Algo no le cuadraba. Sentía un extraño retorcer de su ser, como si las corrientes de magia que la rodeaban estuvieran distorsionadas, pero no podía comprender por qué.Una energía familiar, pero inconfundiblemente ajena, vibraba en el aire. Algo había cambiado, algo que le hablaba directamente a su alma. La presencia de algo poderoso estaba cerca.Sin embargo, Maerthys no pudo identificar qué era. Solo sentía que el peligro se intensificaba, que la atmósfera estaba cargada de una inquietud profunda. Se giró, mirando hacia el centro de Valragh, donde los Dreknar seguían invadiendo y destruyendo, y un pensamiento inquietante cruzaba su mente.En el interior de la cabaña, Lina, Clara y Emma se encontraban refugiadas, aterradas por el caos que se desataba afuera. La puerta se tambaleaba con el ruido de los golpes y la guerra, pero nada las había preparado para lo que estaba por ocurrir.El sonido de unos pasos firmes y fuertes reverberó en el umbral, seguido de un crujir de madera.Igvar
Dentro del templo, los aullidos de los cachorros se alzaron como un lamento colectivo. El suelo temblaba con cada embestida contra la puerta de piedra, y el eco de la columna rota del lobo guardián aún resonaba en los corazones de los presentes.—¡Silencio! —gruñó una anciana loba, su voz ronca pero firme, mientras se apoyaba contra la pared con sus patas temblorosas—. ¡Callen esos aullidos! Nos delatan...Los cachorros se encogieron, sus hocicos húmedos temblando de miedo. Uno de los más pequeños, un macho gris con los ojos desorbitados, sollozó:—¿Qué va a pasar, Siva? ¿Nos van a... nos van a encontrar?Siva no veía desde hacía tres inviernos, pero sus oídos lo escuchaban todo. —No si nos movemos ahora —dijo con urgencia, tanteando con el hocico las piedras detrás del altar. Buscó una hendidura, un símbolo oculto. La encontró y presionó con fuerza—. Aquí está. ¡Ayúdenme, rápido!Una placa de piedra se deslizó con un rechinar sordo, revelando una abertura estrecha envuelta en raíces
Maerthys se acercó lentamente a Clara, sus ojos brillando con un destello peligroso. La tensión en el aire era palpable, su intención era entrar en la mente de Clara.—Clara... —su voz se deslizaba suavemente, casi como un susurro, pero cargada de poder. —Eres especial . Algo... más allá de lo que crees. Tu magia es única, hija mía. Eres la clave para muchas cosas, para muchos destinos.Clara frunció el ceño, sin apartar la vista de Maerthys. Un escalofrío recorrió su espalda, pero no iba a ceder tan fácilmente.—¿Qué estás diciendo? —respondió, su voz firme, aunque un poco vacilante. —No soy tu hija. Lo que me estás proponiendo no tiene sentido.Maerthys sonrió, un gesto que no llegaba a ser cálido, pero sí demasiado seguro de sí misma. Su mirada se intensificó, y el aire a su alrededor pareció volverse más denso.—Clara, no puedes seguir luchando contra lo que eres. Luchar es inútil. Yo... te daré un propósito... tu verdadera herencia. Tú y yo podemos reconstruir todo esto juntas. T
Los límites de Luzbria eran un campo de guerra. La rabia de Kael lo consumía por completo. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, su respiración era pesada y agitada. La muerte de Nox, su hermano de manada, había desgarrado su corazón. Nox había caído en una batalla injusta, y Kael no podía olvidar la mirada en sus ojos antes de que sucumbiera. Ahora, con Kira, su hermana también herida, su dolor se multiplicaba. La idea de perder a otro miembro de su manada lo devastaba. ¿Cuánto más podía soportar? ¿Cuánto podía soportar ella la pérdida de su amado?—Acabaré contigo, Lucan. Y cuando termine, iré por Dorian. —Sus ojos brillaban con una furia incontrolable. La venganza era lo único que podía ver ahora.Lucan apenas pudo reaccionar antes de que Kael lo atacara con la rapidez de una tormenta. Los dos cuerpos chocaron en el suelo con un estrépito ensordecedor. Las garras de Kael se hundieron en el pecho de Lucan, arrancando pedazos de carne con cada golpe. Lucan intentó defenderse, pero
El aire en Valragh olía a ceniza y a magia corrompida. Los restos de la tormenta de cuervos aún oscurecían el cielo, como un mal presagio que se negaba a desvanecerse. En el centro del círculo, Clara caía de rodillas, sus manos temblaban, su respiración era un espasmo entrecortado. Gritó el nombre de Emma una y otra vez, pero la niña no respondió. Se había desvanecido, tragada por las sombras que Maerthys había invocado.—¡EMMA! —clamó entre sollozos, su voz desgarrada por la impotencia—. ¡No, no puede ser!Arthur la sostuvo desde atrás, arrodillado junto a ella, sus brazos envolviéndola para evitar que se desplomara por completo. No dijo nada; su silencio era más fuerte que cualquier consuelo. Él también sentía el peso de la pérdida, de la magia oscura que les había arrebatado a la pequeña sin dejar rastro.Entonces se oyó un crujido de ramas, seguido de pasos apresurados. Ragnar emergió de entre los árboles, cubierto de polvo y sangre seca. Llevaba a Kira en brazos, su cuerpo inerte
—La matará… ¡Va a matar a mi pequeña hija! —sollozaba Clara, doblada por el dolor, con las manos cubriéndose el rostro mientras Ragnar trataba de contenerla.Un estruendo cortó el aire como un relámpago seco. Ruidos comenzaron a alzarse por todos lados: pasos firmes, ecos de metales, respiraciones profundas… sombras emergían entre los árboles.Los Dreknar.Aparecieron como un ejército en formación, sus cuerpos cubiertos por capas oscuras y armaduras que destellaban bajo la escasa luz. Sus ojos eran como brasas encendidas y su presencia heló la sangre de todos.Kael y Ragnar se pusieron de pie de inmediato, tensos, los músculos listos para el combate. Pero antes de que pudieran atacar, una de las figuras levantó la mano.—No venimos a luchar —dijo una voz firme. Era Thodor, uno de los capitanes del asesinado líder Dreknar—. Queremos a Maerthys. Ha traicionado nuestro pacto… ha asesinado a nuestro líder, Igvar. Un murmullo sacudió Valragh como un viento helado.De entre las sombras, ot
Lina Winters apretó el volante del Jeep, el sonido de las ruedas sobre el camino de tierra resonaba a través del silencio denso del atardecer. La Reserva natural de Blackwood estaba en lo profundo de un valle. Las montañas cubiertas de pinos se alzaban como sombras gigantes contra un cielo que comenzaba a oscurecer, pintando todo con tonos de gris y azul. El aire fresco traía consigo el olor a tierra mojada y madera, una fragancia cruda que parecía invadir sus pulmones con cada respiro.Al llegar al borde de la reserva, se detuvo en un claro solitario y observó la vasta extensión de árboles que se extendían ante ella. El paisaje era tan hermoso como inquietante: vastas colinas cubiertas de un espeso manto de árboles, y en el horizonte, una cadena montañosa que parecía abrazar el cielo.—Este es el lugar donde Clara desapareció —susurró, como si al decirlo, las palabras pudieran explicarle algo que llevaba un año preguntándose. Su corazón latía con fuerza mientras miraba hacia el bosqu
El alfa sentía una feroz guerra dentro de él, una batalla entre lo que sabía que debía hacer y lo que su corazón le dictaba. El vínculo que se había formado con la humana, era un peligro que no había anticipado. Su mente estaba llena de tormentas oscuras, pensamientos que se mezclaban con la preocupación por la manada, por el futuro incierto que podría desatarse si esta situación continuaba."Esto no debía pasar," pensaba, mientras sus ojos recorrían a Lina con una mezcla de urgencia y desespero. Sabía que su presencia en ese lugar ponía en riesgo no solo su vida, sino la de todos los que él amaba, los de su manada. Pero el instinto lo había llevado hasta ella, y ahora su única prioridad era mantenerla a salvo, sin importar las consecuencias.Con voz grave, casi rota, le dijo:—Tienes que irte. Este lugar no es seguro. Es mejor que te vayas, antes de que todo empeore.Lina, desorientada y aterrada, aún no lograba procesar lo que había ocurrido. La confusión y el miedo la envolvían. Co