CAPITULO 2

—Maricela, recoja mis cosas personales y envíelas a mi casa.

—Si señor Smith. 

Hoy era el último día de mi jefe, el señor Rodrigo, y después del fin de semana tendré otro jefe. Tomando las recomendaciones de Jessica, en el transcurso de la semana visité varias empresas y deje mi currículum por si no soportaba al hijo del ogro que es mi jefe.

—Jessica..

—Dígame señor.

Fruncí el ceño por la extraña manera de verme. —Durante estos cuatro años, demostró ser una secretaria competente. Espero que sea así cuando Sebastián esté como su jefe. —carraspeó su garganta aclarando su voz —Por hoy puede irse temprano.

Me quedo perpleja mientras lo sigo con mi vista hasta entrar al ascensor.

"¡Pero que mierdas fue eso!". 

Vaya manera la suya de agradecerme por mis años soportando su amargura, sus reproches y sus demandas. Acaso es difícil decir:

"Es una excelente secretaria siga así o un gracias al menos".

 Es más ni sé si lo decía por felicitarme o por agradecido, la verdad es que ni se si era bueno o malo, por que su cara parecía la de un bulldog francés cuando tiene hambre, ¿porqué lo digo?. Bueno, porque así es la cara que pone el perro que tiene Jessica cuando ella se demora con su comida.

 

Después de hacer lo que me ordenó, tomé mis cosas y salí directo a mi casa. Al ver la parada le grité al chófer del autobús que se detuviera.

Caminé una cuadra para llegar a mi casa en los suburbios de maryville, al estar frente a la puerta, busco mis llaves, al encontrarlas abro pero antes de entrar me detengo al escuchar unos gemidos que provenían de la casa de al lado.

Muerdo mi labio inferior llena de rabia porque sabía que Martha lo hacía solo por provocarme. Si, no lo iba a negar, me dolía aún que Alan, me haya cambiado por una zorra.

—Cálmate, Mari..

Cierro mis ojos para ignorar lo que escuché pero al abrirlos, miro con picardía la manguera que estaba conectada a la llave del jardín. Un lucecita se encendió en mi cabeza. Deje mis cosas en el sofá, salgo nuevamente y corrí para abrir la llave, intento ver dónde se encontraban por la  ventana y al ver la espalda de mi ex marido, tomé la manguera y le quité el seguro poniéndola al máximo mientras hago que el chorro de agua entre por la ventana.

—¡¡Pero que diablos!!..

Una risita se escapa de mí al escuchar sus gritos y quejas cuando sintieron el agua fría, ambos salen y al verme desde la ventana, me miran más cabreados que nunca.

—¡Es para que se les baje la calentura!.. —les grito pero Alan se aleja de la ventana, luego escucho un portazo. —¡Carajo!..

Al ver que salieron de la habitación dejé la manguera tirada y corrí hacia mi casa, cerré con seguro la puerta apoyándome en ella con mi espalda.

—¡¡Abre la m*****a puerta Maricela!!..

Me río a carcajadas mientras lo escucho furioso ordenarme abrir la puerta de mi casa. ¡Ja, ni que fuera estúpida para hacerlo!.

—¡Tu no eres nadie para darme órdenes!.. —le grité.

—¡Por eso que es que te dejé, Estas loca Maricela, te comportas como una chiquilla!.

Eso en verdad me dolió. No pude evitar llorar porque en verdad me dolió que me dijera que me había engañado con otra solo por esa estúpida pequeñez, cuando antes decía que fuera como yo fuera, me seguiría amando. 

Eso fue un golpe bajo y no lo dejaría así, busco en mi cartera el gas lacrimógeno, abro la puerta ocultando mis lágrimas, mi rabia y dolor, sus ojos me miran con rabia pero yo sonrío cínicamente.

—Dime de nuevo porque me engañaste.. 

—Como lo oíste, —suelta sin tapujos —Estas loca, te comportas como una chiquilla, sin mencionar que te vistes como una señora de edad. Y eso siempre lo odié.

—¡¡Eres.. un hijo de puta!! —Saco el gas para rociar todo su rostro hasta hacerlo gritar. —¡¡Maldito idiota!!..

Al verlo hincado frente a mí, lo pateé hasta el cansancio, todos los vecinos salieron al ver lo que estaba pasando pero aún así no me contuve.

—¡Alan! —al escuchar la voz irritante de Martha acercarse, mis ojos la ven con todo el desprecio del mundo y mas cuando ella lo abraza ayudando a limpiarse la cara. —¡Pero que demonios le hiciste Loca!.

Otra vez me habían llamado loca, y eso me cabrea más. A grandes pasos me acerqué a ella y la tomé del cabello.

—Si vuelves a provocarme, estúpida zorra, te juro que te darás cuenta de lo Loca que puedo ser.

Por supuesto que no pensaba con claridad, pero ellos fueron los que comenzaron, yo venía tranquila de trabajar y la perra solo para provocarme, gemía como la perra en celo que es, solo para que yo la escuchara. Aunque compararla con un perro es una ofensa para ellos.

—¡¿Pero que rayos haces Maricela?!.

Jessica me toma del brazo y me aleja de Martha.

—Vamos adentro —me guía hacia la entrada de mi casa. —Mari vamos.. —me pide al ver que no la sigo.

—Si, llévate a esa Loca —dijo Alan colocándose de pie.

—¡¡Hijo de puta, yo no soy una loca!! —me suelto de mi amiga para darle una patada en sus bolas. —¡Maldito desgraciado, eso es por haberme cambiado por una cualquiera!.

Jessica me tomó de ambos brazos hasta llevarme adentro, cerró la puerta con seguro mientras me dice que no debí haber hecho eso.

—Vamos Mari, debes superarlo.. 

—¡Jess, ella me provocó, gemía tan alto solo para que yo la escuchara. ¡Y no es solo eso, el muy cabron me dijo que era mi culpa que el me haya engañado porque me visto como una señora!.

—¿Eso te dijo?. 

Caminando de un lado otro asentí mientras limpio con rabia mis lagrimas, era un desgraciado que no acepta que el fracaso de nuestro matrimonio fue su culpa, no mía.

—¿Aún no logras vender la casa?. —Jessica intenta cambiar el tema para que me calme.

—No, nadie quiere comprarla porque según me han dicho no tiene suficiente jardín para sus hijos. ¡te juro por dios que tengo unas ganas de..

—Ya olvidemos eso si.—me interrumpió mientras guía hasta el sofá —Mira, ¿que tal si hoy vamos a una fiesta?.

—¿Fiesta?. Jessica no estoy de humor para fiestas. —dije molesta.

—Mari, te hará bien alejarte de aquí, o es que quieres oír de nuevo a ese par teniendo sexo toda la noche. Porque después de lo que pasó estoy segura..

Sabia que iba decir que vendrían los policías por lo que pasó y tenia razón, si me quedo aquí me volveré loca si sigo oyendo sus malditos gemidos y más si viene la policía.

—¿Donde es la fiesta?.

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