42. La caída del velo.
Narra Lorena.A veces, el silencio pesa más que la verdad.Esa mañana, cuando desperté en la cama de Ruiz, envuelta en sus brazos como si fueran una soga tibia y perfumada de humo, algo me arañó el pecho desde adentro.No era dolor. Era una advertencia.Sus dedos dormidos rozaban mi cintura, pero su alma ya no estaba allí.No conmigo. No en ese cuarto.La sentí vagar, inquieta, más allá de esas paredes, tramando algo.Lo observé dormir. O fingir dormir, porque nadie como él domina mejor el arte del engaño. Su respiración era pareja, su cuerpo relajado… pero sus párpados se contraían, como si debajo de ellos las pesadillas lo estuvieran entrenando para una guerra que no me había invitado a pelear.Me levanté sin hacer ruido, fui al baño, me mojé la cara. El agua estaba helada, como mi intuición.Algo iba a pasar.Algo grande.Y lo peor: yo era parte del decorado, pero no del guión.Cuando salí, él ya no estaba en la cama. Ni en la habitación.Solo su olor.Tabaco, perfume caro… y traic
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