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Capítulo 3: La Exploración Comienza:

La luz de la mañana, atenuada por densas nubes, bañaba la casa con una extraña penumbra. En su interior, tras un desayuno rápido, el grupo parecía vacilante sobre cómo pasar ese primer día. Las tensiones de la noche anterior se habían disipado ligeramente, pero un velo de inquietud aún flotaba en el aire. Lucas, fiel a su rol de animador entusiasta, se aclaró la garganta para llamar la atención.

—Entonces, queridos amigos —dijo con una sonrisa radiante—, ¿qué hacemos hoy? No podemos quedarnos encerrados aquí todo el día, ¿verdad?

Hugo, recostado en un sillón de cuero desgastado, levantó la vista hacia él.

—Yo voto por quedarme tranquilo. La última cosa que quiero es andar de aventurero en el bosque. Este sofá es perfecto, y aquí tengo todo lo que necesito.

—¡Hablas de un espíritu aventurero! —replicó Lucas, alzando los ojos al cielo—. Estamos en un lugar único, Hugo. No se da todos los días la oportunidad de descubrir un lago tan misterioso.

Mathias, que limpiaba el objetivo de su cámara, intervino:

—Estoy de acuerdo con Lucas. Es una oportunidad para captar imágenes que jamás encontraré en la ciudad. Estos bosques, este lago... hay algo verdaderamente único aquí. Me inspira.

Mélanie, sentada en un rincón con una taza de té en las manos, parecía menos convencida.

—Este lago me incomoda —murmuró—. No sé… tengo la impresión de que hay algo extraño. Algo que no se ve, pero que está ahí.

Alice, que miraba silenciosamente por la ventana, se volvió hacia ella:

—¿Tú también lo sientes? Creí ser la única. La casa, el lago… todo aquí parece... demasiado tranquilo.

Lucas soltó una risa suave, tratando de disipar la atmósfera opresiva que se instalaba.

—Vosotros dos pasáis demasiado tiempo viendo películas de terror. Es solo un lago, y esta casa es vieja; nada de más. ¿Sabéis qué? Basta ya. Mathias y yo vamos a explorar un poco. ¿Quién se apunta?

Hugo levantó las manos en señal de negativa.

—Yo no. En serio, Lucas, estoy aquí para relajarme, no para hacer de Indiana Jones.

Mélanie dudó un instante, pero negó con la cabeza.

—Lo siento, prefiero quedarme aquí. Esta casa ya es lo suficientemente... extraña como está.

Lucas suspiró y se volvió hacia Alice.

—¿Y tú, Alice? ¿Te unes o prefieres quedarte aquí escuchando a Mélanie hablar de sus “malas vibraciones”?

Alice frunció ligeramente el ceño. Aunque Lucas solía minimizar lo que los demás sentían, en el fondo sabía que él solo intentaba mantener un ánimo positivo. Finalmente, se encogió de hombros:

—¿Por qué no? No puede hacer daño salir un poco a tomar aire.

En el bosque

Lucas, Mathias y Alice se adentraron en el bosque que rodeaba la casa. Los árboles, altos e imponentes, formaban una especie de catedral natural. El suelo estaba cubierto de hojas muertas y el crujir de sus pasos resonaba en el silencio.

—Debo confesar, —dijo Alice—, que aquí es bastante bello. Pero... también hay algo... no sé cómo decirlo... intimidante.

Mathias, con la cámara en mano, se detuvo para capturar una escena.

—¿Intimidante? Es precisamente eso lo que hace fascinante este lugar. Esas sombras, esos colores... cuentan una historia. Todo aquí parece... congelado en el tiempo.

Lucas caminaba al frente, apartando las ramas con energía desbordante.

—Eso es, Mathias. Hay que saber apreciar la belleza de lo misterioso. Eso es exactamente lo que me encanta de estos lugares apartados. Sin ruidos de ciudad, sin distracciones. Solo nosotros y la naturaleza.

Alice se detuvo y miró a su alrededor.

—¿Escucháis eso? —preguntó de repente.

Los dos chicos se quedaron quietos y escucharon. Un total silencio. Ni trinos de pájaros, ni susurros de viento en las hojas. Nada. Lucas se encogió de hombros.

—¿Y qué? ¿No es normal? Los bosques son tranquilos.

Mathias frunció el ceño.

—No, realmente no. Incluso en los rincones más aislados siempre hay algún sonido. Animales, el viento… algo. Pero aquí es... demasiado silencioso.

Lucas soltó una carcajada.

—Realmente sois unos paranoicos, ¿sabéis? Venga, sigamos. Terminarán alcanzando el lago, apuesto a que desde allí se ve una vista espectacular.

Alice, pese a su malestar, los siguió. No quería quedarse sola en esos bosques silenciosos.

Mientras tanto, en la casa

Mélanie y Hugo se quedaron en la casa. Mélanie se ocupaba de limpiar la cocina, aunque no había casi nada que ordenar. Hugo, fiel a sí mismo, estaba cómodamente instalado en un sillón, con los pies sobre la mesa.

—Sabes, —dijo Mélanie tras un momento en silencio—, me pregunto por qué esta casa ha permanecido vacía tanto tiempo. Hay algo que no encaja.

Hugo se encogió de hombros.

—La gente siempre exagera. Quizás solo estaba demasiado alejada de todo para interesar a alguien.

Mélanie colocó una taza sobre la mesa y fijó la mirada en él.

—Y tú, ¿no sientes nada extraño aquí? ¿Ni siquiera un pequeño escalofrío?

Hugo la miró con una sonrisa burlona.

—Mél, te conozco. Tienes una imaginación desbordante. Pero en serio, esta casa no tiene nada especial, salvo su encanto algo... rústico.

Mélanie se acercó a la ventana y observó el lago.

—Sin embargo, anoche... creí ver algo. Una sombra, o... no sé.

Hugo suspiró.

—Otra vez, tu imaginación te engaña. Mira, si te estresa tanto, ¿por qué no intentas relajarte un poco? Lee un libro, toma una siesta... haz cualquier cosa menos pensar en "sombras".

Mélanie se mordió el labio, poco convencida. Sabía que discutir con Hugo no llevaría a nada; él siempre había sido así, negándose a tomar en serio aquello que no comprendía.

De nuevo en el bosque

Los pasos de Alice se volvieron más intensos, resonando de forma exagerada en ese silencio opresivo. No paraba de mirar a su alrededor, incapaz de disipar la extraña sensación de ser observada.

—Lucas, baja un poco la velocidad —dijo con voz tensa—. ¿Sabes al menos a dónde vamos?

Lucas se volvió, con una sonrisa luminosa.

—Claro que no. ¡Eso es precisamente la aventura! Exploramos, descubrimos. No hace falta un plan.

Mathias, que iba detrás con la cámara en mano, se detuvo nuevamente para capturar algo en la penumbra entre los árboles. Tras pulsar el disparador, frunció el ceño.

—Esperad —dijo, concentrado—. Creo que he captado... algún tipo de movimiento.

Alice se quedó paralizada, helada.

—¿Qué quieres decir con "movimiento"? —preguntó, con un tono que traicionaba su angustia.

Mathias mostró la pantalla de su cámara. La imagen revelaba una forma indistinta, borrosa, que parecía fusionarse con las sombras.

—Seguramente es solo una ilusión. Una rama o una hoja moviéndose —respondió, sin mucha convicción.

Lucas se encogió de hombros, visiblemente poco impresionado.

—Os preocupáis demasiado. Vamos, sigamos. Apuesto a que el lago está al final de este camino y la vista es espectacular.

Alice dudó, pero finalmente siguió detrás de ellos, sintiendo que una creciente sensación de aprensión se apoderaba de su estómago. Mélanie frunció el ceño, disgustada por la despreocupación de Hugo. Abrió la ventana para observar mejor. Una ligera brisa trajo el olor húmedo y almizclado del lago, pero no oyó nada más que el pesado silencio que envolvía el lugar. Retrocedió lentamente, cerrando la ventana con cuidado.

—Si crees que todo es normal aquí, es porque te niegas a ver la verdad —murmuró a Hugo antes de salir de la habitación.

Hugo se encogió de hombros, murmurando para sí mismo: —Una imaginación demasiado fértil, es todo lo que hay…

Mientras tanto, en el bosque, las cosas tomaban un giro aún más extraño. Finalmente, el trío llegó a un claro. En su centro, una amplia extensión de tierra parecía haber sido cuidadosamente despejada de toda vegetación. En medio, se alzaba una serie de piedras dispuestas en círculo.

—¿Ven eso? —murmuró Mathias, abriendo los ojos de par en par.

Alice asintió, sintiendo que sus piernas flaqueaban. Sin embargo, Lucas parecía encantado con el descubrimiento.

—¡Ahora eso es interesante! Parece un antiguo rito o algo por el estilo. ¡Toma fotos, Mathias! Podría ser… histórico.

Mathias se arrodilló para capturar cada detalle, mientras que Alice se quedó a un lado, con el corazón latiendo fuertemente.

—No deberíamos quedarnos aquí —murmuró ella—. Este lugar… hay algo malo en este círculo.

Lucas se echó a reír. —Oh, Alice. Siempre tan dramática. Es solo un círculo de piedras. No hay por qué alarmarse.

Pero ni siquiera él pudo ignorar la extraña sensación de frío que parecía emanar del suelo. Alice se volvió bruscamente, sus ojos escudriñando las sombras que los rodeaban.

—No estamos solos —murmuró finalmente.

Lucas iba a replicar, pero un crujido seco resonó detrás de ellos, dejándolos inmóviles.

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