¿Quieres esto?

—No te acerques mucho a Rex, odia a los extraños.

— ¿Por qué está enjaulado y no como los demás?

—Por tu seguridad —respondió Leo con simpleza.

—Oye, cuando dije que quería ayudar a los animales salvajes —remarcó—, no me esperaba esto, no creo que los sapajus entren en la categoría de peligro.

Leo arqueó una ceja en su dirección con gesto burlón.

— ¿Buscas peligro?

—Bueno, sería un poco divertido algo de acción aquí.

—Te mantendrás alejada de Rex y del resto de los felinos porque sé que te mueres por tocarlo. Pero yo podría complacerte y darte un poco de acción ahora mismo —Gruñó cerca de su rostro.

Leo pudo sentir el nerviosismo de Callista pero no era eso lo que le había llamado la atención sino el nuevo aroma que se colaba por su nariz, el amargo olor a celos.

No tuvo que ser un genio para saber a quién pertenecía.

—Aléjate de mi mujer antes de que te demuestre porque todos me temen.

Leo se dio la vuelta dejando a una muy confundida Callista detrás de él.

—Muy bien, que nada te
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