señalo a mamá quien está riendo— ¡papá! —me quejo. Muestra las palmas de sus manos. —A mí, no me mires, juro que no sabía nada. —se defiende. —Eras un panquesito. —Samuel, hace una mueca arrugando su boca. Tomo los álbumes y se quejan. —Se acabó la función, vamos a comer. —Hagamos un brindis y unas palabras para la cumpleañera —se levanta Virgini
6 meses después… Estoy en el baño dando grandes arcadas, llevo un par de días así y desde que me levanté estoy tan mareada y débil de tanto vomitar, no puedo retener nada en el estómago. Fabrizio me lleva con Daniel, después de seis meses de relación, mi plan con anticonceptivos llegó a su final, porque las pastillas estaban irritando mi estómago. Así que optamos por la inyección de tres meses. Tengo un retraso, lo que notábamos como normal, porque ese efecto me dio la inyección y luego la cambiaríamos por la de un mes. Pero para salir de dudas necesitamos que me hagan un examen de sangre. Un examen de embarazo. —¿Cuándo tendrán los resultados? —pregunto viendo un punto fijo en el laboratorio estoy ansiosa por saber. —A más tardar mañana, señorita. Genial otro día de tortura. Por recomendación del médico al que nos remitió Daniel, si queríamos tener relaciones será con condón. No tardó en extendernos una buena cantidad. Si no estoy embarazada, deberán hacerme unos exámenes para
Virginia, muerde su labio inferior mientras está cruzada de brazos, sonando con un pie el piso, Alessandro está sentado en silencio, Valentino con sus manos en sus bolsillos, recostado en el marco de la puerta, y mi novio Fabrizio me mira con sumo interés. —¡Estoy segura de esto! —confirmo antes de que pregunten. —¿Quién te dio la idea? —pregunta mi hermana. —Lara… —¿Lara…? —Valentino, se acerca acordando distancia— ¿Con qué palabras lo dijo con exactitud? —me ve directo a los ojos. —Bueno, dijo algo así como, «debes quemar el pasado». Sus rostros me indican que no entienden nada. —No creo que haya hablado en forma literal. Todos asienten. —¡Lo sé! —Mi hermana bufa. —¡Ahora se hizo pirómana! —comenta Vir, y rasco mi cabeza. —¡No soy pirómana! —Tranquila, recuerdas que estás embarazada. —trata de calmarme mi novio acariciando mi vientre de dos meses de embarazo, que no se notan, pero a él le encanta acariciarlo. —Entonces, ayúdenme a sacar todo esto al patio trasero. Los h
Mi despertador personal entra como todos los días para hacerme la vida un infierno. —Despierta Diana, debes ir a trabajar —Mi hermana Vir, entra a mi habitación y me quita la sábana que cubre mi hermoso, sexy, escultural y sabroso cuerpo, estoy exagerando, hoy me pasé de ego, pero si no me levanta ella, nadie más lo hará. Me acurruco más y aprieto mi almohada, como si la vida dependiera de ello. —Cinco minutos más, por favor —imploro sin abrir mis ojos. —Si te quedas cinco minutos más no querrás despertar, y anoche te dije que no te quedaras más tiempo leyendo ese libro nuevo que compraste en descuento —hace un gesto tratando de recordar— ese, de esa autora que encontraste en W*****d. —He encontrado muchos libros —digo levantándome de un tirón y al hacerlo tan rápido, me mareo cayendo de nalgas justo al lado de la cama, golpeando mi espalda y mi ímpetu matutino—. ¡Auch! —me quejo. Ella rueda sus ojos, y se va sacudiendo sus manos. —Apresúrate o te dejaré —se detiene y se vuelve
Las presentaciones estaban demás desde que vimos a Samuel salir del ascensor. Mariana, me hizo rodar los ojos cuando se toparon de manera accidental tirando unos documentos que llevaba en sus manos, y él la ayudó con una sonrisa digno de anuncio de pasta dental, juro que el tiempo casi se detuvo o más bien, pasó en cámara lenta cuando los dos tocaron sus manos al recoger las carpetas. Asco. —Voy al baño a vomitar —Valeria, se ríe de mi expresión al verme salir despabilada hacia el baño. —Las muestras de cariño no son lo tuyo —dice cuando llego de lavarme la cara. No, porque eres una amargada. Mi subconsciente aparece cuando menos me lo espero. —Tú sabes mejor que nadie que eso es una realidad. —¿Cuándo dejarás esa coraza? —¿Qué coraza? No sé de qué me hablas —La ignoro y doy gracias a Odín, que somos interrumpidas por la llamada de la secretaria de presidencia, llamada Sammy. —El señor Valentino las espera en su oficina —Nos informa Sammy. Tomamos el ascensor hacia el siguient