NathanDebí permanecer tras las sombras, amándola de lejos, como un simple espectador, como quien ve una magnífica obra desde las butacas sin atreverse siquiera a soñar con ser un personaje principal. Pero no pude resistirme, ella era una enorme lumbrera que me atrajo a su luz como a una jodida polilla. Su fuego encendió algo dentro de mí que jamás había sentido, no así de intenso. A su lado, descubrí el amor verdadero, abrí mis ojos a una realidad que desconocía, y quise más, lo quería todo. No debía, mierda que no. Era prohibida. Era de él. Saberlo me laceraba el corazón. Amaba a mi hermano, querer a Evelyn era alta traición. Solo con desearla, pecaba. Pero ¿cómo le ordenas al corazón que deje de latir por alguien?, ¿cómo evitas que tu ser se estremezca cuando encuentras a la persona que causa un revés en tu vida, ordenando cada pieza en su jodido lugar?Fui muy tonto al pensar que cuando habláramos descubriría que todo era producto de mi imaginación, que le vería todos los defectos
NathanLlovía muy fuerte, el sonido de los truenos me asustaba y no quería estar solo. Mamá me había prohibido que saliera de mi habitación de noche; en el día, podía estar en los espacios comunes de la casa, pero cerca del atardecer, me llevaba a mi habitación, me servía la cena y se iba, no sin antes recordarme que no debía bajar hasta el amanecer. Nunca la había desobedecido, hasta esa noche.Crucé la puerta y comencé a bajar las escaleras, temblando de miedo. Dormía en el ático, en un espacio muy pequeño para un adulto, pero de buen tamaño para un niño de cinco años. Estaba oscuro, la bombilla se había quemado hacía meses y ella siempre olvidaba reemplazarlo.Vivíamos en una casa antigua de dos pisos que requería una buena mano de pintura y varias reparaciones; se encontraba sobre una colina. La vivienda más cercana a la nuestra, quedaba a unos cuatrocientos metros de distancia. Contaba con cuatro habitaciones, dos baños, una gran sala de estar, un comedor espacioso y una cocina,
NathanQuerer a Eliah no fue difícil, era un niño muy dulce y curioso, se convirtió en mi compañero, en alguien a quien cuidar y proteger. Los primeros meses, fueron algo caóticos, pero nos fuimos adaptando. Pasaba todo el tiempo que podía con él, me gustaba tenerlo en mis brazos y hablarle. Lo primero que hacía, en las mañanas cuando me levantaba, era ir a verlo. Tocaba la puerta de la habitación de mamá y esperaba hasta que me dijera que podía pasar.Nuestra vida dio un giro de ciento ochenta grados desde que Eliah llegó a nuestras vidas, nos convertimos en una familia. Trevor no era tan malo después de todo, quería a mamá y también a Eliah. Y a mí me trataba bien. Discutían algunas veces, aunque siempre se arreglaban. Fue una buena época. Nuestra casa dejó de ser un burdel y se convirtió en un hogar. Mamá cocinaba todos los días y compartíamos la mesa a la hora de cenar. Ese año, Trevor pintó las paredes y reparó todo lo que no funcionaba, hasta arregló el techo del ático, que duró
NathanEstaba acostado en mi cama dormitando cuando la escuché. Gemía fuerte y pronunciaba el nombre de uno de los malditos bastardos que frecuentaban la casa. Enfurecí. No quería que nadie la tocara, no quería escuchar cómo otro se la follaba. Me cubrí los oídos para no oír nada. Cuando creí que ya había acabado, me levanté de la cama y salí de la habitación. Esperaría que saliera para hablar con ella. Dos parejas más estaban teniendo sexo en las otras habitaciones.Una puerta se abrió y vi salir a un sujeto, bajo y gordo, que debía tener al menos cincuenta años. Me miró de soslayo y continuó su camino como si nada.Un minuto después, ella salió de la misma habitación. La llamé diciendo su nombre. Se detuvo y se giró, pero no me miró.—Dame un número —demandé en tono autoritario.—Nathan, no…—Dame un jodido número —siseé entre dientes.Christa alzó la mirada y me vio sorprendida.—No te preocupes por mí, estoy bien —aseguró, evadiéndome una vez más. Sin embargo, no estaba cerca de d
Nathan—No tienes idea de lo que dices, las cosas no son así de fáciles, Nathan —dijo levantándose de la cama. Buscó su ropa y comenzó a vestirse—. Eres solo un chico, no puedo irme contigo, y tú no puedes marcharte con Eliah.—¿Por qué no? Lo he cuidado desde que era un bebé, lo he hecho bien —repliqué poniéndome los calzoncillos.—¿Cómo harás para rentar una vivienda?, ¿con qué dinero te vas a mantener? Mil euros solo te alcanzarán por un par de meses, nada más. Aquí tienen garantizado techo y comida, ¿has pensado en eso? —interrogó entornando los ojos.—Me las arreglaré, todo lo que quiero es sacar a mi hermano de este ambiente, no quiero que crezca aquí —señalé resuelto. No había un día que no pensara en irme, no lo hice antes esperando que ella volviera. Estaba decidido y nadie haría que cambiara de idea.Christa me miró con los ojos llorosos y, mojándose los labios, dijo una frase que me partió en dos el corazón.—Conocí a alguien, propuso pagar mis estudios y mis deudas a cambi
NathanSentí una fuerte opresión en el pecho. Mamá habló muy poco de él en su diario. Las veces que lo mencionó, dijo que era un buen hombre, que la trataba como a una reina y que la quería; un cariño que ella no logró corresponder. Nuestra vida pudo ser muy distinta si lo hubiera amado.Oí voces en el pasillo y me acerqué a la puerta para escuchar mejor. Mamá y Lola discutían por dinero. Mi madre le debía una suma bastante alta y no tenía cómo pagarle. Era más de lo que yo tenía ahorrado. Mi sangre se heló cuando Lola mencionó que podía cobrarse la deuda conmigo. A Gienevieve le tomó menos de cinco segundos responder que estaba de acuerdo, no pude seguir llamándola mamá después de eso.¡Me vendió sin ningún escrúpulo!Una puerta se cerró y un juego de pasos se alejaron por el pasillo. Suspiré y fui a sentarme en el colchón sintiéndome decepcionado. Nunca pensé que Gienevieve sería capaz de hacer algo como eso. ¿Quién le daba el derecho de decidir por mí? No iba a permitírselo, no me
Nos sentamos en un cubículo. Nos atendió una joven muy amable de piel porcelana y cabellos oscuros, su mirada era dulce y su sonrisa parecía genuina. Ambos pedimos una barquilla, Eliah de chocolate y mantecado y yo de avellanas y vainilla.Le limpié la boca y las manos cuando terminó su helado media hora después. Salimos de la heladería camino a nuestra casa temporal; conseguí rentar en línea una habitación en una posada usando una identificación falsa. Cuando llegamos, Eliah quiso saber dónde estábamos, siempre fue un niño muy curioso y entendido. Le expliqué que no volveríamos a casa. Me preguntó por mamá, que si ella vendría.—No, ella no vendrá. Seremos solo tú y yo —respondí mirándolo muy atento, no sabía cuál sería su reacción; él no era muy unido a ella, sin embargo, la quería.—¿Por qué? —inquirió entrecerrando los ojos, la curiosidad brillaba en su mirada.Liberé un suspiro cansado. No sabía qué decirle, la verdad era demasiada información para él.—Porque ese no es un buen l
NathanEliah no quería irse cuando le dije que era momento de volver, me pidió que nos quedáramos un poco más. Tuve que negarme, me sentía muy mal y necesitaba acostarme. Sujeté su mano y caminé a su lado haciendo un gran esfuerzo, mis piernas pesaban como si estuvieran hechas de hormigón, cada parte de mi cuerpo dolía. No estaba seguro de poder continuar. Si tomaba un taxi para llegar a la posada y perdía la conciencia estando los dos solos en la habitación, ¿quién vería por Eliah?El miedo heló mi sangre. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. No sabía qué hacer. Miré alrededor buscando una solución. A la distancia, vi la vivienda de Herman, el hombre que evitó que Eliah corriera a la calle. ¿Estaría dispuesto a ayudarme? Me pareció una buena persona, apenas cruzamos unas palabras, sin embargo, algo en él me inspiró confianza. Podía estar equivocado, mas no tenía muchas opciones.Tomando cada gramo de la fuerza que me quedaba, crucé la calle con mi hermano y me detuve en la acera fr