El crujido seco resonó en el aire tranquilo, y el opresivo silencio que se había instalado hasta entonces pareció romperse, dando paso a una tensión eléctrica. Lucas se quedó congelado, su mirada oscilando entre los árboles inmóviles y el círculo de piedras que se extendía detrás de ellos.—¿Qué fue eso...? —murmuró Mathias, con una voz apenas audible.Alice, con los ojos abiertos de par en par, retrocedió unos pasos, sintiendo en lo más profundo de sí que debía huir.—No deberíamos quedarnos aquí. Tenemos que irnos... ¡ahora!Lucas intentó disimular su malestar con una sonrisa forzada.—Calma, chicos. Seguramente es solo un animal. Se os ocurre un alboroto por nada.Pero antes de que pudiera terminar su frase, otro sonido surgió: un susurro furtivo, como si algo se deslizara entre las hojas secas. Mathias apretó su cámara contra el pecho, lanzando miradas nerviosas alrededor del círculo de piedras.—¿Un animal? ¿Y por qué no vemos nada? ¿Dónde están los pájaros? ¿Dónde están esos son
La casa descansaba en una oscuridad casi palpable, como si el peso de la noche estuviera tratando de aplastarla. Las paredes se agrietaron en lugares, sonidos difusos, amplificados por el silencio, resonaron como tantos recordatorios de su edad avanzada. En la planta baja, una luz lunar débil llena a través de las cortinas, proyectando sombras en movimiento en las paredes de la sala de estar. En su habitación, Alice, acostada en su cama, miró el techo sin poder cerrar los ojos. Su mente estaba constantemente devolviendo los eventos del día: el claro, las sombras, los crepitaciones. No podía convencerse de que no había nada. Cuando estaba a punto de levantarse para ir a la ventana, sonó un ruido sordo, que parecía venir del exterior. Ella se enderezó, sus sentidos alerta. Entonces, se escuchó otra perturbación, esta vez como un murmullo distante, apenas notable. Sus ojos miraban la ventana, donde una silueta indistinta parecía estar surgiendo, pero en un instante, había desaparecid
La tensión en la sala de estar era palpable. Las caras congeladas, las respiraciones seleccionadas, todo parecía suspendido en un silencio opresivo, hasta que el crujido volvió a resonar. Esta vez, parecía más cerca, casi por encima de ellos. Mélanie instintivamente hacia atrás hacia la pared, sus manos temblando mientras abrazaba la lámpara de antorcha que Hugo la había estirado. -Este ... no es el viento, susurró, sus palabras rotas por el miedo. Lucas dio un paso adelante, su mirada remachada en el techo. Por primera vez, no intenta sonreír, para hacer un comentario ligero para calmar los espíritus. Sus hombros estaban tensos, y sus manos, a quienes trató de mantener relajado, traicionó su ansiedad. "Muy bien", dijo, su tono menos seguro que le hubiera gustado. Subimos. Tenemos que ver lo que está pasando. Alice sacudió la cabeza con fuerza. - No, Lucas. No subimos. Y seguramente no todos juntos. Si algo nos espera allí ... - Qué ? interrumpió a Lucas. ¿Quieres que esperemos a
El final del día traía una calma opresiva sobre la ciudad. Alice, con los dedos nerviosamente aferrados a la correa de su mochila, se quedaba inmóvil frente a la ventana. Sus ojos seguían el lento movimiento de las densas nubes que se acumulaban en la lejanía, como una silenciosa promesa de tormenta. Inspiró profundamente, tratando de apaciguar la agitación que bullía dentro de ella. Partir lejos de la ciudad, lejos de sus problemas, parecía una idea perfecta. Sin embargo, una pizca de duda la detenía.Lucas la había convencido, con su entusiasmo desbordante, de que esa casa a orillas del lago sería el lugar ideal para pasar un fin de semana. —Solo nosotros, la naturaleza y la tranquilidad. Verás, es exactamente lo que necesitamos —le había dicho. Pero en el fondo, Alice no estaba segura de si se trataba de una escapada o de enfrentarse a algo aún más insidioso.Un claxon resonó en la calle. Ella se sobresaltó antes de echar un vistazo hacia abajo. La furgoneta de Lucas estaba allí, c
La mañana llegó suavemente, envuelta en un velo gris. El lago, inmóvil y silencioso, parecía un cuadro congelado en el tiempo. Dentro de la casa, las tablas del suelo gemían bajo los pasos, como si la propia casa respirara lentamente. Lucas fue el primero en levantarse, siempre dispuesto a tomar la iniciativa.—¡Vamos, todos! ¡Despertad! ¡Os he prometido un fin de semana inolvidable y comienza ahora! —exclamó mientras tocaba suavemente la puerta de cada habitación.Alice abrió su puerta con los ojos aún pesados de sueño, pero no pudo ignorar el escalofrío que recorrió su cuerpo durante toda la noche. No había dormido, perturbada por ruidos lejanos que había intentado racionalizar.—¿Qué hora es...? —murmuró, ajustándose la chaqueta.—No te preocupes por la hora —respondió Lucas con su eterna sonrisa—. Hoy es día de relajarse. Pero, bueno, espero que estés lista para explorar un poco.Alice frunció el ceño. No estaba segura de estar de humor para explorar, pero tampoco quería ser la qu