LOS TÚNGIDOS

CAPITULO II

LOS TÚNGIDOS

El día era soleado, a pesar de que las nubes ocultaban de vez en cuando el sol y las sombras amenazaban en vano, reinar sobre las horas matutinas. Y John, que se había prometido, conocer los motivos de aquellos cuatro personajes, para reunirse en la mesa dieciséis, miró de soslayo, para resultar discreto en su “investigación”. Ana llegó antes de lo previsto y se sentó en la mesa, apoyando la cabeza en las manos, como si le pesara demasiado. Sus mejillas se arrugaron en un gesto que a John se le antojó casi infantil. Se acercó con el café con leche cargadito y con espuma que le solía pedir y lo dejó ante ella, que ni se inmutó. Mecánicamente echó el azúcar en el café y lo removió tomándolo como un autómata. Los minutos pasaron y John se  llegó de nuevo para preguntarle si se encontraba bien, a lo que ella se limitó a responder con un leve asentimiento. John se retiró encogiéndose de hombros y esperó. No tardó en divisar la esbelta figura de Martín, que entró elegantemente, como siempre y solicitó el permiso de Ana para sentarse ante ella, en el sitio, que ya estaba como fijado de antemano, por todos y cada uno de los cuatro que allí se daban cita.

-¿Puedo sentarme?

Ana le miró atónita y le sonrió forzadamente, antes de concederle lo que pedía

-Claro, por favor siéntate.

-Te veo compungida, como ausente…¿estás bien?

-Eres la segunda persona que me lo pregunta hoy…la verdad es que no sé si estoy bien o no…vivo en un sin vivir…¡ay!...-suspiró hondamente.

-Ya decía yo que te sucedía algo, tienes la apariencia de resignación que habla por sí sola…

-Eres como un siquiatra hijo, “compungida”…”resignada”…no sabría mantener una conversación contigo, mi ignorancia es supina…

-Vaya, hacía años que no escuchaba esa palabra…”supina”…quizás seas más culta de lo que tu sueles creer.

En ese preciso instante, entraba como un ciclón Marla, que se desprendía de su cazadora, colgándola de cualquier manera en el perchero de la entrada, donde se acumulaban ya demasiados abrigos.

-¡Uuuuuuffffff! Que ganas tengo de tomarme una cervecita y un pincho, me muero de hambre. Me tienen loca estos burros de obreros que no saben liar la O con un canuto…-se quejó amargamente.-Hija, Ana, parece que hayas visto al demonio…tienes una cara de cadáver, que ya ya…

Ana la miró aterrada y palideció al instante.

-Hija no mentes la cuerda en casa del ahorcado, que ya tengo yo lo mío…

-¿Qué, de qué hablabais si puede saberse?...

-Creí que tomabas café americano…debes tener mucha hambre…

-¿Dónde vas?, manzanas traigo. Es igual ya me lo diréis si os parece. -John que se acercaba con el café vio que ella le negaba y a gritos le pidió cerveza y tortilla.

-Jon, macho, ponme una cerveza que tengo la tripa vacía y voy a comerme uno de esos pinchos de tortilla que tan buena está…que esté calentita ¿eh?...ja ja ja ja ja ¡ay que joderse!

-Ya se te ha vuelto a escapar el macho que llevas dentro…ja ja ja ja, si es que como tú dices vivir con burros….ja ja ja.

-¡¡Martín!! Que pierdes la composturaaaaa…con lo que te cuesta mantenerla….bueno y a ti ,¿qué te pasa?

-Es que mi madre que es túngida, me ha dicho que voy a ir al gerena…o algo así, que tiene un nombre muy raro y no me he enterado bien del todo…

-¿Qué es quéeeeee?.Hija tu madre se pasa…-le dijo Marla, que se hallaba perdida cada vez que Ana abría la boca.

-Es Túngida, de esa religión rarita que es americana…y me ha dicho que la van a poner una casa, una vaca y un río, en Babilonia…-dejó la boca abierta con los ojos como platos Ana.

-¿En Babilonia?, Pero si eso está en Irak…¿Qué va a hacer tu madre con una casa en medio de las bombas y una vaca sin hierba que pastar, en una zona donde no se puede vivir?.Es de locos…la habrás entendido mal mujer…

-¡¡Que no, que no!! Que me ha dicho que soy muy mala, que soy…babilónica y no me van a poner una vaca, una casa y un río como a ella lo túngidos….

-¿Pero quiénes son esos túngidos? ¡No los conoce ni su madre joder!

-Ay Marla hija, esos que van por las calles con la revista ¡Dormid!, predicando un mundo de maravillas, que no acaba de llegar nunca…

-¡Aaaah!, esos que visten con ropas de los años cuarenta y te dejan revistas de cosas raras…¿Cómo has dicho que se llaman?-Arrugó el entrecejo, acercándose a Ana para no perderse ni ripia.

-Túngidos, tún-gi-dos-silabeó la palabrita Ana.-y que me van a enviar al gerena ese, donde me quemarán con aceite hirviendo y me pondrán películas de santos.

-Pues sí que tienen un nombrecito ellos…¡joder colega!

-Es que tengo mucho miedo…¿y si vienen de verdad a casa esos túngidos? Me moriría de miedo…

-Que no mujer. Como mucho te enviarían al gerena ese y se te chamuscarían un poco los pelos…ja ja ja ja.

En aquel momento, entraba por la puerta un Antonio, que semejaba haber pasado las dos noches del fin de semana en vela. Al comprobar que las risas y la conversación habían dado comienzo, se sentó en silencio y todos se atropellaron para contarle lo que le pasaba a Ana.

-Que a Ana se la llevan mañana al infierno y la van a poner a la plancha…ja ja ja –reía Marla, con el sarcasmo en la boca y varios juramentos saliendo de ella.

-Di que no, no le hagas caso a esta loca, es solo que los túngidos  se la tienen  jurada, y quieren captarla o amedrentarla…-le trató de calmar Martín, excitando más los ánimos.

-Pero ¿Quiénes son esos túngidos?, ¿me queréis decir de qué va todo esto? Me vais a volver loca, digo loco…

-Pues hijo, es fácil, la madre de Ana es túngida y sus “hermanos” la quieren enviar a Babilonia, a tostarse al sol, mientras ella vive en una casa, con una vaca y un río. Eso sí, o  se hace túngida o la envían al gerena a morirse de sed…

-Ana ¿Qué es todo eso de los túngidos y el gerena y esa movida de la casa la vaca y el río?-le preguntó directamente.

-Pues…pues…que mi madre es de esa religión norteamericana que se llaman túngidos y le van aponer una casa…una vaca…y un río en Babilonia y que dicen que soy babilónica y me voy a quemar en el geenaaaaaa-le contó entre hipidos y llantos entrecortados, para terminar llorando a lágrima viva.

-Mira todo eso de las religiones, se creó para tener en un puño a los que necesitan de un asidero al que aferrarse, cuando las cosas van mal. Es solo un cuento para adultos.

-Eso de cuentos para adultos… ¿no son novelitas porno?, je je –añadió picarón Martín.

-Hijo que anticuado estás, no me digas que aun te haces pajas con revistas porno, con la de pelis guarras que hay ahora…se trata de cuentos para personas maduritaaaaaas, que no te aclaras tío. –Marla seguía en su línea lanzando puyas.

-No Martín, es que mi madre, que era antes una católica recalcitrante, de esas que se tragan los santos, cambió cuando un día aparecieron en la puerta los túngidos. Mira que era beatorra, que tenía una figura del sagrado corazón en la entrada, una virgen del santo rosario del amén en la sala, y una virgen del camino seco, en el comedor. Ponía el belén cada navidad y también iba a misa todos los domingos y fiestas de guardar. Pues tras dos visitas de los túngidos, que yo entonces vivía con mi amiga, gracias sean dadas a Dios…tiró todo al contenedor, las vecinas se volvieron locas rebuscando para salvar las imágenes de su terrible destino, y ella comenzó a decir que el mundo era una basuraaaaaa…que iba a ser destruido, y que todos íbamos a ir al gerenaaaaaaaaa….-tornó a llorar de nuevo con desconsuelo.

Martín comprendió que aquellos túngidos, en realidad eran quienes habían causado los cambios drásticos en su madre, ahora también túngida…le entregó su pañuelo moquero perfectamente doblado y esta se sonó ruidosamente en él, para al tratar de devolvérselo después a  Martín, que con disimulado asco negó con la mano

-Quédatelo, lo necesitarás, ya me lo darás otro día, tengo otro, siempre llevo dos.

-No entiendo eso de que la gente cambie de religión así como así…-recriminó a los tránsfugas ausentes, Marla.

-Hija, es que si te dicen que te vas al cielo, y que te ponen una casa, una vaca y un río pa ti sola…¡vamos digo yo que te lo piensas poco. Que están las cosas como pa que dudes si te ponen casa, vaca y río donde sea…

-Pero a ver, ¿no era en Babilonia donde le ponían una casa, una vaca y un río a tu madre?, es que en el cielo de eso yo creo que no hay nada ¿no?, ¡qué líoooooo!-trató de aclararse Martín.

-A ver, que cuando mi madre se hizo túngida ,iban al cielo, pero se debió apuntar mucha gente y se llenó el cupo y ahora van a Babilonia, que es que tuvieron un nuevo entendimiento…lo de menos es a donde van, la cosa es que les pongan la casa, la vaca y el río, vamos digo yo…

-Y me pregunto yo…¿quién coño es el que les pone tantas casas, tantas vacas y tantos ríos?, porque el mundo tiene un número de ríos limitado…

-Marla, solo piensas como lo hacen los bailónicos, que solo tratan de poner pegas…ellos tienen muchos ríos y los regalan, y las casas también y las vacas…deben ser ganaderos, no sé…en América hay millones de vacas. Les sobran.

-¡Ay Dios! Que nos van a invadir las vacas americanas. Ya sabía yo que los americanos, de buenos, no tenían ná de ná. Esos nos mandan las vacas locas y nos asesinan pa quedarse lo que tenemos, que mucho no es eso sí…

-Ya te vale tía, con lo que le preocupa a Ana su madre túngida y tu pensando en que van a bajar de los helicópteros los túngidos para quedarse, ¿qué?, ¿las hipotecas?, igual nos ponen a todos una casa sin pagarla, una vaca sin compararla y un río a medida tras la casa…

-Ana que no dejaba de llorar, se hallaba más confusa y desorientada que nunca, y solo veía las llamas del infierno alrededor y a sus amigos rodeados de túngidos, que les trataban de vender sus revistas ¡Dormid! a la fuerza, con gesto de fieras hambrientas y los dientes de vampiros saca sangres.

“¡¡¡Compra la revista ¡dormiiiiiid!!! ¡¡¡Comprala!!! O te enviaremos a Babilonia sin la casa, la vaca y el ríooooooo…”

Los túngidos acosaban a los cuatro, que se veían impotentes ante la avalancha de túngidos predicores, que les asediaban con las revistas metiéndoselas por los ojos…

Jon se acercó ante los llantos de Ana y se interesó por la razón de sus hipidos y lloros, y cuando le contaron lo que pasaba, exagerándolo todo, creyó que se habían vuelto locos, pero no pudo contenerse y rompió a reír, a carcajadas, sin poderse contener.

-Ay, ay, ay, que risa ¡que vienen los túngidos,!, ¡que vienen los túngidos…ay que me muero de risaaaaaaaa.

Las lágrimas de Ana y sus gemidos, aumentaron y ya no hubo manera de pararla. Se desbordaba en agua y los tres amigos muy apretados contra ella, trataban en vano de calmar su dolor y de que se diese cuenta de que los túngidos, eran tan solo unos aprovechados y  vivían de los miedos de los ignorantes. Entretanto John, no paraba de reírse a causa del ataque que le había dado. Hacía tanto tiempo que no lo hacía, que ahora le resultaba imposible parar. Cuando al fin los ánimos se calmaron y pudieron tomarse el café, era muy tarde y se comenzaron a marchar dándole ánimos a Ana, como si le dieran el pésame. Ella se secó las lágrimas, pensando que de ir a su casa los túngidos, no sabría si gritaría o lloraría, pero lo que tenía seguro era que les cerraría la puerta con tres pestillos detrás.

Una pareja, había observado desde afuera la escena y había escuchado gracias a los gritos de los participantes en la debacle, algunas palabras que no les habían hecho mucha gracia…eran dos predicores túngidos. Menearon la cabeza en signo de desaprobación y sacaron dos revistas ¡Dormid!, para evangelizar a los viandantes, a fin de tratar de salvar a algunos, de ir al gerena.

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