Aparto la mirada y tomo una bocanada de aire. Ver esa imagen me trasladó a la noche que regresé a mi apartamento y subí a la azotea del edificio. Estuve ahí muchas veces con Jake, pero nunca me acercaba al borde porque sufro de vértigo. Sin embargo, esa noche me subí a la cornisa con la intención de darle fin a mi vida, no quería sentir más, no soportaba tanto dolor, no quería seguir viviendo sin él a mi lado. Y esa no fue la primera vez que había sentido ese impulso.
Jake estaría decepcionado de mí si supiera que he pensado en quitarme la vida.
Abrumada por los recuerdos que aquella pintura trajo a la superficie, decido abandonar la exposición. No puedo continuar, quiero irme. Salgo y avanzo con rapidez por el pasillo con destino a la salida. Cruzo a la derecha, siguiendo las indicaciones que me dio Nicole, y tropiezo contra alguien. El impacto me empuja ligeramente atrás, pero logro mantener el equilibrio.
—Lo siento. —Me disculpo con voz temblorosa y descubro, al alzar la vista, que he chocado con Nathan Müller. Quedo eclipsada por sus impresionantes ojos verdes, que me miran con intensidad abrumadora. Me ve como si quisiera penetrar mis pensamientos, como si deseara descubrir quién soy y conocer todos mis secretos.
—¿Estás bien? —pregunta con aparente interés, mas no estoy en condiciones de hablar con nadie.
Sin contestarle, retrocedo para continuar mi camino hacia la salida, pero trastabillo con torpeza y él me sujeta de la muñeca evitando que me caiga. Su agarre es firme y a la vez cauteloso, discreto y también poderoso, porque tan inocente como es que sus dedos estén envueltos en mi muñeca, está causando un cosquilleo que se esparce al resto de mi cuerpo.
Lo escucho pronunciar mi nombre con voz ronca. Lo miro y se forman nudos en mi estómago. No sé qué tienen sus ojos que logran alterarme con tanta facilidad. Nerviosa, desvío mi mirada y me prendo de sus labios rosados, asimétricos y de apariencia suaves. El deseo de besarlo surge de manera tan repentina que me deja atónita. No me había pasado nada así desde… desde Jake.
¿Qué es lo que sucede conmigo? Lloraba por él en la mañana y ahora estoy aquí deseando besar a un completo desconocido con el que apenas he cruzado un par de palabras.
Me libero de su agarre y reinicio mi huida, escapando de él y de lo que no debería estar sintiendo.
—¡Evelyn, espera! —pide siguiéndome, pero no me detengo, no puedo, me aterra enfrentarlo, me asusta lo que su presencia le ha causado a mis emociones.
—¡No me siga! —Le advierto sin dejar que las punzadas de dolor en mi pierna me detengan. Necesito alejarme de él.
Los pasos de Müller dejan de escucharse cuando estoy frente a la puerta, la empujo y salgo. El frío se filtra en mi piel con rapidez y traspasa mis huesos, la temperatura ha descendido varios grados desde que llegué. El cielo está cubierto de nubes, haciendo de la noche más oscura. Tal vez comience a llover en cualquier momento.
Es poético.
Estar en medio de la penumbra es como darle un vistazo a mi interior.
Una vez más, oigo mi nombre en la voz de Nathan Müller y me recorre un escalofrío.
¡Me ha seguido! Pensé que había desistido. ¿Por qué no me deja en paz?
—Está bien, puedes parar, no te seguiré más —promete cuando comienzo a correr. Su voz parece lejana, sin embargo, no compruebo a qué distancia se encuentra, sigo avanzando hasta asegurarme de haberme alejado lo suficiente. Mi respiración es inestable, cada exhalación es visible en el aire. Está haciendo mucho frío.
Me pongo mi abrigo y lamento no haber traído guantes. Froto mis manos para hacerlas entrar en calor antes de llamar a la línea de taxis. El operador me asegura que en cinco minutos vendrán por mí; guardo el teléfono tras colgar la llamada.
—¿Es en serio? —reniego cuando me cae una gota en la cara, ojalá que no comience a llover o terminaré empapada.
Agudizo la mirada cuando unos faros iluminan la calle, espero que sea el taxi que viene a recogerme, no han pasado más que unos minutos, pero es posible que hubiera un vehículo cerca y llegara antes.
No, no es mi taxi. Es un Lamborghini negro, conducido por el hombre que no desiste con su persecución, lo descubro cuando se detiene frente a mí.
Mi corazón se acelera súbitamente y se me forma un nudo en la garganta.
—Sube, Evelyn. Vas a enfermarte —dice en un tono imperativo que no me gusta nada. He tenido demasiados hombres autoritarios en mi vida y nunca fui de seguir órdenes, mucho menos de alguien que apenas conozco.
—Ya he pedido un taxi, no necesito que me lleve —contesto arisca, desviando la mirada hacia la calle. Prefiero pillar un resfriado antes que irme con él.
—No necesitas un taxi, estarás más segura conmigo. No seas testaruda —insiste decidido, pero estoy muy lejos de aceptar.
Hablando de testarudez...
Hui de él dos veces, le pedí que no me siguiera y vuelve pidiéndome que me suba a su auto.
Finjo que no lo he escuchado y camino en la dirección opuesta, rogando que el taxi no demore mucho más en llegar.
Mi oración no tarda en ser contestada. Me apresuro a subirme en el auto cuando el chofer lo detiene detrás del ostentoso vehículo de Müller. Le digo a donde voy el taxista no demora en poner el auto en marcha, ayudándome a escapar una vez más de él.
He mantenido en secreto lo de la noche de la exposición, aunque ganas de contarlo no me han faltado. Han sido cuatro semanas eternas. Me contengo porque sé muy bien que Mare se obsesionaría si menciono que conocí a un hombre que llamó mi atención, no pararía hasta saber cada detalle e insistiría con que lo llamara para quedar con él. Y no necesito ese tipo de presión ahora, recién comienzo a sentir que retomo mi vida y no quiero que nada altere mi resolución.Uno de los pasos más importantes que he dado es volver a trabajar en la galería, ha sido positivo para mí, me motiva a levantarme cada día con ánimo y me mantiene centrada. He establecido una rutina, llego a las nueve de la mañana y me marcho a las cinco de la tarde. Al salir, asisto a terapia del dolor por mi pierna y, después, voy a cenar en un restaurante que descubrí hace poco, la comida es deliciosa y el ambiente muy cálido y ameno, con música de jazz en vivo, cortesía de un joven talentoso que fue descubierto en las calles
Frunzo el ceño ante el atractivo hombre parado frente a mí. Viste un traje negro, no se ha puesto corbata y ha dejado abiertos los dos primeros botones de la camisa blanca que lleva debajo del saco, mostrando una porción de piel. La fragancia de su perfume posee un toque cítrico muy varonil que me resulta seductor. —Hola, Evelyn —pronuncia con voz grave. Lo miro y quedo atrapada ante sus enigmáticos ojos verdes, que me observan con intensidad y causan un revuelo en mi estómago. Bajo la mirada intentando escapar de su hechizo y veo cómo lame los labios de una forma tan provocativa que un burbujeante deseo recorre mi interior.¿Qué es lo que me pasa con este hombre? Siento el impulso de huir, mas no quiero seguir escapando, prometí que dejaría de hacerlo.—¿Qué… qué hace usted aquí? —Logro balbucir, a duras penas. Sigo conmocionada con su repentina aparición, no esperaba verlo de nuevo; mucho menos, esta noche y aquí.—Vine a cenar, tu hermano Simon me invitó —responde con una sonrisa
Quiero reñirle por su imprudencia, pero no puedo hacerlo, así que solo me limito a pronunciar una palabra de agradecimiento. Por suerte, en ese momento, entra Sonia con aperitivos para todos, creando una distracción.Ocupo un lugar en un sillón opuesto a donde está Nathan sentado, marcando distancia entre los dos. Entre más lejos, mejor. Estar cerca de él me pone nerviosa.Simon y Mare aparecen en escena un momento después.—¡Nathan! ¡Qué bueno que has venido! —Lo saluda Mare con familiaridad apenas lo ve, lo que significa que ya lo conoce.¿Por qué no mencionó nada de él antes? Aquí huele a gato encerrado. Él la saluda con amabilidad. Y ella tarda lo mismo que un pestañar en hacer una de las suyas.—Imagino que ya te han presentado a Evelyn. ¿Qué te ha parecido? ¿Saldrías con ella? —Le pregunta sin tapujos.Si las miradas pudieran matar, su cuerpo caería laxo en el suelo en este preciso instante.—¡Mare! —Le riño con una mirada estupefacta—. No tienes que responder a eso. —Me dirijo
Serena y Sebastian son los últimos en sumarse a la mesa a la hora de la cena. Mare comenzaba a impacientarse porque no habían llegado, pero finalmente están aquí. Los oí reír mientras se acercaban, una clara señal de que lograron resolver sus diferencias. Me siento orgullosa de mi hermano, es un buen padre, muy distinto al nuestro, que no se ocupaba de nosotros en lo más mínimo. Ni siquiera se molestaba en comer con nosotros, siempre lo hacíamos en la cocina, con los empleados domésticos. Antes de servir la cena, cada uno toma un turno para dar gracias. Y luego Simon se encarga de cortar el pavo. Lo hace mejor cada vez, aunque le falta mucha práctica. Una vez que todos hemos llenado los platos, cenamos en medio de bromas y risas. La comida ha quedado deliciosa, todos lo dicen, y Mare no puede estar más feliz. Sigo disgustada con ella, pero en algún momento se me pasará, sé que no lo hizo con mala intención, lo que me molesta es la mentira. Odio que me mientan. A las diez de la noche
Me levanto temprano en la mañana y salgo de casa de Sebastian sin que nadie se dé cuenta, no estoy lista para enfrentar a mi hermano y ocultarle lo que Serena me contó. Espero no tener que guardar ese secreto durante mucho tiempo, intentaré convencerla de que se sincere con su padre. Al menos, logré que accediera a que me permita hablar con ese chico. No sé qué voy a decirle, pero algo se me ocurrirá.Al llegar a mi apartamento, tomo una ducha y, como parte de mi rutina, me aplico una crema corporal que deja mi piel suave y con una fragancia afrutada. Elijo un bonito vestido vintage con estampado de margaritas y lo combino con sandalias romanas blancas. Me dejo el cabello suelto y trato de imitar el maquillaje que me hizo Adrienne ayer, logrando un resultado muy cercano. Es la primera vez en mucho tiempo que me arreglo a consciencia. Y tiene todo que ver con la posibilidad de que Nathan pueda aparecerse en mi galería. Lo pensé mucho anoche y terminé convenciéndome de que debió tener u
Mi corazón salta en mi pecho y en mi cabeza titila una respuesta inmediata: ¡sí! Pero una voz acusadora aparece y me señala como traidora. Amo a Jake igual que siempre, pero me siento atraída por Nathan de forma desmedida. La atracción es así, repentina e inexplicable, loca e irracional, no necesita un motivo…—Sí —respondo decidida. Quiero darme una oportunidad con Nathan, lo merezco—. No presumas, puedo arrepentirme. —Le advierto cuando una sonrisa triunfal aparece en su cara.—No dejaré que lo hagas —asevera con un guiño seductor, que utiliza como arma de persuasión. Conozco a los hombres, crecí con dos hermanos que sabían qué hacer para conquistar a cuánta mujer desearan. Pero fui amada por uno que me demostró que el romance no es un mito, por lo que mis expectativas son bastante altas.—No me pongas a prueba —replico mordaz. Y lo escucho reír, una risa profunda y gutural que encuentro muy sexy. Todo en él me lo parece. Mas sé que nadie puede ser tan perfecto, tengo que estar aten
Miro la hoja en blanco delante de mí, mordiéndome el labio. Nunca he escrito una carta, pero Adele dijo que es terapéutico, que me ayudaría a expresar y canalizar mejor mis emociones. Adele es la mejor coach motivacional que puede existir. Al menos, para mí lo ha sido. Ella es ese «alguien» que he estado necesitando todo este tiempo. Me ha ayudado tanto en estos veinte días que desearía haberla encontrado antes. No sabía muy bien a quién recurrir cuando acepté que necesitaba ayuda profesional, estuve investigando y encontré su nombre, tenía muy buenas referencias y quise conocerla. ¡La mejor decisión que he tomado! Su carácter amable y comprensivo, y la bondad con la que me recibió, me ayudó a tomar la decisión. Hay un antes y un después de mí desde que la conocí. Ahora practico pilates tres veces a la semana y me siento más concentrada y motivada. Recuerdo que cuando lo mencionó me reí. Nunca me gustó ejercitarme, dije «no» todas las veces que Mare me invitó a ir con ella y, ahora, a
Ally llega a la hora puntual, me regresa el cargador y lo dejo en la mesita de centro de la sala cuando voy por mi bolso y mi abrigo. Usamos las escaleras para bajar porque el ascensor sigue averiado, el administrador es un tacaño. Salimos y un inclemente frío invernal nos arropa con fiereza. Ambas nos abrigamos y nos pusimos guantes antes, de otra forma, no podríamos ni poner un pie afuera. El local donde se presenta la banda queda cerca, por lo que iremos andando. Sé a dónde nos dirigimos, estuve ahí antes. Mi corazón da un vuelco en mi pecho al recordarlo, la nostalgia me abriga y siento ganas de llorar, no de tristeza sino de añoranza.Apago mi mente y me centro en Ally, quien no ha parado de hablar de un libro que está leyendo. Es una devoradora de libros insaciable. Fui igual en una época, cuando todavía no había entregado mi vida al arte.Un nudo atraviesa mi garganta cuando vislumbro las luces neón azul eléctrico que forman la palabra Sauerstoff[1]. No puedo creer que esté aqu