Su Callista

135 revolvió su cabello por sexta vez en el día, ese maldito sueño que había tenido con Callista lo había atormentado toda la mañana y no era solo eso lo que le molestaba sino la maldita erección que traía en los pantalones, no podía trabajar ni siquiera.

Callista estaba entrando en él de una manera que nunca pensó y que ni siquiera Tabbitha a quién quiso tanto se le asemejaba.

La obsesión por esa hembra era casi espeluznante y ahora que comenzaba a tener sueños eróticos con ella todo era peor.

Desde la tarde de ayer que se fue enojada con lo que había pasado con Wrist no la había visto, no la había buscado porque no quería incomodarla, además de que había aprovechado para pedirle a Janessa, el nombre real de Wrist, que no se metiera más con su mujer.

Aún le dolían los oídos de los gritos recibidos por parte de Wrist.

— ¡Ella es una perra que no le importa lastimarnos 135, abre los ojos, se está escudando en ti para que no la lleven a la cárcel, es igual de podrida que su familia!

—No
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