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Capítulo 2: Primeras impresiones inquietantes

La mañana llegó suavemente, envuelta en un velo gris. El lago, inmóvil y silencioso, parecía un cuadro congelado en el tiempo. Dentro de la casa, las tablas del suelo gemían bajo los pasos, como si la propia casa respirara lentamente. Lucas fue el primero en levantarse, siempre dispuesto a tomar la iniciativa.

—¡Vamos, todos! ¡Despertad! ¡Os he prometido un fin de semana inolvidable y comienza ahora! —exclamó mientras tocaba suavemente la puerta de cada habitación.

Alice abrió su puerta con los ojos aún pesados de sueño, pero no pudo ignorar el escalofrío que recorrió su cuerpo durante toda la noche. No había dormido, perturbada por ruidos lejanos que había intentado racionalizar.

—¿Qué hora es...? —murmuró, ajustándose la chaqueta.

—No te preocupes por la hora —respondió Lucas con su eterna sonrisa—. Hoy es día de relajarse. Pero, bueno, espero que estés lista para explorar un poco.

Alice frunció el ceño. No estaba segura de estar de humor para explorar, pero tampoco quería ser la que arruinara el ambiente.

Abajo, Mélanie y Hugo ya estaban instalados alrededor de un desayuno improvisado. Mélanie parecía más calmada que la noche anterior, aunque su mirada se mostraba ausente, como si algo la perturbara.

—¿No dormiste bien? —preguntó Hugo al colocar un cuenco frente a ella.

—Sí… no sé. Esta casa es... extraña —respondió Mélanie, evitando su mirada.

Hugo se encogió de hombros.

—Una casa es solo una casa. Es vieja, eso es todo. No hace falta darle más vueltas.

Mathias entró a su turno, con una cámara en mano. Aunque su cabello estaba despeinado, parecía extrañamente enérgico.

—Os juro que esta casa tiene alma —dijo con entusiasmo mientras tomaba algunas fotos del salón—. Las texturas, las sombras… es perfecto para un proyecto artístico.

Hugo estalló en risa.

—Escucha, fotógrafo: si encuentras un fantasma, llámame. Quiero quedarme en la foto.

Mélanie puso los ojos en blanco.

—Eso no es gracioso.

Alice se sentó junto a Mélanie, observando los objetos que los rodeaban. El viejo periódico que reposaba sobre la mesa llamó su atención, pero decidió no tocarlo. Aun así, no pudo evitar preguntar:

—Lucas… ¿has leído este periódico?

Lucas, ocupado preparando el café, negó con la cabeza.

—Todavía no. Quería esperar a que todos despertaran. Pero ya que estamos, podemos echarle un vistazo.

Mélanie protestó al instante.

—No. No quiero saber lo que dice ese periódico. De pensarlo ya me da miedo.

Mathias intervino, curioso.

—Quizás encontremos alguna anécdota histórica. Estas casas antiguas suelen tener historias fascinantes.

Lucas se sentó a la mesa y abrió el periódico. Las páginas crujieron suavemente, revelando una escritura antigua y elegante.

—Veamos… aquí hay notas sobre… el lago. Y… oh. Una fecha. Aparentemente, de los años cincuenta.

Mélanie se levantó bruscamente.

—No quiero escuchar eso. Podéis leer si queréis, pero yo prefiero salir a tomar aire.

Salió de la casa, dejando a los demás intercambiando miradas dudosas.

—Poco valiente —murmuró Hugo.

Alice, sin embargo, sintió una extraña afinidad con Mélanie. También quería huir de ese periódico, de esa casa, de ese malestar omnipresente.

Lucas siguió hojeando, leyendo en voz baja algunos pasajes.

—"El lago… una fuerza oculta… peligro inminente…" —“Bueno, esto empieza a parecer una novela de terror”, comentó, riendo nerviosamente.

Mathias inclinó la cabeza.

—Quizás es una metáfora. O tal vez solo los delirios de un antiguo propietario.

Alice dudó antes de hablar.

—Lucas, ¿no crees que deberíamos… apartar este periódico? Solo… olvidarlo.

Lucas la miró sorprendido.

—¿Por qué? Es simplemente papel, Alice, nada de mágico ni terrorífico.

Ella guardó silencio. En el fondo, sabía que tenía razón, pero una intuición le decía que algo extraño se ocultaba entre esas páginas.

Mientras tanto, afuera… Mélanie se encontraba junto al lago, con los brazos cruzados. Fijaba con intensidad el agua inmóvil, en busca de un consuelo que no lograba encontrar. La brisa ligera acariciaba su cabello, pero en lugar de calmarla, le daba la sensación de que alguien estaba allí, justo detrás de ella.

Se escucharon pasos resonar sobre el suelo húmedo. Se giró de repente.

—¿Mathias?

Mathias se acercó, con una sonrisa suave en los labios.

—Mel, ¿estás bien? Te fuiste tan rápido…

Ella se encogió de hombros, volviendo a mirar el lago.

—No quería oír lo que decían. Ese periódico, esa casa… Todo me resulta inquietante.

Mathias tomó una foto del lago sin responder de inmediato, y luego habló suavemente:

—Sabes… a veces los lugares nos cuentan historias. Aunque sean silenciosas, tienen peso. Este lago, esta casa… Creo que han sido testigos de cosas.

Mélanie lo miró fijamente, un escalofrío recorriéndole la espalda.

—Prefiero no saberlo.

Mathias posó una mano sobre su hombro.

—Mel, estamos aquí para divertirnos. No dejes que estas impresiones arruinen tu fin de semana. Estamos entre amigos; no puede pasar nada malo.

Mélanie quiso creer en sus palabras, pero en el fondo un duda persistía. Se volvió a observar el lago una última vez antes de regresar a la casa. Sin embargo, no pudo evitar pensar que había visto moverse una sombra, justo bajo la superficie del agua.

Regreso a la casa

Lucas y Hugo debatían ahora sobre el día que les esperaba.

—Propongo que exploremos un poco los alrededores —dijo Lucas con entusiasmo—. Debe haber rincones bonitos alrededor del lago.

—De ninguna manera —respondió Hugo, hundiéndose en un sillón—. Yo quiero relajarme aquí. Ni caminatas, ni exploración.

Alice intervino suavemente.

—Creo que deberíamos mantenernos juntos. Estamos lejos de todo, y esta casa… este lago… no me proporcionan tranquilidad.

Lucas se rió.

—Eres demasiado precavida, Alice. Mira a tu alrededor. Todo está tranquilo, sereno. Nada da miedo.

Alice negó con la cabeza, sintiéndose cada vez más aislada en su malestar. En ese momento, Mélanie y Mathias regresaron, interrumpiendo la conversación. Mélanie parecía más calmada, pero su mirada seguía perdida.

—Entonces, ¿qué hacemos hoy? —preguntó Mathias.

Lucas respondió de inmediato.

—Exploren. Disfruten. Relájense. Pero, sobre todo… dejad atrás vuestros miedos. Os prometo que este fin de semana será perfecto.

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