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Sobre la oscuridad
Sobre la oscuridad
Por: Martina
Capítulo 1: El Viaje hacia lo Desconocido

El final del día traía una calma opresiva sobre la ciudad. Alice, con los dedos nerviosamente aferrados a la correa de su mochila, se quedaba inmóvil frente a la ventana. Sus ojos seguían el lento movimiento de las densas nubes que se acumulaban en la lejanía, como una silenciosa promesa de tormenta. Inspiró profundamente, tratando de apaciguar la agitación que bullía dentro de ella. Partir lejos de la ciudad, lejos de sus problemas, parecía una idea perfecta. Sin embargo, una pizca de duda la detenía.

Lucas la había convencido, con su entusiasmo desbordante, de que esa casa a orillas del lago sería el lugar ideal para pasar un fin de semana. —Solo nosotros, la naturaleza y la tranquilidad. Verás, es exactamente lo que necesitamos —le había dicho. Pero en el fondo, Alice no estaba segura de si se trataba de una escapada o de enfrentarse a algo aún más insidioso.

Un claxon resonó en la calle. Ella se sobresaltó antes de echar un vistazo hacia abajo. La furgoneta de Lucas estaba allí, con Mathias, Hugo y Mélanie ya a bordo. Lucas le hizo un gesto desde el asiento del conductor, como si quisiera impedirle cambiar de opinión.

Descendió lentamente, ajustándose la mochila sobre los hombros. Al llegar a la puerta de la furgoneta, Mélanie le lanzó una sonrisa alegre. —¡Por fin! Estabas demorando. Ya empezaba a pensar que habías cambiado de opinión. Alice se encogió de hombros, tratando de disimular su malestar. —Solo tenía cosas que preparar. Nada más.

Lucas golpeó suavemente el volante con sus manos, impaciente. —¡Vamos, ¿ya están todos?! ¡Nos vamos! Este fin de semana será inolvidable, se los prometo.

Hugo, siempre dispuesto a bromear, añadió: —Siempre y cuando Mélanie no se asuste al primer sonido extraño. Estamos en una casa antigua, Mél, no en una película de terror. Mélanie puso los ojos en blanco. —Muy gracioso. Veremos quién es el más valiente si algo aterrador sucede.

Lucas arrancó, y la furgoneta se lanzó por la carretera. La conversación ligera entre ellos se llenaba de risas y bromas, mientras Alice permanecía en silencio, observando cómo los paisajes cambiaban progresivamente. Dejaban la ciudad para adentrarse en zonas más rurales, donde los árboles se estiraban hacia el cielo como manos suplicantes.

Mathias, sentado a su lado, examinaba su cámara. —Sabes, este tipo de paisaje es perfecto para tomar fotos oscuras y misteriosas. Ese lago… Siento que me inspirará. Alice asintió, sin ofrecer otra respuesta. Desde la parte delantera, Mélanie se inclinó y dijo, con una sonrisa traviesa: —Entonces, Alice, ¿te vas a quedar callada durante todo el viaje o al fin nos cuentas qué te preocupa? Alice vaciló un instante antes de responder: —Solo estoy cansada. Y… siempre me pareció extraño que se pudiera alquilar una casa tan aislada, casi abandonada.

Hugo estalló en carcajadas. —¿Extraño? Eso es lo que hace que la experiencia sea genial. Sin vecinos, sin ruidos… solo nosotros y la tranquilidad. Mélanie asintió, aunque su expresión se volvió más seria. —Tranquilidad o no, espero que no haya nada… inquietante. Estas casas viejas siempre tienen sus historias, ¿no? Lucas intervino, decidido a disipar sus inquietudes. —Escuchen, amigos. La casa es encantadora. La vi en fotos y tiene todo lo que necesitamos: una chimenea, una vista inmejorable del lago… No hay de qué preocuparse. Confíen en mí.

Pero incluso él parecía algo tenso, quizá porque ya se adentraban en zonas donde la señal telefónica desaparecía poco a poco. La luz del día declinaba rápidamente, y una sombra siniestra parecía envolver el bosque. Mélanie murmuró suavemente: —Espero que no estemos cometiendo un error…

Al girar por el camino que conducía a la casa, todos cayeron en un silencio contemplativo. La vivienda apareció de repente entre los árboles, imponente y amenazante. Sus muros de madera oscura parecían haber absorbido años de soledad y secretos. El lago que se extendía detrás era una superficie negra, inmóvil, que no reflejaba nada del cielo.

Lucas detuvo el vehículo y se volvió hacia los demás con una sonrisa entusiasta. —¡Aquí lo tienen, amigos! Bienvenidos a casa para los próximos dos días. Mélanie casi susurró: —Es... inmenso. Mathias agarró su cámara y tomó algunos disparos a través de la ventana. —No es muy acogedor, pero tiene su encanto.

Alice, por su parte, sintió un escalofrío. Una sensación extraña, como si la casa los observara, los devorara con la mirada.

Al bajar de la furgoneta, Lucas guió al grupo hacia la puerta. Giró una llave oxidada en la cerradura, y un chirrido siniestro retumbó. En el interior, el aire era denso, cargado de humedad. Los muros parecían absorber la luz, sumiendo cada rincón en una penumbra inquietante.

Hugo estalló en risa para aligerar el ambiente. —Perfecto. Solo falta que aparezca un fantasma para completar el cuadro. Mélanie le lanzó una mirada severa. —Para, Hugo. Ya es bastante extraño así.

Lucas dejó sus pertenencias cerca de la entrada. —Bueno, elijan sus habitaciones. Voy a encender la chimenea y a hacer que este lugar se sienta un poco más acogedor.

Alice subió al piso superior, sus pasos resonando sobre las antiguas tablas del suelo. Abrió una puerta al azar y descubrió una habitación extrañamente sencilla. Sin embargo, el aire era gélido, y una tensión invisible pesaba sobre sus hombros. Al abrir la ventana para ventilar, vio el lago: una mancha oscura, inmóvil, que parecía absorber toda la vida a su alrededor. Un ruido de pasos tras ella la hizo sobresaltarse. Mathias entró, con la cámara en mano. —Bonita habitación. Te queda bien. Alice se encogió de hombros. —Si tan solo no me sacara la piel de gallina…

De regreso en el salón, se acomodaron alrededor del fuego. Lucas les mostró un viejo periódico que había hallado en un armario. —Miren esto. Es un poco repugnante, pero parece... intrigante. Hugo se inclinó, examinando las páginas amarillentas. —Quizás encontremos anécdotas espeluznantes. Perfecto para una noche. Mélanie apartó el periódico. —Ni hablar. Prefiero no saber lo que sucedió aquí. Lucas sonrió. —Vamos, ¿dónde está tu espíritu aventurero? Alice observó el periódico, pero una parte de ella no quería que Lucas lo leyera. Había algo inquietante en ello, como si abrir ese libro pudiera despertar algo que debería permanecer dormido.

Conforme avanzaba la noche, comenzaron a escucharse ruidos extraños: un chirrido casi imperceptible, como si en algún lugar de la casa una puerta se abriera lentamente. Hugo intentó bromear de nuevo, pero nadie se rió. Alice se levantó, con la mirada fija en la ventana que daba al lago. —Yo... vi algo. Cerca del lago. Estoy segura de haberlo visto. Lucas negó con la cabeza. —Te estás inventando cosas. No hay nadie aquí. Pero Mélanie murmuró suavemente: —Quizás alguien nos esté mirando…

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