«Narra Josephine»
No pude controlar el temblor de mis manos mientras Malcolm deslizaba el anillo en mi dedo. No temblaba por nerviosismo o porque me arrepintiera, temblaba por miedo. Porque allí en los Dominios Elevados, donde solo vivía la élite de los Alfas, amar a quien no debías podía llevarte a la muerte.
—La luna y las estrellas son testigos de esta unión —dijo Malcolm, y noté cómo su voz, normalmente firme, también temblaba—. Yo, Malcolm I McTavish, te tomo como mi esposa y compañera de vida, a ti, Josie.
Ambos sonreímos cuando me llamó "Josie". Un pequeño momento de complicidad en medio del peligro.
—Josephine Fletcher... —susurré, diciéndole mi nombre completo.
Malcolm sonrió, mirándome con esos ojos grises azulados que tanto me gustaban, diciendo:
—Te tomo como mi esposa y compañera de vida, Josephine Fletcher…
En ese momento, nos encontrábamos en una pequeña cabaña abandonada en el borde del "Gran Bosque" que apenas era visible en la oscuridad. Pero dentro de la cabaña, las velas que habíamos traído nos iluminaban lo necesario para no estar completamente a oscuras. Ese lugar, tan sencillo, tan... simple, era un espacio indigno para el heredero de la manada McTavish; sin embargo, era el único sitio donde podíamos jurar amor eterno sin que nos descubrieran.
—Sé que no tengo derecho a ti —susurré, colocándole un anillo en su dedo—. Pero mi corazón no entiende de jerarquías ni de dominios —dije, alzando mi mirada hacia él porque mi Malcolm era más alto que yo por mucho.
Sí, "mi" compañero, mío... nadie podía quitármelo, o al menos eso era lo que deseaba creer, con mucho temor. En ese momento, Malcolm sonrió, y pude ver cómo sus hermosos ojos brillaron un poco. Para el mundo, él era el futuro líder de la manada más poderosa de Altocúmulo de los Dominios Elevados, el hijo del temible Lord Alfa Augustus McTavish. Para mí, simplemente era el niño que me había regalado una flor cuando llegué huérfana al castillo Wolfcrest —el hogar de Malcolm— hacía ocho años, cuando él tenía doce y yo apenas diez años.
—Al amanecer —comenzó a decir Malcolm, se le veía serio, podría jurar que estaba tan nervioso como yo, pero sabía disimularlo bien, después de todo, era un Alfa— tomaremos un dirigible hacia las Tierras Exteriores —dijo, sosteniendo mis manos—. Ya tengo los documentos falsos y suficiente oro para empezar de nuevo.
—Entiendo... —fue lo único que pude decir, intentando ignorar el nudo en mi garganta.
¿Realmente podría Malcolm, nacido en la cúspide de los Alfas, acostumbrarse a una vida lejos de los Dominios Elevados? En la parte baja donde solo vivían los menos afortunados, ¿podría yo vivir con la culpa de haberlo alejado de todo lo que conocía?
—¿Y si nos encuentran en cualquier momento? —pregunté sin poderlo evitar, mirando nerviosamente hacia la ventana.
—No lo harán —aseguró mi amado, aunque vi la duda asomarse por un instante en sus ojos, no lo culpaba, yo me sentía igual, él era muy importante, y yo... yo solo era un problema, desde el punto de vista del reino y las jerarquías—. En este instante, mi padre está ocupado con la recepción del embajador de las Tierras del Este. No notarán mi ausencia hasta mañana. Lo planeé todo a la perfección, mi "Druida Dorada".
Yo sonreí, así es como él me llamaba, "Druida dorada" era por mi cabello rubio, y porque... era una druida, aunque eso no me hacía importante, no en su mundo...
—No nos encontrarán —repitió Malcolm una vez más, como para convencerse a sí mismo de que así sucedería.
Sin embargo, él no mencionó lo que ambos sabíamos: si nos encontraban, él enfrentaría deshonra y exilio. Yo enfrentaría algo peor, posiblemente me colgarían como una criminal, ambos corríamos peligro en nuestra unión. Después de todo, los druidas que transgredían los límites con los licántropos Alfa no vivían para contarlo.
—Continuemos —dijo el anciano druida que nos casaba, carraspeando su garganta, como diciendo así que continuáramos con la ceremonia.
No estábamos solos, por supuesto que no. Malcolm y yo convencimos al anciano druida Alder, mi mentor y a quien consideraba casi un padre, para que nos casara y así nuestro matrimonio fuera legítimo ante las leyes, los dioses y la tierra. Confiábamos mucho en él, gracias a los dioses accedió a ayudarnos. Su rostro arrugado mostraba tanto apoyo como preocupación en ese momento.
—Deben completar el ritual antes de la medianoche —nos recordó Alder—. La luna llena está en su punto más favorable para sellar un vínculo entre compañeros destinados.
Malcolm asintió y tomó el pequeño cuchillo ceremonial. Sin titubear, hizo un corte en su palma, y luego, con infinita delicadeza, también cortó la palma de mi mano. Nuestras sangres se mezclaron cuando unimos nuestras manos.
—Mi sangre a tu sangre —recitamos juntos al unísono como si dijéramos un coro—. Mi vida a tu vida, mi alma a tu alma —sonábamos hermosos recitando el ritual de unión.
Sonreí mirando a mi amado mientras sentía un calor extraño pero agradable ascendiendo por mi brazo. Los druidas siempre describían el vínculo entre compañeros destinados como algo místico. Cuando dos almas predestinadas unen sus sangres, ocurre algo verdaderamente increíble, una sensación indescriptible. Ahora lo entendía. Era como si una parte de Malcolm viviera en mi interior, y una parte mía en él. Después de todo, éramos almas gemelas, a pesar de que yo era una humana Druida, y él un hombre lobo Alfa... a pesar de que la sociedad dijera lo contrario, Malcolm y yo éramos la mitad del otro.
Después de la unión de nuestras sangres, Alder comenzó a cantar suavemente en el antiguo idioma druídico, y las velas parpadearon. Ese era el momento más peligroso del ritual. Si algún licántropo captaba la energía que estábamos liberando...
Fue en ese momento que escuchamos un crujido en el exterior que me heló la sangre... ¿nos habían descubierto?
«Narra Josephine»Malcolm se tensó mirando hacia la ventana, pude ver cómo su cuerpo ya estaba listo para transformarse y protegerme. Contuvo la respiración, agudizando sus sentidos de Alfa, pero luego, pude ver cómo sus hombros se relajaron y dejó de tener el ceño fruncido.—Solo es un animal —susurró tras unos segundos eternos.Exhalé, pero el miedo no me abandonó. ¿Cómo podría? Estaba a punto de huir con el hijo del segundo hombre más poderoso del reino, un Alfa prometido a la hija de la manada Silvercliff. En el reino había tres familias Alfas poderosas: la familia real, que era la manada Lycanburg, luego estaban los McTavish y seguían los Silvercliff. Malcolm estaba comprometido con la hija de los Silvercliff desde que tenía memoria, ya que esa unión sellaría el control absoluto sobre las minas de aerolita y, con ellas, el poder sobre todos los Dominios Elevados que eran donde vivían los poderosos.Y yo, ¿quién era yo? Una druida huérfana, talentosa sí, pero nacida en las Tierras
ONCE AÑOS DESPUÉSTIERRAS BAJAS: DISTRITO CORONA DE NIEBLA«Narración general»—¡Zacary, no te alejes tanto! —llamó Josephine al ver cómo su hijo de diez años se adelantaba corriendo—. Lyra, cariño, ¿podrías vigilar a tu hermano?—Sí, mami —respondió la niña mirando a su madre—. ¡Zacary! —gritó Lyra—. ¡No te alejes demasiado!—¡Cállate, Lyra, tú no me das órdenes! —replicó el pequeño a su hermana melliza.—¡Zacary! —exclamó Josephine, y bastó con ese tono para que su niño se encogiera de hombros, redujera el paso y esperara a su hermana y a su madre.—Mami, déjame ayudarte con la tinaja, sabes que puedo —pidió Zacary, extendiendo sus brazos hacia el pesado recipiente que su madre cargaba.—No, mi amor, luego sospecharían... recuerda, un niño de diez años no debería poder cargar algo tan pesado. ¿Qué es lo que no deben saber los del pueblo?—No deben saber que soy un lobo, ya lo sé —respondió el pequeño poniendo los ojos en blanco, cansado de escuchar siempre la misma advertencia.—Exa
—Mamá, mira —Lyra señaló hacia el pozo que ya se divisaba en el claro—. Hay mucha gente hoy. ¿Por qué será? —preguntó la niña, quien llevaba un ramo de flores recogidas durante el camino, mientras Zacary blandía un palo que usaba como espada.—Es extraño... nunca está tan concurrido a esta hora —comentó Josephine, reacomodando la tinaja entre sus manos.Una pequeña multitud se agolpaba alrededor del pozo de piedra: principalmente mujeres y algunos niños, todos con cubos, cántaros y tinajas, esperando su turno. Josephine apretó inconscientemente los labios.—Quédense cerca de mí —murmuró—. Y recuerden...—Somos humanos, somos druidas en formación —recitó Zacary en voz baja, rodando los ojos con exasperación adolescente prematura—. Lo sabemos, mamá.Al instante recibió un golpe de su hermana en el brazo.—¡Volviste a rodar los ojos!—¡Lo hago sin pensar! —se defendió Zacary, encogiéndose de hombros.El niño no comprendía realmente el peligro. ¿Cómo podría? Josephine había ocultado mucha
Con el corazón martilleando contra sus costillas, Josephine dejó su tinaja en el suelo, como si quisiera descansar. Rápidamente metió la mano en su túnica y sacó un polvo que siempre llevaba "por si las dudas", el cual espolvoreó en el rostro de sus hijos mientras fingía acariciarlos. Era un inhibidor de olor.—¡Te estoy llamando, druida! —gritó el hombre, reconociendo a Josephine por su túnica verde con capucha, el color distintivo de los druidas especializados en pociones.Josephine se volvió lentamente, manteniendo a los niños parcialmente ocultos tras su cuerpo.—Buenos días, señores —saludó, bajando la mirada como correspondía a una simple druida de las Tierras Bajas ante la autoridad—. ¿En qué puedo ayudarlos?El capitán se acercó, escrutándola con ojos entrecerrados. Llevaba una lista en la mano donde también figuraban nombres de mujeres.—¿Nombre?—Josephine Fletcher, druida del Círculo de la Niebla.El hombre consultó su lista, y Josephine sintió que el tiempo se detenía. ¿Y
Malcolm observó con fría indiferencia cómo la druida y los dos niños se alejaban por el sendero. No sintió el más mínimo remordimiento por haberla empujado con aquella violencia, aunque notó que ella se había lastimado la mano. No era gran cosa; ella, como druida, podría curarse fácilmente. Sin embargo, algo en ese trío —la mujer y los niños— le resultaba inquietante, aunque no lograba identificar qué exactamente.«Solo estoy cansado», pensó, sacudiendo la cabeza para despejarse antes de continuar con su trabajo. Y realmente estaba exhausto; apenas había dormido cuatro horas en la última semana, lo que ya finalmente comenzaba a pasarle factura.—Capitán —exclamó Malcolm con ese tono autoritario que lo caracterizaba—, ordene que todos formen una fila. Cualquiera que intente marcharse sin ser revisado será arrestado inmediatamente. No perdamos más tiempo.—Enseguida, lord Alfa McTavish —respondió el capitán, acatando las órdenes de su señor.Buscaban a cinco Omegas y cuatro druidas. Ent
La señora Ruffus bajó aún más la mirada, el lord Alfa estaba haciendo preguntas que ella sentía podrían ser peligrosas para ella, y para la joven druida.—No lo sabemos, mi señor... —respondió la mujer encogiéndose de hombros.Malcolm permaneció en silencio durante varios segundos. Una punzada de dolor atravesó su sien; hablar sobre ese tema solo estaba empeorando su dolor de cabeza y no sabía si era porque se estaba desviando del tema, o el cansancio le estaba haciendo una jugarreta, aunque la verdad era, ese “dolor de cabeza” tenía un trasfondo más profundo…HACE ONCE AÑOS ATRÁS:—¡No lo permitiré! ¡No me arrancarán el lazo con mi destinada! —rugió Malcolm, preparándose para luchar. Sus ojos cambiaron de color instantáneamente, y sus garras comenzaron a emerger.Pero antes de que pudiera transformarse por completo, los guardias lo inmovilizaron de nuevo, pinchándolo con una aguja que contenía un potente tranquilizante para licántropos. Perdió la fuerza, pero se mantuvo consciente; l
Malcolm se detuvo frente al Monasterio Niebla. No era particularmente imponente, al menos no si lo comparaba con los majestuosos monasterios druidas de Altocúmulo. Este lucía más bien desgastado por el paso del tiempo; la entrada necesitaba urgentemente una mano de pintura y las paredes de piedra gris estaban casi completamente conquistadas por enredaderas que trepaban como dedos verdes por la fachada.La filosofía del Monasterio Niebla era que siempre mantenía sus puertas abiertas para cualquiera que buscara refugio o consejo, sin importar su condición o rango. Incluso para Alfas distinguidos como Malcolm. Entonces, sin perder más tiempo, el Alfa desmontó de su caballo zaino, lo guio hasta el área designada para las monturas y lo aseguró con cuidado antes de dirigirse hacia la entrada.Al cruzar el umbral, notó cómo varios druidas con sus características capas verdes con capucha lo observaban con curiosidad y respeto, inclinándose ligeramente a su paso en señal de reconocimiento. El i
Malcolm miraba fijamente a la mujer druida, estudiando con sus ojos penetrantes cada detalle de su rostro como si buscara algo perdido hace mucho tiempo.—Vengo a hacerte unas preguntas —declaró con seriedad, midiendo cuidadosamente cada palabra para no revelar nada más que autoridad.—Entonces vayamos a un lugar privado —sugirió ella, realizando una pequeña reverencia como dictaba el protocolo para todos los visitantes de Las Tierras Elevadas. Sin añadir más, se dio la vuelta, confiando en que él la seguiría.Caminando delante de él, Josephine lo condujo estratégicamente hacia un lugar donde sabía que nadie podría escuchar su conversación y donde sus niños no aparecerían: el invernadero ubicado en lo alto de la torre norte. El Monasterio contaba con cuatro torres, siendo la del norte la más apartada y solitaria. Durante el trayecto, Josephine caminaba con paso firme a varios metros de distancia de Malcolm, quien la seguía en silencio. Pasados los minutos, él comenzó a sentirse inquiet