¿Será que dentro del monasterio hubo otro druida que los ayudó? ¿Quien podrá ser? ¡Entérense en los proximos capitulooos! gracias por leer!
Tiempo después, los guardias sacaron a los prisioneros del depósito y los llevaron a uno de los patios exteriores del monasterio. Era un espacio abierto cerca de la salida principal, rodeado por antiguos muros de piedra parcialmente cubiertos de enredaderas. Sobre ellos, se podía ver claramente el cielo de esas horas de la mañana, casi mediodía.En el instante que Malcolm llegó al patio vio que ya tenían a los Omegas alineados y asegurados, listos para partir. El aire fresco del exterior contrastaba con el ambiente viciado del depósito donde los habían encontrado. Aunque los informes se lo habían advertido —informes que él había recibido con escepticismo hasta el último momento— ver a su hermano menor Gael en persona, de pie entre los demás prisioneros en ese espacio abierto, fue como recibir un puñetazo en el estómago.Ahí estaba, atado de manos junto a otros dos Alfas degradados a la condición de Omega, pero inconfundible a pesar de su estado lamentable. Malcolm cruzó el empedrado, m
—Si lo vi, es un mocoso plebeyo con pésimos modales —replicó Malcolm con un tono defensivo que traicionaba su inquietud ante la pregunta de Gael—. Y en cuanto al parecido que tenemos, cualquiera puede tener el cabello rizado y la piel canela. Nuestros rasgos no son únicos...Un rayo de luz que se filtraba entre las nubes iluminó el rostro de Gael, resaltando la sangre seca en la comisura de sus labios y la chispa maliciosa en sus ojos cafés.—Sí, es cierto —respondió, sonriendo con un placer que le costaba disimular. Sabía perfectamente que Malcolm no podía percibir los aromas de esos niños, ni reconocer a Josephine si alguna vez se hubieran cruzado en el monasterio. La pérdida del olfato licántropo y el lazo era como arrancarle una parte del alma a un hombre lobo.Sin embargo, a Gael le resultaba deliciosamente irónico que su hermano, quien lo “tenía todo”, realmente fuera tan miserable: castrado en sus sentidos, sin olfato y prácticamente ciego para las señales que cualquier otro lob
Mientras el guardia esperaba al otro lado de la puerta de la habitación de la Druida Fletcher, ella sentía un nudo en el estómago que se tensaba con cada latido. Sus manos temblorosas empacaban apresuradamente mientras intentaba mantener la calma ante sus pequeños. Metió en dos mochilas de cuero desgastado sus preciados frascos de pociones, translúcidos y con líquidos de colores que brillaban tenuemente bajo la luz que entraba desde la ventana. También guardó con cuidado los ingredientes para el inhibidor de olor que siempre usaba en sus hijos —vital para su supervivencia— junto con varios libros que consideró más importantes, sintiéndose triste porque no podía llevarse todos.Josie dobló con ternura la ropita que estaba en mejores condiciones de sus hijos: pequeñas camisas remendadas pero limpias, pantalones que habían resistido el paso del tiempo y un par de capas para protegerlos del frío que seguramente encontrarían en Altocúmulo. No olvidó las muñecas de trapo de Lyra, con sus so
Con esa decisión tomada, salieron de la habitación cogiendo las dos mochilas con sus pertenencias. Zacary, queriendo demostrar su valía, insistió en llevar la más pesada a pesar de que sus pequeños hombros se doblaban ligeramente bajo el peso. Josephine cargaba la que contenía sus preciadas botellas con pociones y otros elementos frágiles, protegiéndolos como si fueran extensiones de su propio ser.Al salir al pasillo donde aguardaba su escolta el capitán Alfa, Josephine se aclaró la garganta antes de hablar:—Señor capitán, ¿podemos ir a buscar algo de comer? Los niños y yo no hemos desayunado —solicitó, manteniendo la dignidad a pesar de sentirse vulnerable en aquel vestido ajeno a su identidad de druida.El capitán exhaló un suspiro fastidiado y cuando estaba a punto de responder, el sonido de pasos apresurados llenó el corredor. Aparecieron cinco druidas, avanzando con prisa hacia ellos. Entre el grupo destacaba Helen, la mujer que había sostenido la mano de Josephine durante el d
El tiempo pareció estirarse mientras salían del pueblo. Cuando finalmente llegaron al punto de embarque del dirigible, divisaron a Malcolm en la distancia. Estaba cruzado de brazos, con su silueta recortada contra el cielo algo nublado, esperándolos en el exterior del transporte volador. El viento azotaba con fuerza en aquella área elevada, ubicada en un punto alto fuera del pueblo del Distrito Corona de Niebla. Josephine reconoció el lugar con un escalofrío que recorrió su espalda: era exactamente el mismo punto desde donde la habían arrojado once años atrás, cuando la lanzaron a su suerte en las Tierras Bajas.La ironía no escapaba a su entendimiento. Ahora era Malcolm quien la llevaba de vuelta, once años después, con los hijos que él desconocía como suyos. Él se había convertido en otra persona, en un Lord Alfa, un hombre lobo de poder. La situación no podía ser más extraña desde su perspectiva; ni en sus sueños más descabellados hubiera imaginado eso que estaba viviendo ahora.Co
«Narra Josephine»No pude controlar el temblor de mis manos mientras Malcolm deslizaba el anillo en mi dedo. No temblaba por nerviosismo o porque me arrepintiera, temblaba por miedo. Porque allí en los Dominios Elevados, donde solo vivía la élite de los Alfas, amar a quien no debías podía llevarte a la muerte.—La luna y las estrellas son testigos de esta unión —dijo Malcolm, y noté cómo su voz, normalmente firme, también temblaba—. Yo, Malcolm I McTavish, te tomo como mi esposa y compañera de vida, a ti, Josie.Ambos sonreímos cuando me llamó "Josie". Un pequeño momento de complicidad en medio del peligro.—Josephine Fletcher... —susurré, diciéndole mi nombre completo.Malcolm sonrió, mirándome con esos ojos grises azulados que tanto me gustaban, diciendo:—Te tomo como mi esposa y compañera de vida, Josephine Fletcher…En ese momento, nos encontrábamos en una pequeña cabaña abandonada en el borde del "Gran Bosque" que apenas era visible en la oscuridad. Pero dentro de la cabaña, las
«Narra Josephine»Malcolm se tensó mirando hacia la ventana, pude ver cómo su cuerpo ya estaba listo para transformarse y protegerme. Contuvo la respiración, agudizando sus sentidos de Alfa, pero luego, pude ver cómo sus hombros se relajaron y dejó de tener el ceño fruncido.—Solo es un animal —susurró tras unos segundos eternos.Exhalé, pero el miedo no me abandonó. ¿Cómo podría? Estaba a punto de huir con el hijo del segundo hombre más poderoso del reino, un Alfa prometido a la hija de la manada Silvercliff. En el reino había tres familias Alfas poderosas: la familia real, que era la manada Lycanburg, luego estaban los McTavish y seguían los Silvercliff. Malcolm estaba comprometido con la hija de los Silvercliff desde que tenía memoria, ya que esa unión sellaría el control absoluto sobre las minas de aerolita y, con ellas, el poder sobre todos los Dominios Elevados que eran donde vivían los poderosos.Y yo, ¿quién era yo? Una druida huérfana, talentosa sí, pero nacida en las Tierras
ONCE AÑOS DESPUÉSTIERRAS BAJAS: DISTRITO CORONA DE NIEBLA«Narración general»—¡Zacary, no te alejes tanto! —llamó Josephine al ver cómo su hijo de diez años se adelantaba corriendo—. Lyra, cariño, ¿podrías vigilar a tu hermano?—Sí, mami —respondió la niña mirando a su madre—. ¡Zacary! —gritó Lyra—. ¡No te alejes demasiado!—¡Cállate, Lyra, tú no me das órdenes! —replicó el pequeño a su hermana melliza.—¡Zacary! —exclamó Josephine, y bastó con ese tono para que su niño se encogiera de hombros, redujera el paso y esperara a su hermana y a su madre.—Mami, déjame ayudarte con la tinaja, sabes que puedo —pidió Zacary, extendiendo sus brazos hacia el pesado recipiente que su madre cargaba.—No, mi amor, luego sospecharían... recuerda, un niño de diez años no debería poder cargar algo tan pesado. ¿Qué es lo que no deben saber los del pueblo?—No deben saber que soy un lobo, ya lo sé —respondió el pequeño poniendo los ojos en blanco, cansado de escuchar siempre la misma advertencia.—Exa