33. La confesión de la druida
En el momento que Josephine terminó de peinarle el cabello a Lyra, siguió con un misteriosamente callado Zacary, Josephine no quería tocar más el tema, por eso no le preguntó la razón de su silencio, sin embargo, Lyra sí.—¿Y a ti que te pasa? —preguntó la niña, arropada hasta el cuello.—Quisiera ser fuerte, eso estoy pensando, ese lobo malo me dio mucho miedo, porque sé qué soy débil, pero si fuera fuerte, lo hubiese podido enfrentar.Josephine suspiró.—Serás el Alfa Druida más fuerte de todos, pero por ahora, no te preocupes por eso, mi niño —dijo Josephine con ternura mientras terminaba de peinar a su hijo.Luego, se inclinó para darle un beso en la mejilla, pero Zacary, intentando aparentar madurez, se apartó y se limpió el rostro con exagerada indignación.—¡Mamá, no me des besos en la mejilla! Ya no soy un niño —protestó, irguiendo los hombros con orgullo.—¡Claro que sí lo eres, tonto! —exclamó Lyra desde su cama, sacándole la lengua a su hermano.La reacción fue inmediata. Za
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