¡Eres mi esposa!

Callista borró el rastro de lágrimas que corrían libres por su rostro al escuchar que alguien se acercaba. Efectivamente alzó el rostro encontrándose con la cara familiar del hombre que tanto había aprendido a apreciar en esos meses.

—Hueles a sal —dijo con la nariz arrugada—. ¿Estabas llorando?

—Leo...

El rostro tenso del macho desplegó una sonrisa justo antes de sentarse a su lado.

—No soy Leo, soy Tanner y no evadas la pregunta hembra.

Apartó las lágrimas que casi no la dejaban ver y volvió su mirada a él.

— ¿Por qué eres tan igual a Leo?

Preguntó con suma curiosidad deslizando sus manos por el rostro del macho.

Buscando alguna diferencia y efectivamente la encontró solo una, Tanner era mucho más joven que Leo.

—Pero ¿Por qué se parecen tanto? —Balbuceo ella con incredulidad.

—Ya que no me quieres responder el porqué de tu llanto yo tampoco debería responderte, pero como soy tan bueno cooperaré contigo —dijo con una radiante sonrisa que ocasionó que la comisura de su labio se eleva
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