Todos los capítulos de Alfa Malcolm estos Mellizos ¡Son tuyos!: Capítulo 41 - Capítulo 49
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41. Ascenso sin retorno
El tiempo pareció estirarse mientras salían del pueblo. Cuando finalmente llegaron al punto de embarque del dirigible, divisaron a Malcolm en la distancia. Estaba cruzado de brazos, con su silueta recortada contra el cielo algo nublado, esperándolos en el exterior del transporte volador. El viento azotaba con fuerza en aquella área elevada, ubicada en un punto alto fuera del pueblo del Distrito Corona de Niebla. Josephine reconoció el lugar con un escalofrío que recorrió su espalda: era exactamente el mismo punto desde donde la habían arrojado once años atrás, cuando la lanzaron a su suerte en las Tierras Bajas.La ironía no escapaba a su entendimiento. Ahora era Malcolm quien la llevaba de vuelta, once años después, con los hijos que él desconocía como suyos. Él se había convertido en otra persona, en un Lord Alfa, un hombre lobo de poder. La situación no podía ser más extraña desde su perspectiva; ni en sus sueños más descabellados hubiera imaginado eso que estaba viviendo ahora.Con
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42. Madre antes que todo
En el momento que Malcolm pronunció esas palabras, Josephine sintió que el mundo se detenía a su alrededor. El suave ronroneo del dirigible subiendo hacia las nubes se convirtió en un zumbido distante mientras su corazón daba un vuelco. Era simplemente imposible aceptar un trato así; significaba entregar todo lo que amaba, toda su vida que eran sus hijos. Era como un suicidio del alma.—No —fue lo único que pudo decir Josephine, con la voz quebrada por la conmoción.Malcolm se volteó a mirarla, entrecerrando sus ojos, perplejo.—¿No? —su tono sonaba incrédulo—. ¿Acaso... te estás negando a la propuesta que te estoy haciendo?Josephine inspiró profundamente, reuniendo el valor que creía perdido hace tiempo.—Sí, me estoy negando —declaró con firmeza—. No vas a adoptar a mis hijos —sus palabras salieron claras a pesar del nudo en su garganta—. De hecho, quiero regresar a las Tierras Bajas. Ni mis niños ni yo pertenecemos a Altocúmulo.Al oír eso, el rostro de Malcolm se transformó. Sus r
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43. Hilos de oro entre sus dedos
—Te llevaré al Monasterio —declaró Malcolm con voz áspera—. ¿Acaso estás negándote a una orden directa de un Lord Alfa? —sus ojos brillaron con una frialdad que Josephine nunca había visto en ellos—. Podría incluso encarcelarte si lo deseo.Las palabras golpearon a Josephine como el vapor ardiente de una caldera. Cerró sus ojos con fuerza, intentando contener las lágrimas que amenazaban con traicionar su determinación.—Bien, déjame ahí en el Monasterio Altocúmulo. Yo me las arreglaré —dijo, abriendo los ojos para enfrentarlo. Su mirada, llena de un fuego que ni las alturas podían apagar, se encontró con la de él. En ese instante, Malcolm tenía una expresión extraña en su rostro, una sonrisa torcida que no llegaba a sus ojos, como si supiera algo que ella ignoraba—. ¿Por qué me mira así? ¿Qué le parece tan gracioso? ¿Qué no me está diciendo?—No te estoy ocultando nada, Druida Fletcher… —dijo Malcolm con seriedad, pero su voz tenía un matiz extraño, como si hubiera algo más detrás de s
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44. En la tierra de los poderosos
Conforme avanzaban, los ojos de Josephine, Lyra y Zacary absorbían cada detalle del puerto donde habían descendido. Era un verdadero espectáculo de ingeniería y belleza: dirigibles de diversos tamaños y colores poblaban el cielo, algunos aterrizando con gracia, otros elevándose hacia otros destinos, quizás las otras islas de los Dominios Elevados. A pesar de ser un puerto, el área resplandecía con pisos de piedra pulida que brillaban bajo el sol, árboles ornamentales estratégicamente dispuestos ofrecían sombras refrescantes, y en el ambiente se sentía toda esa actividad constante.Josephine notó que la mayoría de los transeúntes eran notablemente altos y atractivos, probablemente hombres lobo Alfa nobles, por su porte y movimientos. Entre ellos caminaban druidas con túnicas que ondeaban al viento: algunos en rojo intenso, otros en verde bosque, y varios en azul profundo. Estaban en la tierra de los poderosos, y se notaba en cada detalle que vieran.Las mujeres lucían vestidos elegantes
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45. Entre la piedra y el orgullo
TREINTA MINUTOS DESPUÉSEl Monasterio Altocúmulo emergió ante ellos en toda su imponente majestuosidad. Era tan descomunal que hacía que el Monasterio Niebla pareciera una casita de barro en comparación. Este se encontraba construido con piedra caliza blanca que resplandecía bajo el sol, y sus torres se elevaban hacia el cielo como dedos gigantescos que intentaban tocar las nubes.Para alcanzar las enormes puertas principales, labradas con símbolos antiguos y protegidas por gárgolas de piedra vigilantes, debían ascender por una amplia escalinata que parecía no tener fin. El camino hacia dichas escaleras estaba flanqueado por árboles de un verde intenso que se mecían suavemente con la brisa, creando un túnel de sombras frescas.El conjunto resultaba tan abrumador e intimidante que los niños se encogieron involuntariamente, y sus pequeños hombros se hundieron como si quisieran hacerse invisibles.—No me gusta aquí, mami... —susurró Zacary, olvidando su anterior actitud de chico valiente.
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46. Malcolm revela sus cartas
Malcolm permaneció clavado en su sitio por un momento, como una estatua de piedra, pero luego, impulsado por una fuerza que no podía nombrar o comprender, los alcanzó en dos largas y decididas zancadas.—Toma el anillo —insistió el Alfa con voz tensa—. Sé que me necesitarás. ¡No seas terca, mujer! —las últimas palabras surgieron como un gruñido desde lo profundo de su garganta.—¡Te dije que no lo necesito! —respondió ella, destellando una furia que no quería o más bien, no podía disimular—. Ya vete. Regresa con tu esposa, debe estar esperándote... —añadió Josephine, incapaz de contener el veneno de celos que impregnaba sus palabras.Malcolm gruñó, y fue un sonido primitivo y gutural que hizo que los mellizos se estremecieran. Apretó los puños hasta que sus nudillos se tornaron blancos mientras la vena de su sien palpitaba visiblemente. Vio cómo Josephine una vez más reanudaba su marcha hacia el monasterio. Ya estaban cerca, comenzando a subir los primeros peldaños de la escalinata de
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47. Reencuentro en el bosque de los McTavish
Malcolm galopaba con firmeza, sosteniendo a la pequeña Lyra delante de él sobre la montura. El viento fresco agitaba sus cabellos mientras ya estaban avanzando por el sendero. Detrás de Malcolm en su montura, iba Zacary y por último Josephine, quien cubría a Zacary para protegerlo durante el viaje a caballo. Para ese momento, se dirigían hacia el lugar donde Malcolm cuidaba de sus caballos, un sitio que para él era más que eso pero que por supuesto, no se lo dijo a la druida y los cachorros.Cabalgaron durante casi una hora, adentrándose cada vez más en la espesura del Gran Bosque. En el camino, los árboles se alzaban imponentes a ambos lados del camino, formando un techo natural que filtraba la luz del sol en pequeños destellos dorados. Josephine sintió un nudo formarse en su garganta cuando pasaron cerca del castillo que Malcolm había construido. Era una estructura imponente que, si bien no rivalizaba con el majestuoso Castillo Wolfcrest, resultaba asombroso considerando el poco tie
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48. Lo que fue y lo que es
En cuanto terminó de asegurar el caballo prestado, Malcolm regresó a donde Josephine permanecía de pie, esperándolo con el equipaje a sus pies. La luz del atardecer cubría todo el claro con tonos dorados y rojizos, creando un ambiente casi mágico. Josephine lo contemplaba y, sin poder evitarlo, dejó escapar un suspiro profundo. Se sentía extrañamente vulnerable, todo por estar en «ese» lugar.Estaban en el mismo claro donde se habían casado, aunque la cabaña destartalada ya no existía y ahora, ella había regresado en contra de su voluntad con sus dos niños que se encontraban explorando los alrededores con la curiosidad propia de su edad. La casita que Malcolm había construido era un sueño hecho realidad, exactamente como lo habían imaginado juntos años atrás. Y Malcolm... Malcolm lucía hermoso, más varonil de lo que recordaba, con ese aire de autoridad que solo los años le habían otorgado.Mientras él se acercaba a ella con paso tranquilo, Josephine no pudo evitar que los recuerdos in
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49. Memorias de la piel
Después de escuchar las obstinadas palabras de Josephine, Malcolm la miró fijamente y apretó la mandíbula, tanto que los músculos de su rostro se tensaron visiblemente. Sin embargo, optó por guardar silencio, conteniendo lo que fuera que deseaba decir.—Arriba hay dos habitaciones —dijo en su lugar, rompiendo la tensión que se había instalado entre ellos—. Síganme.De esa manera comenzaron a caminar hacia las escaleras de madera que conducían al segundo piso. Josephine y sus niños lo siguieron sin protestar, mientras los pequeños cuchucheaban entre ellos mientras subían los escalones.—En la cocina hay verduras, harina, huevos y frutos del bosque —continuó Malcolm, señalando brevemente hacia la parte trasera de la casa—. También hay carne seca, aunque si desean algo fresco, mañana puedo cazarles algo cuando venga.—Yo lo haré por mi mamá —intervino Zacary con decisión, irguiendo su pequeño cuerpo y frunciendo el ceño.Malcolm, que iba caminando delante del grupo, revoleó los ojos. Un
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