—Muchas gracias por mostrarme la ciudad… —dijo, serio. No me miraba a los ojos, y aunque eso facilitaba todo dentro de mí. Se sentía extraño, ¿por qué no me miraba? No le busqué más patas al gato, quizá estaba cansado. —No fue nada, cuando quieras… —dije, en una forma de sonar amable. Es una frase común, ¿no? Pero entonces dijo algo que cimbró fibras ocultas: desilusión y enojo.—Creo que ahora ya no habrá necesidad de seguir viéndonos… —dijo. Ahora si me miraba y su expresión era seria, fría y sin ninguna emoción. Me causo escalofríos. No entendía su comportamiento; en un momento parecía la mejor persona, cálido y que se preocupaba por mí o eso creía pero como rayo que ves pasar y sin percatarte desaparece se volvía un témpano de hielo. Construyendo una barrera, no dejando pasar a nadie y guardando sus emociones en lo más profundo de su ser.—No comprendo… —confesé. Entorné los ojos, demasiado confusa. Lo escuché suspirar y su expresión luego denotaba enojo, fastidio. ¿Qué ocurría?
****Escenas en continuación de Extra Duele recordarSalimos del recinto donde se estaba dando aquella escandalosa fiesta y nos dirigimos al auto de Luck, nos subimos y esperamos a que Rick apareciera en su vehículo para que nos guiara hacia donde se suponía que ellos estaban.—Todo estará bien... —Miré a Luck—... Pase lo que pase estarás bien. —Observé una media sonrisa por medio del retrovisor.Rick apareció y emprendimos camino. —¿Por qué tenía que ser con esa zorra? —cuestionó Lau, me encogí de hombros.—La misma historia... se repite —susurré. Mis amigos me observaron con semblante decaído, pero infundiéndome apoyo.Pronto llegamos a un suburbio. Rick salió del auto y habló con una persona, quien le indicó a dónde debíamos ir. Se subió de nuevo a su auto, anduvimos un par de calles más y luego nos parqueamos. Mi corazón latía de forma estrepitosa; nos bajamos del auto y comenzamos a seguir a Rick.Lau me tomó del brazo y lo apretó, la volví a ver.—No estás sola —susurró en mi oí
Elevé las comisuras de mi boca en una sonrisa amable. Seguramente salió una mueca de disgusto. Di un paso más, acercándome. —¿En qué puedo ayudarte? —pregunté. Sonrió de nuevo, lo cual me descolocó. ¿Qué le alegraba tanto?, ¿verme? Lo dudaba. —Como ves, quiero un libro… —bromeó. Yo solo asentí con la cabeza y torcí la boca. ¡Era obvio!—…, eh, estaba pensando en uno llamado ¿Correr o muere, morir? No lo sé…—Correr o Morir, ¿te gusta la ciencia ficción y misterio? —pregunté. No sabía mucho de ese tipo de lectura, pero esa saga ya la había curioseado un poco. —Sí, un amigo me lo recomendó y quiero probar —dijo. Comencé a relatarle un poco sobre los comentarios que había escuchado de ese primer libro. Leyó nuevamente la sinopsis y quedó enganchado—. Entonces los quiero todos… —dijo, sin ocultar la emoción en su tono de voz. —Claro… —respondí y comencé a buscar los otros libros. Y mientras lo hacía sentía su mirada en mí. Alcé la cabeza para encontrarlo, en efecto, observándome—… ¿pas
Lo observé un par de segundos, tratando de descifrar si era una especie de espejismo y que no estaba en verdad intentando darme un aventón. ¿Qué no se suponía que me odiaba? ¡Oh vaya!, quizá su madre lo había obligado a ir a traerme. Y contemplar esa posibilidad hizo que el enojo hirviera en mi sangre. Bufé y rodeé la camioneta solo para ver como el autobús cerraba sus puertas y se iba. ¡Maldición! Resoplé, me sentía frustrada, furiosa y sin una pisca de paciencia. Kyan, sonó la bocina de su vehículo intentando llamar mi atención, volví a verlo con una mirada fulminante. —Gracias, ahora tendré que esperar sabe Dios cuánto tiempo para irme a casa —espeté, sin la intención de ocultar el enojo de mi voz. —Lo siento… —murmuró con ojos inocentes. Pestañeé demasiado anonadada, incrédula. ¿Qué clase de juego era ese? Mis manos sudaban y mi vientre cosqui
Leí el mensaje unas cinco o diez veces, quizá más o quizá menos, pero aun así no sabía qué responder. ¡Claro que deseaba escucharlo! Pero mi estado de alerta y autodefensa se activó de inmediato. Y sabía que si lo hacía, si lo escuchaba, yo…, ya no tendría escapatoria.Yo: Estoy mejor, gracias. Y no es necesario que finjas. Cuídate y hasta nunca.Dejé el móvil sobre la cama, no quería estar pendiente de si respondía o no. Aunque dudaba que lo hiciera. Bajé, he de ser sincera, más feliz que antes, me sentía orgullosa conmigo misma por no haber sido tan débil. ¿Qué se creía? Qué solo bastaba que me mandara un mensaje y yo caería rendida, ¡
Sábado muy temprano sonó mi alarma, la apagué de un manotazo. Quería seguir durmiendo, pero debía de ir a trabajar, no podía, simplemente, darme el lujo de faltar, menos cuando la firma de libros estaba tan cerca. Salí de mi cómoda cama y dejé las tibias sábanas a un lado, me dirigí al baño arrastrando los pies, pero tan pronto como el chorro de agua helada hizo contacto con mi piel, desperté. Desayuné algo rápido y salí casi corriendo, mi madre se quedó dando vueltas en la casa igual de ajetreada. Eso nos pasaba por quedarnos hasta tarde viendo las películas de Harry Potter. Tomé, gracias a Dios, el bus a tiempo. Llegué a mi trabajo y mi jefa negó con la cabeza divertida al notar mi aspecto desgreñado y somnoliento. Entré al baño y casi saltó de un brinco, mi aspecto era como la monja de la película del conjuro. Trabajé al mismo tiempo que bostezaba. Varios de nuestros clientes, los más cotidianos, sonreían divertidos al verme. ¡Bochornoso! Salí al medio día, agotada como nunca ant
—No seas cobarde, solamente es un chico más… —Me dije.Me acerqué hasta la sala. Y cuando se percataron de mi presencia las voces cesaron. Mi madre me vio con ojos brillosos y amorosos y el otro par…, no tenía ni idea de lo que sentían. Sonreí de forma generalizada, pero en mi interior estaba siendo presa de un maremoto que estaba desordenando todo a su paso, mis emociones y sentimientos, acabando con mi sosiego.—¿Llevas todo? —preguntó mi mamá con su instinto protector al asecho. Asentí con la cabeza—, bueno ya sabes la hora del toque de queda —apuntó. —Lo sé, vendré temprano. Lo prometo. —Volví a ver a Kyan—. ¿Nos vamos? —Mi voz salió dura, pero traté de suavizar con una sonrisa. —Claro, prometo traerla temprano —dijo, dirigiéndose a mi mamá. Salimos uno al lado del otro, y no sé si era solo mi idea pero sentía la electricidad a nuestro alrededor, eran como choques magnéticos. Kyan abrió la puerta para mí, como un gesto de galantería que en otras circunstancias me hubiese derret
Solo pude ver cómo salía proyectado hacia atrás y se daba de lleno contra el suelo. Solté un gritó ahogado, «esto no va a terminar bien», pensé alarmada. Giré mi cabeza, buscando a la persona que me había salvado, entonces mis ojos miraron a Kyan. Y no sabía si sentir alivio o terror, ya que, se miraba fuera de sí. Su quijada estaba tensa y su rostro rojo, sus fosas nasales se movían, estaba hecho una furia. Volvió a verme, sus ojos mostraban cólera, una que se iba diluyendo hasta ser reemplazada por preocupación en un gesto más dulce, me estudió de pies a cabeza y se acercó a mí, tomando mi rostro.