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Capítulo 4: La Sombra en el Bosque:

El crujido seco resonó en el aire tranquilo, y el opresivo silencio que se había instalado hasta entonces pareció romperse, dando paso a una tensión eléctrica. Lucas se quedó congelado, su mirada oscilando entre los árboles inmóviles y el círculo de piedras que se extendía detrás de ellos.

—¿Qué fue eso...? —murmuró Mathias, con una voz apenas audible.

Alice, con los ojos abiertos de par en par, retrocedió unos pasos, sintiendo en lo más profundo de sí que debía huir.

—No deberíamos quedarnos aquí. Tenemos que irnos... ¡ahora!

Lucas intentó disimular su malestar con una sonrisa forzada.

—Calma, chicos. Seguramente es solo un animal. Se os ocurre un alboroto por nada.

Pero antes de que pudiera terminar su frase, otro sonido surgió: un susurro furtivo, como si algo se deslizara entre las hojas secas. Mathias apretó su cámara contra el pecho, lanzando miradas nerviosas alrededor del círculo de piedras.

—¿Un animal? ¿Y por qué no vemos nada? ¿Dónde están los pájaros? ¿Dónde están esos sonidos que siempre se oyen? —preguntó, con la voz temblorosa.

Lucas negó con la cabeza, esforzándose por recuperar la compostura.

—Escuchad, os estáis dejando llevar por la atmósfera. Es un bosque, aquí no hay nada sobrenatural.

Alice lo miró fijamente, con la rabia y el miedo entremezclados en su mirada.

—No se trata de lo sobrenatural, Lucas. Hay algo. Algo que nos observa.

Lucas abrió la boca para replicar, pero justo en ese instante un tercer crujido se hizo escuchar, mucho más cercano que los anteriores. Los tres amigos se quedaron inmóviles. Incluso Lucas parecía incapaz de ocultar su inquietud.

Mathias, con las manos temblorosas, alzó su cámara y apuntó hacia los árboles.

—Quizás... quizás hay algo ahí.

Capturó una serie de fotos, el ruido del disparo mezclándose con el silencio ambiental. Lucas, cada vez más irritado, hizo un gesto hacia el bosque.

—Voy a ver qué es eso.

Alice agarró su brazo con fuerza.

—No. No vayas.

Lucas levantó la mirada, preparado para protestar, pero se detuvo al ver la determinación en los ojos de Alice. Mathias bajó la cámara, con el rostro pálido.

—De verdad, deberíamos regresar...

Lucas suspiró, algo agobiado, pero finalmente cedió.

—De acuerdo. Ganáis. Pero veréis, no hay nada.

El trío abandonó el claro a paso rápido, con Alice lanzando miradas ansiosas hacia atrás a cada paso. Sentía de forma opresiva que algo los seguía, pero cada vez que se volvía, el bosque parecía inmóvil, congelado en una inquietante tranquilidad.

De regreso en la casa

Mientras tanto, Mélanie y Hugo se encontraban en el salón, con los rostros tensos. Mélanie se levantó en cuanto oyó abrirse la puerta.

—¿Habéis oído algo? —preguntó, con las manos temblorosas.

Lucas se encogió de hombros, intentando adoptar un tono desenfadado.

—Solo unos crujidos. Nada especial. Os preocupáis demasiado.

Alice irrumpió en la sala, su mirada oscura.

—No fueron simples crujidos. Mélanie tenía razón. Hay algo aquí.

Mathias dejó su cámara sobre la mesa y se masajeó las sienes.

—He tomado fotos... No sé qué he captado, pero... algunas de esas imágenes no son normales.

Mélanie se acercó, el corazón latiendo con fuerza.

—Muéstralas.

Mathias encendió la pantalla de su cámara, y el grupo se reunió a su alrededor. Fue deslizando las imágenes de la claridad del claro, hasta que una imagen hizo temblar a Mélanie.

—Es... una sombra. Pero no había nada allí —murmuró.

Alice sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—No es solo una sombra. Es... algo.

Hugo negó con la cabeza, mostrando una sonrisa despreocupada.

—Todos nos estamos dejando llevar por la imaginación. Las sombras, los ruidos... Es solo la casa, el entorno. Nada concreto.

Mélanie cruzó los brazos, con una actitud desafiante.

—¿Y si no fuera así?

Lucas, aunque escéptico, parecía perder parte de su seguridad mientras observaba los rostros de sus amigos. La atmósfera ligera que había intentado mantener se había desmoronado.

El sol declinaba rápidamente, y las sombras de la tarde se extendían por los rincones de la casa, como una presencia silenciosa. Incluso Hugo, habitualmente despreocupado, no podía ignorar el creciente malestar.

Esa noche, cada uno volvió a su habitación, pero ninguno logró conciliar el sueño. El silencio de la casa era opresivo, interrumpido por ruidos extraños: el crujir del suelo, el susurro del viento que parecía colarse por debajo de las puertas.

Alice, recostada en su cama, sintió su corazón acelerarse al oír pasos en el pasillo. Se enderezó, tendiendo el oído. Los pasos se detuvieron frente a su puerta, pero ella no se atrevió a moverse.

Mientras tanto, Mélanie se levantó para asomarse por la ventana, atraída por un leve movimiento cerca del lago. Creyó ver una silueta inmóvil, pero al parpadear, ya había desaparecido.

Hugo, a pesar de su escepticismo, se sobresaltó al escuchar un ruido sordo en su habitación. Miró alrededor, sin percibir algo anormal.

Mathias, en la oscuridad de su cuarto, repasaba sus fotos. Con cada imagen, tenía la sensación de ver algo nuevo: una sombra más definida, una forma que realmente no debía estar.

Entonces, una puerta en el piso superior se golpeó violentamente, rompiendo el silencio. Todos se levantaron de golpe y se reunieron en el salón. Los rostros estaban tensos, llenos de terror, mientras los ruidos parecían acercarse.

La casa parecía respirar, como si estuviera consciente de su presencia... y decidiera, al fin, manifestarse.

En el salón, los amigos se agruparon, con los rostros pálidos iluminados por la parpadeante luz de una lámpara. El pesado silencio era interrumpido únicamente por sus respiraciones entrecortadas.

—¿Qué fue lo que se golpeó? —preguntó Mélanie, con voz casi en un susurro.

Lucas, normalmente tan confiado, no supo qué decir de inmediato. Barrió la sala con la mirada, buscando una respuesta racional.

—Quizás fue el viento —dijo finalmente, aunque su tono carecía de convicción.

Alice frunció el ceño, cruzándose de brazos con determinación.

—¿El viento? Todas las ventanas están cerradas, Lucas. Deja de inventar excusas. Todos sabemos que eso no fue normal.

Hugo, apoyado contra la pared y cruzándose de brazos con una falsa despreocupación, intervino:

—Vais a flipar por nada. Es solo una casa antigua; tiene sus ruidos.

Mélanie le lanzó una mirada fulminante.

—¿Y el círculo de piedras? ¿Las sombras en las fotos? ¿Acaso eso también es normal, Hugo?

Mathias, mirando fijamente su cámara aún sobre la mesa, rompió el silencio:

—Lo que capté en estos bosques no fue "normal". Esas sombras no estaban cuando observaba a través del objetivo. Aparecieron después.

Un silencio glacial se abatió sobre ellos, mientras cada uno digería las palabras de Mathias. Finalmente, Mélanie estrechó los puños y declaró:

—Tenemos que irnos. Mañana por la mañana, hacemos las maletas y nos vamos.

Lucas se encogió de hombros, forzando una sonrisa.

—¡Vamos, Mél! Estamos aquí para divertirnos. No vamos a huir como unos mocosos asustados por unos ruidos.

Alice lo interrumpió, con voz fría.

—No es cuestión de miedo. Algo no quiere que estemos aquí, Lucas. Podéis fingir todo lo que queráis, pero mirad a vuestro alrededor. Todos sentimos lo mismo.

Lucas vaciló un momento, mientras las palabras de Alice se colaban en sus pensamientos. Finalmente, apartó la mirada y calló.

Mélanie suspiró, cansada de la tensión permanente.

—Voy a mi habitación. Si alguien escucha algo esta noche, despierten a todos, ¿vale?

Los demás asintieron antes de dispersarse, cada uno regresando a su refugio en la casa. La sombra del miedo aún pendía sobre ellos, más opresiva que nunca..

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