Ese Malcolm ¿será que lo cumple? ¿Josephine irá rogando para que adopte a sus niños? ¡Descubrelo en los proximos capitulooos!
—Te llevaré al Monasterio —declaró Malcolm con voz áspera—. ¿Acaso estás negándote a una orden directa de un Lord Alfa? —sus ojos brillaron con una frialdad que Josephine nunca había visto en ellos—. Podría incluso encarcelarte si lo deseo.Las palabras golpearon a Josephine como el vapor ardiente de una caldera. Cerró sus ojos con fuerza, intentando contener las lágrimas que amenazaban con traicionar su determinación.—Bien, déjame ahí en el Monasterio Altocúmulo. Yo me las arreglaré —dijo, abriendo los ojos para enfrentarlo. Su mirada, llena de un fuego que ni las alturas podían apagar, se encontró con la de él. En ese instante, Malcolm tenía una expresión extraña en su rostro, una sonrisa torcida que no llegaba a sus ojos, como si supiera algo que ella ignoraba—. ¿Por qué me mira así? ¿Qué le parece tan gracioso? ¿Qué no me está diciendo?—No te estoy ocultando nada, Druida Fletcher… —dijo Malcolm con seriedad, pero su voz tenía un matiz extraño, como si hubiera algo más detrás de s
Conforme avanzaban, los ojos de Josephine, Lyra y Zacary absorbían cada detalle del puerto donde habían descendido. Era un verdadero espectáculo de ingeniería y belleza: dirigibles de diversos tamaños y colores poblaban el cielo, algunos aterrizando con gracia, otros elevándose hacia otros destinos, quizás las otras islas de los Dominios Elevados. A pesar de ser un puerto, el área resplandecía con pisos de piedra pulida que brillaban bajo el sol, árboles ornamentales estratégicamente dispuestos ofrecían sombras refrescantes, y en el ambiente se sentía toda esa actividad constante.Josephine notó que la mayoría de los transeúntes eran notablemente altos y atractivos, probablemente hombres lobo Alfa nobles, por su porte y movimientos. Entre ellos caminaban druidas con túnicas que ondeaban al viento: algunos en rojo intenso, otros en verde bosque, y varios en azul profundo. Estaban en la tierra de los poderosos, y se notaba en cada detalle que vieran.Las mujeres lucían vestidos elegantes
TREINTA MINUTOS DESPUÉSEl Monasterio Altocúmulo emergió ante ellos en toda su imponente majestuosidad. Era tan descomunal que hacía que el Monasterio Niebla pareciera una casita de barro en comparación. Este se encontraba construido con piedra caliza blanca que resplandecía bajo el sol, y sus torres se elevaban hacia el cielo como dedos gigantescos que intentaban tocar las nubes.Para alcanzar las enormes puertas principales, labradas con símbolos antiguos y protegidas por gárgolas de piedra vigilantes, debían ascender por una amplia escalinata que parecía no tener fin. El camino hacia dichas escaleras estaba flanqueado por árboles de un verde intenso que se mecían suavemente con la brisa, creando un túnel de sombras frescas.El conjunto resultaba tan abrumador e intimidante que los niños se encogieron involuntariamente, y sus pequeños hombros se hundieron como si quisieran hacerse invisibles.—No me gusta aquí, mami... —susurró Zacary, olvidando su anterior actitud de chico valiente.
Malcolm permaneció clavado en su sitio por un momento, como una estatua de piedra, pero luego, impulsado por una fuerza que no podía nombrar o comprender, los alcanzó en dos largas y decididas zancadas.—Toma el anillo —insistió el Alfa con voz tensa—. Sé que me necesitarás. ¡No seas terca, mujer! —las últimas palabras surgieron como un gruñido desde lo profundo de su garganta.—¡Te dije que no lo necesito! —respondió ella, destellando una furia que no quería o más bien, no podía disimular—. Ya vete. Regresa con tu esposa, debe estar esperándote... —añadió Josephine, incapaz de contener el veneno de celos que impregnaba sus palabras.Malcolm gruñó, y fue un sonido primitivo y gutural que hizo que los mellizos se estremecieran. Apretó los puños hasta que sus nudillos se tornaron blancos mientras la vena de su sien palpitaba visiblemente. Vio cómo Josephine una vez más reanudaba su marcha hacia el monasterio. Ya estaban cerca, comenzando a subir los primeros peldaños de la escalinata de
«Narra Josephine»No pude controlar el temblor de mis manos mientras Malcolm deslizaba el anillo en mi dedo. No temblaba por nerviosismo o porque me arrepintiera, temblaba por miedo. Porque allí en los Dominios Elevados, donde solo vivía la élite de los Alfas, amar a quien no debías podía llevarte a la muerte.—La luna y las estrellas son testigos de esta unión —dijo Malcolm, y noté cómo su voz, normalmente firme, también temblaba—. Yo, Malcolm I McTavish, te tomo como mi esposa y compañera de vida, a ti, Josie.Ambos sonreímos cuando me llamó "Josie". Un pequeño momento de complicidad en medio del peligro.—Josephine Fletcher... —susurré, diciéndole mi nombre completo.Malcolm sonrió, mirándome con esos ojos grises azulados que tanto me gustaban, diciendo:—Te tomo como mi esposa y compañera de vida, Josephine Fletcher…En ese momento, nos encontrábamos en una pequeña cabaña abandonada en el borde del "Gran Bosque" que apenas era visible en la oscuridad. Pero dentro de la cabaña, las
«Narra Josephine»Malcolm se tensó mirando hacia la ventana, pude ver cómo su cuerpo ya estaba listo para transformarse y protegerme. Contuvo la respiración, agudizando sus sentidos de Alfa, pero luego, pude ver cómo sus hombros se relajaron y dejó de tener el ceño fruncido.—Solo es un animal —susurró tras unos segundos eternos.Exhalé, pero el miedo no me abandonó. ¿Cómo podría? Estaba a punto de huir con el hijo del segundo hombre más poderoso del reino, un Alfa prometido a la hija de la manada Silvercliff. En el reino había tres familias Alfas poderosas: la familia real, que era la manada Lycanburg, luego estaban los McTavish y seguían los Silvercliff. Malcolm estaba comprometido con la hija de los Silvercliff desde que tenía memoria, ya que esa unión sellaría el control absoluto sobre las minas de aerolita y, con ellas, el poder sobre todos los Dominios Elevados que eran donde vivían los poderosos.Y yo, ¿quién era yo? Una druida huérfana, talentosa sí, pero nacida en las Tierras
ONCE AÑOS DESPUÉSTIERRAS BAJAS: DISTRITO CORONA DE NIEBLA«Narración general»—¡Zacary, no te alejes tanto! —llamó Josephine al ver cómo su hijo de diez años se adelantaba corriendo—. Lyra, cariño, ¿podrías vigilar a tu hermano?—Sí, mami —respondió la niña mirando a su madre—. ¡Zacary! —gritó Lyra—. ¡No te alejes demasiado!—¡Cállate, Lyra, tú no me das órdenes! —replicó el pequeño a su hermana melliza.—¡Zacary! —exclamó Josephine, y bastó con ese tono para que su niño se encogiera de hombros, redujera el paso y esperara a su hermana y a su madre.—Mami, déjame ayudarte con la tinaja, sabes que puedo —pidió Zacary, extendiendo sus brazos hacia el pesado recipiente que su madre cargaba.—No, mi amor, luego sospecharían... recuerda, un niño de diez años no debería poder cargar algo tan pesado. ¿Qué es lo que no deben saber los del pueblo?—No deben saber que soy un lobo, ya lo sé —respondió el pequeño poniendo los ojos en blanco, cansado de escuchar siempre la misma advertencia.—Exa
—Mamá, mira —Lyra señaló hacia el pozo que ya se divisaba en el claro—. Hay mucha gente hoy. ¿Por qué será? —preguntó la niña, quien llevaba un ramo de flores recogidas durante el camino, mientras Zacary blandía un palo que usaba como espada.—Es extraño... nunca está tan concurrido a esta hora —comentó Josephine, reacomodando la tinaja entre sus manos.Una pequeña multitud se agolpaba alrededor del pozo de piedra: principalmente mujeres y algunos niños, todos con cubos, cántaros y tinajas, esperando su turno. Josephine apretó inconscientemente los labios.—Quédense cerca de mí —murmuró—. Y recuerden...—Somos humanos, somos druidas en formación —recitó Zacary en voz baja, rodando los ojos con exasperación adolescente prematura—. Lo sabemos, mamá.Al instante recibió un golpe de su hermana en el brazo.—¡Volviste a rodar los ojos!—¡Lo hago sin pensar! —se defendió Zacary, encogiéndose de hombros.El niño no comprendía realmente el peligro. ¿Cómo podría? Josephine había ocultado mucha