M*****a mujer

Demon dejó la cajita sobre la encimera de la cocina sin atreverse a abrirla.

Apoyó los puños sobre el mármol cerrando los ojos, tratando de respirar y no ahogarse.

¡Maldita mujer!

Una y mil veces maldita.

¿Por qué lo tentaba de esa vil manera? era como una bruja que lo hechizaba a caer en sus redes. Su dulce aroma hacía que su temple flaqueara sin compasión.

Ella era una cachorra pero su mente no podía comprenderlo, su cuerpo la necesitaba, necesitaba aplacar el fuego que sentía por ella, por su ser.

-No -rugió molesto.

¿Por qué lo besaba tan íntimamente?

Nunca nadie la había besado aquello era claro pero sin duda lo que lo había descolocado era que la intensidad de su mirada tocó su fuero interior.

Subió las escaleras tratando de olvidarla, de olvidar su dulce rostro, de olvidar sus ojos humedecidos pero no hizo más que maldecir.

El olor de su piel lo perseguía para torturarlo, ¿Por qué había aceptado traer esa caja con él de todas formas?

Sabía que en su interior había galletas s
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