Todos los capítulos de Alfa Malcolm estos Mellizos ¡Son tuyos!: Capítulo 21 - Capítulo 30
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21. Revelaciones en la oscuridad
—¿Desea que guarde sus pertenencias, milord Alfa? —preguntó Josephine, mientras ese torbellino de emociones agitaba su interior.Mientras ella preparaba la comida, Malcolm había ido a buscar su equipaje, pues una valija descansaba junto a la cama. Era evidente que aquella misión les tomaría tiempo, ya que venía preparado para una estancia prolongada.—No es necesario —respondió Malcolm, levantando la mirada para observarla, y al hacerlo, tragó saliva con dificultad.No sabía si era porque llevaba meses sin estar con su esposa, si se debía al cansancio o a alguna otra razón, pero lo único que podía pensar era que aquella druida le resultaba extraordinariamente hermosa. Incluso en su mente, primitiva y algo perversa de Alfa, sentía un peligroso deseo por descubrir el cuerpo que se ocultaba bajo esa túnica…—Comprendo —dijo Josephine, haciendo una reverencia, sin tener ideas de los lascivos pensamientos de Malcolm—. Lord McTavish... si me disculpa... —Josephine se disponía a marcharse, pe
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22. La decisión
Josephine tragó saliva y sintió que la sangre se le helaba en las venas luego de oír aquello. No había muchos hombres parecidos a Malcolm en Altocúmulo, así que lo único que le vino a la mente fue Gael, el hermano menor de Malcolm, a quien ella había conocido durante su tiempo en los Dominios Elevados. Pero tan solo pensarlo parecía imposible. Él era un lord Alfa tan respetado como Malcolm; resultaba improbable que lo hubieran degradado a un Omega. Sin embargo, si existía la posibilidad de que fuera realmente él quien se ocultaba en el monasterio, la situación era aún más peligrosa de lo que imaginaba.—¿Cuántos eran? —preguntó Josephine, esforzándose por mantener la calma por el bien de sus hijos.—Sentimos a dos más, eran tres en total —respondió Lyra con su vocecita, retorciéndose un mechón de cabello entre los dedos, señal de su nerviosismo—. El del pelo largo y rizado parecía ser el jefe. Los otros dos estaban escondidos, pero podíamos olerlos.—Les prometimos llevarles pan y agua
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23. Memorias a flor de piel
Tiempo después, Josephine se detuvo frente a la puerta del aposento Roble Plateado donde se hospedaba Malcolm. La noche se anunciaba larga y entre sus manos algo temblorosas sostenía un pequeño frasco de aceite aromático, traicionando su nerviosismo por lo que estaba a punto de hacer. Minutos antes, había recorrido el invernadero recolectando hierbas relajantes: lavanda, romero fresco, y un toque de esencia de menta que despertaría los sentidos para los masajes que le daría a su Lobo Rizado.Antes de anunciarse, cerró los ojos y respiró profundamente, sintiendo cómo el aire llenaba sus pulmones mientras intentaba calmar su corazón desbocado. Los secretos que ahora guardaba pesaban como piedras en su conciencia—los Omegas escondidos en el depósito, y la verdadera identidad de sus hijos que Malcolm desconocía—eran demasiado peligrosos.«Tengo que ser fuerte», pensó ella suspirando, y sin esperar más, tocó suavemente la puerta tres veces.—Adelante —respondió la voz grave desde el interio
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24. Entre aceites y verdades
Mientras Josephine continuaba masajeando a Malcolm, sintió que era su oportunidad para investigar un poco sobre él y su vida… deseaba saber si todo lo que se hablaba de él era cierto, por eso, sin poderlo evitar, preguntó:—Milord Alfa, usted ¿Estuvo involucrado en la guerra contra el Distrito de las Sombras? He oído rumores...Malcolm abrió los ojos, sorprendido por la pregunta.—¿Por qué te interesa? —preguntó con suspicacia.Josephine continuó con su labor, deslizando los pulgares a lo largo de su columna brillante por el aceite.—Simple curiosidad, milord —carraspeó su garganta—. En las Tierras Bajas, las noticias de Altocúmulo son escasas y a menudo distorsionadas. Si he sido indiscreta, me disculpo. No fue mi intensión, si así lo prefiere, guardaré silencio…Malcolm no dijo nada durante unos momentos, disfrutando de las manos expertas que trabajaban su espalda. Sin embargo, comprendió que esa curiosidad era normal, él sabía que tenía “una fama” que lo precedía, así que, luego de
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25. Proteger lo que se ama
Las manos de Josephine continuaban deslizándose por los hombros de Malcolm, acariciando sutilmente la base de su cuello, ocasionando que un escalofrío recorriera la columna del Alfa.—Tus manos son... —Malcolm se interrumpió, como si no encontrara las palabras adecuadas—. Tienes un don, druida Fletcher.—Años de práctica, milord McTavish—respondió Josephine, aunque ambos sabían que había algo más, una conexión que iba más allá de la mera habilidad técnica.Malcolm giró levemente la cabeza, intentando mirarla por encima del hombro. Sus ojos grises, aquellos que había heredado Zacary, brillaban con una intensidad que Josephine conocía bien.—¿Por qué siento que te conozco? —preguntó de repente Malcolm, con un tono que mezclaba confusión y algo cercano al enfado, como si ella fuera culpable de un crimen inexplicable—. Hay algo en ti que me resulta... familiar.Josephine sintió que se le detuvo el corazón por un momento. Este era el momento que tanto había temido. Buscó desesperadamente un
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26. El precio de amar a un McTavish
Decidida a tomar el toro por los cuernos, Josephine avanzó por los fríos pasillos de piedra hacia la habitación de la Druida Superiora. A estas horas, la Superiora ya debía estar en sus aposentos, por lo que Josephine redujo su paso, como si cada baldosa que pisaba la acercara más a un inevitable juicio.A esas horas, el monasterio se sumía en un silencio inquietante, apenas interrumpido por el lejano silbido del viento que se colaba entre las grietas de los muros antiguos y el ocasional chirrido de engranajes de algún mecanismo en las habitaciones contiguas. Mientras recorría el pasillo, con el corazón latiéndole con fuerza contra el pecho, unos brazos pequeños y delgados la abrazaron por detrás. Un escalofrío la recorrió antes de soltar un suspiro de alivio. Sin necesidad de voltearse, reconoció al instante el calor familiar de aquel abrazo juguetón.—Zacary —dijo Josephine mientras observaba cómo su hijo soltaba su cintura y se colocaba frente a ella con una sonrisa que iluminaba su
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27. La caída desde las nubes
HACE ONCE AÑOS ATRÁS: DISTRITO CORONA DE NIEBLAYa no importaba lamentarse. Necesitaba encontrar un lugar donde refugiarse, y eso fue lo que se propuso hacer, porque, aunque estaba destrozada por dentro y por fuera, Josephine no tenía intención de rendirse ante la muerte. El instinto de supervivencia latía con más fuerza que el dolor.Cuando entró al Distrito Corona de Niebla, las miradas de los transeúntes se clavaron en ella como flechas. No era de extrañar: debía presentar una imagen lamentable, con el cuero cabelludo expuesto y maltratado, el rostro deformado por los golpes, caminando encorvada y usando un saco raído como única protección contra su desnudez. La vergüenza ardía en sus mejillas con cada mirada, con cada susurro a su paso.Y eso era precisamente lo que Lady McTavish había deseado. La cabeza rapada en una mujer era un símbolo universal de humillación pública, una marca que la identificaba como una prostituta sorprendida en el acto, una "golfa asquerosa" a los ojos de t
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28. Los Hijos del secreto
TIEMPO CUANDO JOSEPHINE LLEGÓ AL MONASTERIO NIEBLA:La Druida Superiora exhaló pesadamente después de oír las palabras de esa druida desterrada, como si el peso de esta decisión la agobiara.—No importa. No puedo echarte. Eres una druida... —dijo con resignación—. Si no rechazamos a los humanos comunes ni a cualquiera que solicite nuestra ayuda, menos puedo hacerlo contigo. Te quedarás en el monasterio. Espero que demuestres tu valía, Druida Fletcher.Los dos Druidas que flanqueaban a la Superiora, testigos silenciosos de aquel intercambio, asintieron con solemnidad. Sus rostros permanecían impasibles, ocultos parcialmente bajo sus capuchas verdes.—Llévenla a una de las habitaciones vacías —ordenó la Superiora—. Que se dé un baño, dele algo de comer y proporciónenle un par de túnicas verdes nuevas. —Su voz se endureció al añadir—: Pero no curen sus heridas. Que sanen de forma natural. Eso le recordará que los Druidas debemos comportarnos con nuestros superiores...Una vez más, Josephi
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29. Bastardos de sangre noble
Los druidas intercambiaron miradas de sorpresa antes de volver a sus posiciones con una nueva urgencia en camino. Siete minutos de esfuerzo más, que a Josephine le parecieron una eternidad, y un segundo llanto se unió al primero. Un varón, más pequeño que su hermana, pero con pulmones igualmente potentes, anunció su llegada al mundo.Solo entonces Josephine sintió que podía relajarse. Un suspiro profundo escapó de sus labios mientras se hundía en las almohadas empapadas. La paz la inundó por primera vez en meses, a pesar del dolor y el agotamiento que atenazaban cada fibra de su ser.La Druida Superiora había permanecido en un rincón de la sala, observando todo el proceso con expresión impasible. Cuando el segundo bebé nació, sus labios se fruncieron con evidente disgusto. No era uno, sino dos hijos fruto de lo que ella consideraba un acto de fornicación impura.Sin permitir siquiera que Josephine disfrutara de estos primeros momentos con sus hijos, la Superiora se acercó al lecho con
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30. El parecido que delata
Josephine se giró hacia su hijo y le ofreció una sonrisa que no alcanzó a iluminar sus ojos azulados. Su preocupación no tenía que ver con la reacción de los Omegas ante la comida. Lo que atormentaba su mente era imaginar cómo Malcolm lograría sacar a esos hombres de allí sin causar un alboroto. En silencio, elevaba plegarias a los dioses, suplicando que ninguno de esos Omegas fugitivos fuera Gael, el hermano de Malcolm. Solo deseaba que todo transcurriera en calma, que Malcolm regresara sano y salvo a su hogar, y que ella pudiera continuar con su vida, con las preocupaciones cotidianas que se centraban en su labor como druida y en la interminable tarea de convencer a la Druida Superiora de que, en cualquier momento, Lyra y Zacary manifestarían poderes druídicos.Esa era la única razón por la que les permitían quedarse en el monasterio. Aunque Josephine sabía, con la certeza dolorosa de quien ha aprendido a leer entre líneas, que cuando sus hijos cumplieran dieciséis años, probablement
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