Morir de dolor

Carol esperó a su hermana en la caravana, sabía que Mia practicaba demasiado su rutina debido a que era demasiado perfeccionista pero nunca se había tardado tanto como ese día.

-No puedo creerlo -dijo Mia entrando de golpe con cara de espanto.

Estaba tan blanca como si hubiera visto un fantasma sumándole que su pelo estaba desordenado.

Estuvo a punto de reírse si no fuera porque sabía que su hermana no se revolvía el cabello a menos que estuviese frente a algo que la asustara demasiado.

- ¿Qué no puede ser? -preguntó Carol con curiosidad.

Mia se encontraba agitada mordiendo su labio pensativa.

Carol nunca antes la había visto de esa forma por lo cual se extraño por su comportamiento.

- ¡Él! -Respiró hondo y volvió a decir-, él, lo han liberado.

La menor de las dos frunció el ceño en confusión.

- ¿A quién han liberado?

Mia se giró a mirarla como si se encontrara perdida pero después de unos segundos respondió.

-A él, al hombre del que te he hablado, al que se cree dueño de mí -Soltó c
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