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Capítulo 2 (continuación)

Aparto la mirada y tomo una bocanada de aire. Ver esa imagen me trasladó a la noche que regresé a mi apartamento y subí a la azotea del edificio. Estuve ahí muchas veces con Jake, pero nunca me acercaba al borde porque sufro de vértigo. Sin embargo, esa noche me subí a la cornisa con la intención de darle fin a mi vida, no quería sentir más, no soportaba tanto dolor, no quería seguir viviendo sin él a mi lado. Y esa no fue la primera vez que había sentido ese impulso.

Jake estaría decepcionado de mí si supiera que he pensado en quitarme la vida.

Abrumada por los recuerdos que aquella pintura trajo a la superficie, decido abandonar la exposición. No puedo continuar, quiero irme. Salgo y avanzo con rapidez por el pasillo con destino a la salida. Cruzo a la derecha, siguiendo las indicaciones que me dio Nicole, y tropiezo contra alguien. El impacto me empuja ligeramente atrás, pero logro mantener el equilibrio.

—Lo siento. —Me disculpo con voz temblorosa y descubro, al alzar la vista, que he chocado con Nathan Müller. Quedo eclipsada por sus impresionantes ojos verdes, que me miran con intensidad abrumadora. Me ve como si quisiera penetrar mis pensamientos, como si deseara descubrir quién soy y conocer todos mis secretos.

—¿Estás bien? —pregunta con aparente interés, mas no estoy en condiciones de hablar con nadie.

Sin contestarle, retrocedo para continuar mi camino hacia la salida, pero trastabillo con torpeza y él me sujeta de la muñeca evitando que me caiga. Su agarre es firme y a la vez cauteloso, discreto y también poderoso, porque tan inocente como es que sus dedos estén envueltos en mi muñeca, está causando un cosquilleo que se esparce al resto de mi cuerpo.

Lo escucho pronunciar mi nombre con voz ronca. Lo miro y se forman nudos en mi estómago. No sé qué tienen sus ojos que logran alterarme con tanta facilidad. Nerviosa, desvío mi mirada y me prendo de sus labios rosados, asimétricos y de apariencia suaves. El deseo de besarlo surge de manera tan repentina que me deja atónita. No me había pasado nada así desde… desde Jake.

¿Qué es lo que sucede conmigo? Lloraba por él en la mañana y ahora estoy aquí deseando besar a un completo desconocido con el que apenas he cruzado un par de palabras.

Me libero de su agarre y reinicio mi huida, escapando de él y de lo que no debería estar sintiendo.

—¡Evelyn, espera! —pide siguiéndome, pero no me detengo, no puedo, me aterra enfrentarlo, me asusta lo que su presencia le ha causado a mis emociones.

—¡No me siga! —Le advierto sin dejar que las punzadas de dolor en mi pierna me detengan. Necesito alejarme de él.

Los pasos de Müller dejan de escucharse cuando estoy frente a la puerta, la empujo y salgo. El frío se filtra en mi piel con rapidez y traspasa mis huesos, la temperatura ha descendido varios grados desde que llegué. El cielo está cubierto de nubes, haciendo de la noche más oscura. Tal vez comience a llover en cualquier momento.

Es poético.

Estar en medio de la penumbra es como darle un vistazo a mi interior.

Una vez más, oigo mi nombre en la voz de Nathan Müller y me recorre un escalofrío.

¡Me ha seguido! Pensé que había desistido. ¿Por qué no me deja en paz?

—Está bien, puedes parar, no te seguiré más —promete cuando comienzo a correr. Su voz parece lejana, sin embargo, no compruebo a qué distancia se encuentra, sigo avanzando hasta asegurarme de haberme alejado lo suficiente. Mi respiración es inestable, cada exhalación es visible en el aire. Está haciendo mucho frío.

Me pongo mi abrigo y lamento no haber traído guantes. Froto mis manos para hacerlas entrar en calor antes de llamar a la línea de taxis. El operador me asegura que en cinco minutos vendrán por mí; guardo el teléfono tras colgar la llamada.

—¿Es en serio? —reniego cuando me cae una gota en la cara, ojalá que no comience a llover o terminaré empapada.

Agudizo la mirada cuando unos faros iluminan la calle, espero que sea el taxi que viene a recogerme, no han pasado más que unos minutos, pero es posible que hubiera un vehículo cerca y llegara antes.

No, no es mi taxi. Es un Lamborghini negro, conducido por el hombre que no desiste con su persecución, lo descubro cuando se detiene frente a mí.

Mi corazón se acelera súbitamente y se me forma un nudo en la garganta.

—Sube, Evelyn. Vas a enfermarte —dice en un tono imperativo que no me gusta nada. He tenido demasiados hombres autoritarios en mi vida y nunca fui de seguir órdenes, mucho menos de alguien que apenas conozco.

—Ya he pedido un taxi, no necesito que me lleve —contesto arisca, desviando la mirada hacia la calle. Prefiero pillar un resfriado antes que irme con él.

—No necesitas un taxi, estarás más segura conmigo. No seas testaruda —insiste decidido, pero estoy muy lejos de aceptar.

Hablando de testarudez...

Hui de él dos veces, le pedí que no me siguiera y vuelve pidiéndome que me suba a su auto.

Finjo que no lo he escuchado y camino en la dirección opuesta, rogando que el taxi no demore mucho más en llegar.

Mi oración no tarda en ser contestada. Me apresuro a subirme en el auto cuando el chofer lo detiene detrás del ostentoso vehículo de Müller. Le digo a donde voy el taxista no demora en poner el auto en marcha, ayudándome a escapar una vez más de él.

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