-Bueno ¿y qué pasó después?, ¿te dejó Miriam? No sería justo.-le echó un cable para que continuase su relato, en ese punto crítico en que se resuelven los enigmas, Antonio.
-Ella aguantó lo que pudo pero todos tenemos un punto límite y se terminó, cuando un día, le cortó las bragas con las tijeras y al volver no encontró ninguna que ponerse…-lloró entre risas Ana, que no pudiendo contenerse, se echó a reír al ver la cara de compungida que puso Marla, y esto colmó su paciencia.
-¿Le cortó las bragas a Miriam?, Ja ja ja ja, me imagino la cara que puso…ja ja ja ja ja –Ana se echó a reír a carcajadas y Marla en vez de contrariarse, hizo otro tanto, hasta que las carcajadas se contagiaron al resto y los cuatro acabaron riendo sin control. Ana trató de disculparse, entre hipidos y risas desbordadas, y Marla le dijo amablemente:
-Hija no pasa nada, yo también me rio al contarlo ahora, pero es que le pobre, después de ver cómo le robaba las galletas, le decía marimacho, y tortillera y encima le echaba a la basura las bragas y los sujetadores, vio la excusa perfecta para irse a velocidad de crucero…ja ja ja ja. Pero me quedé sola, con la tienda cerrada, para repartirnos las ganancias y sin trabajo. Eso sí a cuestas con mi madre.
-Huy que durooooo, pero mi historia supera a la tuya, solo que por hoy ya hemos tenido ración de madre de sobra, mejor charlamos de algo más alegre. Como…¿tenemos algo alegre de que hablar?...-trató de resultar chistoso Martín.
El tirano de la cafetería, que no, no era el bonachón de John, sino el reloj de pared que los cuatro odiaban, dio las once y media y empezaron los llantos y lamentos por tener que despejar la mesa y tornar a sus agónicas vidas. Antonio quedó solo sorbiendo el resto de la cerveza que había pedido tras su café y que jugaba a esconderse en el fondo de la jarra de cristal y elevó las cejas en gesto de resignación, viendo como sus tres nuevos “amigos”, regresaban a sus curros sin tardanza. Pensó en como engañan las apariencias y como lo que es no lo parece y lo que parece no lo es.
Los cuatro acudieron al día siguiente, con mayor seguridad en sí mismos y sintiendo que algo estaba acaeciendo, sin que supieran explicar el qué. Se sentaron cada uno en el sitio que se convirtió en propio, y cuando los cuatro se hallaron frente a frente Martín abrió la tertulia como obligado por sus palabras del día anterior.
-Bueno creo que daré comienzo yo a contar mi historia, en nada envidia a la de Ana, que creo que cargar con una madre a cuestas, como bien decís, es duro de pelar…Yo…-le costó empezar su relato-vivía con mi mujer, una hembra de rostro hermoso y caderas ampulosas que gobernada la casa con mano de hierro en guante de seda. Llevábamos cinco años casados y fue entonces cuando mi madre nos visitó. Ya sabéis lo maestras que son las madres en los chantajes emocionales…pero yo entonces ignoraba lo que se me echaba encima. Un día…-sonrió con cierto grado de sarcasmo ante sus propias palabras,-mi mujer que tenía muy mal carácter, vio al llegar a casa, que mi madre, que no se quedaba atrás, le había cambiado de sitio todos los platos, cubiertos, botes de especias…todo. Se montó unaaaaa… porque a diferencia de mí, que tengo un temperamento muy templado, ellas dos son como gallinas cluecas en guerra por un polluelo.
-¡Ay hijo que remilgado eres hablando…!-Acertó a introducirse en el relato Marla, que vio como los dos restantes la miraron con reproche.
-Vele, vale, ya me callo…
Todos se volvieron de nuevo a Martín, que siguió con la cabeza baja y las palabras fluyéndole de los labios, como recuerdos indefectiblemente grabados en su mente.
-Me encontré entre dos vientos huracanados y sufrí los reproches y las recriminaciones más crueles de parte de las dos. A mi madre le dio un ataque cardíaco y yo me sentí culpable de aquel daño que mi mujer, tal y como lo veía yo, le había causado por culpa mía. Mi mujer me abandonó un mes más tarde, tras la segunda pelotera, pues mi madre se quedó a vivir con nosotros, y desde entonces nada fue igual…bueno surgió algo muy raro en mí…
-Huy eso del ataque cardíaco es tremendo, cuando lo usan las madres es que juegan su mejor carta, suele ser mentira de las gordas…-añadió Marla con displicencia alargando el cuello, orgullosa de sus conocimientos sobre madres.
-Pues tienes razón, cuando llegó la ambulancia a la que yo mismo llamé asustadísimo, el médico dijo que estaba como una rosa, que no acertaba a ver nada anómalo, en ella, y me miró como si fuese el peor hijo del mundo mundial…
-A mí me pasó algo terrible, de teatro del mejor, porque las madres son las mejores actrices del mundo, en eso estaréis de acuerdo conmigo los tres…-casi escupió de prisa Antonio.
Los tres prestaron la atención debida a quién tenía en sus labios la historia que competiría con las dos anteriores, y eran muy buenas. ¿Las podría superar Antonio?, veremos. …
-Estaba viendo una película de esas románticas que a las mujeres tanto os gustan y a mí me pirran, con un amigo…y escuché un grito agudo, de esos que sueltan las ratas cuando chillan…me quedé quieto con las orejas listas para captar el ruido si se producía una segunda vez, y llegó, ya lo creo que llegó…mi madre chilló con todo el poder de su garganta y se me apareció con las bragas bajadas y apoyándose en la pared como una endemoniada recién poseída. Mi amigo se quedó impertérrito, si saber si echar a correr o meterse debajo del sofá, cuando mi madre empezó a llamarme hiiiiiiijoooooooo, como alargando las palabras y con los ojos vueltos como la niña del exorcista…fue terrible la experiencia, se dejó caer al suelo y mi amigo acudió a recogerla y la depositó como a un fardo en el sofá, en que antes veíamos la televisión. Más tarde entendí que era tan solo una treta para atraer mi atención y cobrar un protagonismo por otra parte era innecesario. Desde entonces todo ha ido de mal en peor. Comencé a preguntarme muchas coas, entre ellas si estaba viviendo la vida que deseaba para mí.
-Ya, y abandonaste a tu madre y a tu amigo, para tomar las riendas de tu vidaaaaa….-Marla estaba siendo sarcástica y pinchaba a todo quisqui…
-Sí, algo así, pero de mi madre no se libra uno tan fácilmente…es como una sanguijuela de esas que te chupan la sangre, una mujer que se adhiere y no te suelta. –Martín estrujó una servilleta que “falleció” entre sus dedos, como si en realidad fuera su madre a la que se lo hacía…y lo escenificó con un “hiiiiiiiiii”, mientras agrandaba los ojos en un gesto de furia contenida, apretando los dientes.
-Pues sí que tenemos una buena, todos… ¿y cual es el resto de la historia? Porque yo ya me lo creo todo después de lo oído aquí…
-Huy si yo os cuento lo que sigue os morís, pero no sé si de risa o de llanto…
-Ay no, llanto no, que la vida ya es, lo que es, y lloro demasiado…-le dijo Ana, que estaba harta de películas lacrimosas y de historias que siempre acababan mal.
-Pues…pues…es que me da corte…
-No, si ya digo yo que esto va a ser como el libro gordo de Petete, uno la cuenta gorda y otro más…-Marla muy en su línea seguía marcando el ritmo con sus hirientes palabras.
-Bueno pues cuéntanos la tuya y a ver si así me animo…-le sugirió Antonio a Marla con el deseo de conocer la suya pintado en su cara picarona.
-Vale…a mí me da igual pero os aviso que es para mondarse. Yo estaba soltera y no por falta de pretendientes no, solo que era demasiado exquisita. –Se envaró en el asiento y se abrochó con falsa decencia la camisa que presentaba un feo aspecto masculino, y sucio, por causa de su trabajo.-Mi madre siempre ha vivido conmigo y es de esas de armas tomar, así salgo yo claro…-apostilló con una sonrisita-Tuve un pretendiente de esos que se parecen mucho a los trabajadores que yo gobierno en la obra y me hacía gracia, mira, era como reflejarse en un espejo. Cuando vino a casa todo se estropeó. Mi mamá le preparó un chocolate de esos asquerosos, -frunció el gesto al recordarlo-que yo creí era porque no sabía hacerlo, pero luego comprendí, era un simple y llano boicot. Mi…novio, me miró asqueado y tragó un par de sorbos antes de que mi mamá le preguntase por…las intenciones. ¡Como si pudiera desvirgarme a aquellas alturas!, ja ja ja ja ja –Su risa sardónica llenó el aire y por unos instantes todo el mundo se volvió a mirarla consiguiendo ruborizar a sus tres compañeros de mesa, que casi se esconden.-él salió con cara de pocos amigos y las manos en los bolsillos, y cuando un hombre sale componiendo esa imagen, yo ya sé que todo se ha acabado. Es lo de siempre, parece que se van a casar con la bruja Chiripún y no conmigo…
Ana que no podía contenerse más estalló en carcajadas y le disparó como dardos sus palabras.
-Hija es que no acierto a saber la diferencia entre la bruja esa Chichipún y tú…ja ja ja ja, eres la pera bananera…ja ja ja ja.
-No es Chichipún, es Chiripún, hija que ignorante eres y desde luego con amigas como tú pa qué tener enemigas…-se abrochó el cuello de la camisa y elevando las cejas muy digna ella. Al poco reía con Ana, llorando de la risa que le producían sus palabras y al recordar la mala leche, con que se marchó aquel hombretón de metro noventa y espaldas de culturista.-Ay que risa hija, es que los hombres son como burros, pero qué haríamos sin ellos…aburrirnos eso seguro, no tendríamos a quién criticar…
Marla no paraba de reírse de su propia historia y Ana agotada se echaba mano al estómago, porque no podía parar de carcajearse. Le dolían hasta los ovarios. Antonio entretanto se encontraba en el séptimo cielo, al ver como se había librado de contar el triste e insignificante final de su historia, o eso creía él que era, porque estaba a punto de sorprender, con lo que iba a contar al día siguiente.
John sirvió los tres cafés y la cerveza de la segunda ronda y comenzó a mirarles como si le extrañase que cada día se sentasen juntos y se riesen de sus penas, a modo de terapia. ¿Estaba empezando a sentir envidia de sus reuniones? ¡Bah! se dijo que no era cosa suya, pero no dejó de pensar en qué les unía tanto. El día siguiente sería sábado y casi nadie acudiría, al estar cerradas las oficinas y empresas del entorno. Era su día de relax, algo que esperaba con anhelo cada semana, tras el estrés que le producía el trabajo, en el local más frecuentado de la zona, el suyo. ¿Y qué harían sus extraños clientes?, ¿vendrían?, no, se respondió a sí mismo. Seguramente no.
Los cuatro salieron abandonando la mesa dieciséis, esta vez juntos, como un bloque militar, capaz de guerrear ahora con la alianza de las madres atormentadoras. Ninguno de ellos sospechaba que las mejores historias estaban por venir, cuando el fin de semana concluyera y se abriesen como flores ante sus compañeros de infortunio. El polígono se convertía en un laberinto de calles vacías, por las que solo pululaban los fantasmales ruidos, que doblaban las esquinas y barrían de bolsas de plástico y rastrojos, estas, envolviéndolo en una niebla de polvo y viento racheado. Solo alguna luz tenue, delataba a los obligados dueños de alguna empresa en crisis, a permanecer haciendo números bajo la luz de una lámpara, mientras los dos guardias de seguridad, circulaban pensativos, sin nada que hacer. La cafetería “Londres” cerrada a cal y canto, esperaba que las risas le devolvieran la vida, tras el período vacacional del fin de semana, y así recobrar el protagonismo perdido.
La vida de John era de lo más común y se encontraba mejor en su local, que fuera de él, donde como pez fuera del agua, se hallaba desorientado a menudo. Soñó con viajar si lograba contratar a alguien, que se hiciese cargo del local y así conocer Londres, su anhelado Londres. El fin de semana se preguntó qué era lo que tanto les hacía reír a los de la mesa número dieciséis…parecían tan diferentes…y sin embargo se daban cita cada día en su local, aparentemente para pasar un buen rato…sonrió para sí mismo y abandonó sus erráticos pensamientos.
CAPITULO IILOS TÚNGIDOSEl día era soleado, a pesar de que las nubes ocultaban de vez en cuando el sol y las sombras amenazaban en vano, reinar sobre las horas matutinas. Y John, que se había prometido, conocer los motivos de aquellos cuatro personajes, para reunirse en la mesa dieciséis, miró de soslayo, para resultar discreto en su “investigación”. Ana llegó antes de lo previsto y se sentó en la mesa, apoyando la cabeza en las manos, como si le pesara demasiado. Sus mejillas se arrugaron en un gesto que a John se le antojó casi infantil. Se acercó con el café con leche cargadito y con espuma que le solía pedir y lo dejó ante ella, que ni se inmutó. Mecánicamente echó el azúcar en el café y lo removió tomándolo como un autómata. Los minutos pasaron y John se llegó de nuevo para preguntarle si se encontraba bien, a lo que ella se limitó a responder con un leve asentimiento. John se retiró encogiéndose de hombros y esperó. No tardó en divisar la esbelta figura de Martín, que entró el
CAPITULO IIILOS NO CUMPLEAÑOSTodos esperaban ya el siguiente día, como se espera al terapeuta que cura una dolencia, en este caso de la mente, ya que los cuatro personajes que se daban cita en la cafetería “Londres”, tenían una vida, unas experiencias, y unos traumas, fuera de lo habitualmente común. Antonio llegó casi de la mano de Martín, y cuando los dos varones estuvieron a solas, antes de que los ciclones femeninos llegasen, uno de ellos tuvo una sorpresa, una inesperada y sorprendente visita. Se trataba de su amigo Felipe Manzano.-¡.Martín!,… ¡que sorpresa! ¿Qué haces por aquí? Te hacía en uno de tus viajes de negocios…-Pues no, esta vez no. Trabajo en la editorial de ese edificio cercano que se ve a lo lejos…-señaló el flamante edificio de la editorial Green Raimbow. ¿Y tú, que haces por estos lares?, cuéntame.-Bueno no sé si sabrás que mi padre murió hace unos días y también mi hermana Merche…vengo de terminar de firmar los papeles de las herencias y esos rollos que son t
LA CASA, LA VACA Y EL RIOLos cuatro amigos, como los cuatro caballos del apocalipsis, se dirigieron al “Salón del Cielo”, dispuestos a apoyar a Ana en su forzada visita junto a su madre, a tan extraña reunión. A la entrada dos escuchimizados túngidos, saludaban con sonrisas de plástico a los recién llegados y les estrechaban casi sin fuerza las manos. Al llegar a su altura Antonio, este le miró serio y enarcando las cejas, le extendió la mano que el delgaducho túngido le estrechó temeroso. Martín hizo otro tanto con el compañero del portero y tras ellos entró como una diva la madre de Ana, una avejentada mujer de unos setenta años pasados ya, y con gesto adusto y santurrón. Ana temblando de miedo, entró sin osar mirar a los guardianes de la santidad del “salón”. Marla por su parte como una vorágine arrolladora, entró sin miramientos, despreciando las dos manos que le tendían los porteruchos túngidos. Se acomodaron en la fila tercera, por indicación de un mangoneante acomodador, que d
CAPITULO VLA FIESTA DE LAS MADRESLa madre de Martín, una sofisticada y picajosa mujer de setenta años, llegaba vestida de Armani, con un vestido estilo imperio y unos “Manolo Blani” de mil doscientos euros de tacón vertiginoso y joyas de diamantes en muñecas y cuello. Su visón negro le confería un aura de elegancia, que ella dominaba como nadie. La entrada fue escenificada como si de una actriz conocida se tratase, y las tres madres fruncieron el ceño disgustadas por perder el centro de atención de los cuatro rebeldes hijos.-Hola, creí que no llegaba, el chófer se ha hecho un líoooo…soy Magdalena, la mamá de Martín, ¿Cómo va todo por aquí?-Preguntó sin interés sincero alguno, y mirando de reojo a las tres madres que le parecieron vulgares matronas.-Hola soy Alfonsa, la mamá de Marla,-se presentó fingiendo una sonrisa de diez céntimos de euro.-Yo soy Amadora la madre de Antoñito, es tan majo mi niño ¿verdad?...-se presentó produciendo una sensación agridulce en Magdalena.-Yo soy
CAPITULO VIEL VIAJE DE LAS COMADRESLa Marciala acostumbrada a mandar era la que había dicho que se podía llevar y qué no, al viaje de Cáceres, que se presentaba como una oportunidad inigualable, para planear las vidas de sus tres díscolos hijos. No podían dejar al azar su futuro y menos aún que eligiesen ellos lo que querían hacer…¡¡de eso nada de nada!, ¡vamos lo que faltaba! Pero si unían sus fuerzas, domarían a aquellos rebeldes que tantos dolores de cabeza les habían dado y les daban. El autobús era de lujo, un autopulman con baño, televisión y dos pisos como esos de Londres…”¡ay hija! Que, ¡son de modernos en el extranjero!, no sé si servirá pa matarnos”, había dicho al subir “La Marciala”, que era la líder natural del grupito de comadres. Pero la comodidad suavizó las críticas, casi en el acto de la tal señora, que se quedó dormida como un bebé, para dicha de sus tres acompañantes, que ya veían por qué camino iban a ir sus elucubraciones y mandatos.-¡Ay que dolor de cabeza te
CAPITULO VIICUATRO PERMISOS CARCELARIOS-Hola…¿estás sola?-A, Ana le pareció que todos los hombres se repetían con aquella manida frasecita de inicio.-Una chica como tú no debería ir por esos mundos de dios sola…es pecado. Je je –rió su propia gracia el recién llegado.-me llamo Pablo, ¿y tú?-Yo Ana, y…Ana iba a decirle que no, que no estaba sola, pero se abstuvo de hacerlo, para no cortar al ya de por sí, parco caballero.-¿Tomas algo conmigo?, ¡oh!, permíteme tutearte por favor, no eres tan mayor como para usar el usted ¿no te parece?-Claro, claro…hazlo si…así que te llamas Pablo…que bonito nombre. Tomare una Cocacola…Antonio, que se quedaba solo se tomó lo que le quedaba de la copa y se limitó a mirar a las tres parejas que ya estaban bailando sus vidas al son del amor…aunque Marla no se quedaría con Martín eso estaba claro, a pesar de que al sofisticado pijillo, le estaba encantando arrimarse a ella, que no sabía cómo evitarle, y a Antonio le entró una urgente risa, que a duras
CAPITULO VIIILA NOCHE MÁS OSCURALos cuatro solteros de la cafetería Londres, estaban dispuestos a salir de pendoneo aquella noche, y tras enviar a sus respectivas madres a un viajecito de tres días, iban por fin a explorar el mundo ignoto, de los que son libres cada día de la semana…aquel permiso carcelario, como lo denominaba Marla, iba a hacer historia. Con sus nuevos trapitos bien colocados sobre sus cuerpos, y una amplia sonrisa en los labios, iban a buscarle novio a Antonio, ya que Marla había cedido su lugar, sacado a suertes con los dados en la mesa dieciséis de la cafetería Londres. La oscuridad cubría enteramente Madrid y el barrio de Chueca, se les ofrecía como una fruta madura lista para ser devorada. Caminaban por la calle como los cuatro jinetes del apocalipsis, en una película del oeste, como diciendo con su actitud: “Yo que tu no lo haría nene…”.-Oye cuanto chicote guapoooo, estoy a punto de cambiar de acera chico…-bromeó Marla que admiraba la belleza en un hombre ta
CAPITULO IXUN CAFÉ EN SILENCIOLa cafetería Londres semejaba estar de luto, a pesar de que la famosa mesa número dieciséis estaba completa, y es que Ana, Antonio, Martín y Marla se tomaban el café, como si llegasen de un funeral. Todos esperaban que el otro contase su aventura de la noche anterior, pero solo pensaban en que las madres de los cuatro, estarían ya llegando a Madrid de vuelta de aquellos días que habían supuesto tan solo un balón de oxígeno para ellos cuatro. Fue Ana, quien quebró el hielo que entre ellos e formaba como un telón de miedo que les obligaba a quedarse callados.-Mi madre vendrá eufórica deseando meterme de nuevo en el “Salón del Cielo”, ay que miedo chicos…se terminó el permiso carcelario…-Pues habrá que trazar un plan de contraataque… -sugirió Martín.-No se me había ocurrido pero eso sería genial-respondió Marla, que ya se veía inmersa en una lucha cuerpo a cuerpo con las comadres.-¿Y si…y si les decimos que nos hemos hecho Budistas? “La Marciala” se m