49. Memorias de la piel
Después de escuchar las obstinadas palabras de Josephine, Malcolm la miró fijamente y apretó la mandíbula, tanto que los músculos de su rostro se tensaron visiblemente. Sin embargo, optó por guardar silencio, conteniendo lo que fuera que deseaba decir.—Arriba hay dos habitaciones —dijo en su lugar, rompiendo la tensión que se había instalado entre ellos—. Síganme.De esa manera comenzaron a caminar hacia las escaleras de madera que conducían al segundo piso. Josephine y sus niños lo siguieron sin protestar, mientras los pequeños cuchucheaban entre ellos mientras subían los escalones.—En la cocina hay verduras, harina, huevos y frutos del bosque —continuó Malcolm, señalando brevemente hacia la parte trasera de la casa—. También hay carne seca, aunque si desean algo fresco, mañana puedo cazarles algo cuando venga.—Yo lo haré por mi mamá —intervino Zacary con decisión, irguiendo su pequeño cuerpo y frunciendo el ceño.Malcolm, que iba caminando delante del grupo, revoleó los ojos. Un
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