La casa descansaba en una oscuridad casi palpable, como si el peso de la noche estuviera tratando de aplastarla. Las paredes se agrietaron en lugares, sonidos difusos, amplificados por el silencio, resonaron como tantos recordatorios de su edad avanzada. En la planta baja, una luz lunar débil llena a través de las cortinas, proyectando sombras en movimiento en las paredes de la sala de estar. En su habitación, Alice, acostada en su cama, miró el techo sin poder cerrar los ojos. Su mente estaba constantemente devolviendo los eventos del día: el claro, las sombras, los crepitaciones. No podía convencerse de que no había nada. Cuando estaba a punto de levantarse para ir a la ventana, sonó un ruido sordo, que parecía venir del exterior. Ella se enderezó, sus sentidos alerta. Entonces, se escuchó otra perturbación, esta vez como un murmullo distante, apenas notable. Sus ojos miraban la ventana, donde una silueta indistinta parecía estar surgiendo, pero en un instante, había desaparecid
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