XXXVII Como en sueños

Entre los brazos de Misael se despertó Sara, sonriente, minutos antes de que sonara su alarma.

—¿Tuviste algún sueño interesante? —le preguntó él.

Sara asintió.

—Soñé que íbamos a la playa y me quedaba sentada en la orilla oyendo el ir y venir de las olas en una tarde muy cálida. Luego llegabas tú y nos íbamos a un hotel, donde seguía oyendo las olas entre nuestros suspiros. Fue un sueño muy agradable.

—Así parece. Ya se me antojó tu sueño, hagámoslo realidad.

—¡¿Se puede?! Se supone que debo quedarme aquí.

—Debes estar bajo mi supervisión, no importa el lugar. Además, cuento con el personal de seguridad suficiente para evitar que te escapes. Yo me encargo del resto.

—¿Y tu padre?

—Él ni siquiera está. Empaca tus cosas mientras hago unas llamadas.

Las pertenencias que quedaban de Sara en su casa habían sido llevadas hasta la de Misael luego del ataque, así que tuvo bastante de donde elegir. Tomó prendas gruesas, el cálido sol de su sueño no podría hacerse realidad en pleno invierno. E
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