¿Josephine los delatará? ¡Descubranlo en los proximos capitulooos!
Josephine se giró hacia su hijo y le ofreció una sonrisa que no alcanzó a iluminar sus ojos azulados. Su preocupación no tenía que ver con la reacción de los Omegas ante la comida. Lo que atormentaba su mente era imaginar cómo Malcolm lograría sacar a esos hombres de allí sin causar un alboroto. En silencio, elevaba plegarias a los dioses, suplicando que ninguno de esos Omegas fugitivos fuera Gael, el hermano de Malcolm. Solo deseaba que todo transcurriera en calma, que Malcolm regresara sano y salvo a su hogar, y que ella pudiera continuar con su vida, con las preocupaciones cotidianas que se centraban en su labor como druida y en la interminable tarea de convencer a la Druida Superiora de que, en cualquier momento, Lyra y Zacary manifestarían poderes druídicos.Esa era la única razón por la que les permitían quedarse en el monasterio. Aunque Josephine sabía, con la certeza dolorosa de quien ha aprendido a leer entre líneas, que cuando sus hijos cumplieran dieciséis años, probablement
El pequeño Zacary no esperó una segunda advertencia. Salió corriendo del depósito, con el corazón latiéndole con fuerza contra las costillas. Sus manos, ligeramente temblorosas, aseguraron el cerrojo de la puerta al salir. Luego, con la agilidad propia de su naturaleza, colgó la antorcha en su soporte en la pared. La llama proyectó sombras sobre los muros de piedra mientras él corría hacia donde Lyra y Josephine lo esperaban, ocultas entre las sombras del pasillo, lejos del alcance del olfato de los lobos.Cuando el niño llegó, Josephine se abalanzó sobre él. Sus manos recorrieron ansiosamente el rostro y los brazos de su hijo, buscando cualquier señal de daño.—No me hizo nada, mamá —protestó Zacary, apartándose con impaciencia—. No me trates como un pequeñito.Josephine frunció el ceño y la preocupación dio paso a una ligera irritación maternal.—Eres un pequeño todavía, lo quieras o no —respondió con firmeza—. Bueno, vámonos de aquí. Es peligroso permanecer cerca de esos Omegas… deb
El camino hacia las habitaciones pareció eterno para Josephine y sus mellizos. Mientras avanzaban por los pasillos apenas iluminados por antorchas, la mente de la druida no paraba de pensar y pensar en sus nuevas preocupaciones. Una parte de ella urgía a buscar inmediatamente a la Druida Superiora para informarle sobre los Omegas que estaban ocultándose en el depósito, pero sus párpados pesados por el cansancio, y los pasos cansados de sus hijos la hicieron reconsiderar su decisión.«Puedo hablar con la Druida Superiora mañana temprano», pensó Josephine mientras observaba a Lyra bostezar disimuladamente y a Zacary rascarse los ojos. «Los Omegas no irán a ninguna parte esta noche, no con la comida que les hemos dado».Entonces, en el instante que llegaron a su habitación, Josephine cerró la puerta con alivio. El espacio era modesto pero acogedor: tres camas pequeñas, un armario compartido donde guardaba sus túnicas verdes y un par de vestidos viejos junto con las ropitas de sus hijos, u
En el momento que Josephine terminó de peinarle el cabello a Lyra, siguió con un misteriosamente callado Zacary, Josephine no quería tocar más el tema, por eso no le preguntó la razón de su silencio, sin embargo, Lyra sí.—¿Y a ti que te pasa? —preguntó la niña, arropada hasta el cuello.—Quisiera ser fuerte, eso estoy pensando, ese lobo malo me dio mucho miedo, porque sé qué soy débil, pero si fuera fuerte, lo hubiese podido enfrentar.Josephine suspiró.—Serás el Alfa Druida más fuerte de todos, pero por ahora, no te preocupes por eso, mi niño —dijo Josephine con ternura mientras terminaba de peinar a su hijo.Luego, se inclinó para darle un beso en la mejilla, pero Zacary, intentando aparentar madurez, se apartó y se limpió el rostro con exagerada indignación.—¡Mamá, no me des besos en la mejilla! Ya no soy un niño —protestó, irguiendo los hombros con orgullo.—¡Claro que sí lo eres, tonto! —exclamó Lyra desde su cama, sacándole la lengua a su hermano.La reacción fue inmediata. Za
Media hora después, el salón principal del monasterio bullía como un mercado, colmado de murmullos y especulaciones entre los druidas. Todos habían acudido, desde los aprendices más jóvenes hasta los más veteranos, congregados para la asamblea extraordinaria. Malcolm permanecía junto a la Druida Superiora, con su imponente figura destacándose entre las túnicas verdes de los demás druidas.Josephine entró con sus hijos, intentando pasar desapercibida, pero las miradas de todos se posaron inmediatamente sobre ellos. Algunos la saludaron, así como a los niños, pues a pesar de todo, los mellizos eran apreciados entre los druidas, y Josephine también, por ser una druida competente que nunca causaba problemas. Al llegar, se sentaron en un rincón apartado, aguardando el inicio de la reunión. Malcolm no pudo evitar seguirlos con la mirada, tanto a ella como a los niños, aunque cuando se percató de su propio escrutinio, desvió disimuladamente su atención hacia otro punto.Cuando todos estuviero
De inmediato, los ojos de Malcolm se clavaron en Josephine con intensidad, mostrando una combinación de sorpresa y algo más que ella no pudo descifrar. Mientras tanto, la Druida Superiora captó de inmediato la situación: sin duda alguna, el Druida Guardián había sido el responsable, él fue quien introdujo a los Omegas. Sin embargo, estaba involucrando a Josephine, quien solo parecía ser una madre intentando proteger a sus hijos. Si habían llevado comida o no a los Omegas ya no importaba, pero este era un momento que ella no podía dejar pasar.«Sacaré a esta mujer de aquí y a sus frutos pecaminosos por haber sido una golfa en Altocúmulo», pensó la Druida Superiora, quien durante todos esos años siempre había estado buscando el más mínimo error de ella, aunque principalmente de los niños, para expulsarlos del monasterio. Ellos eran lobos, jamás iban a poseer magia druídica. Comprendiendo que este era el momento perfecto para sacarlos de su Monasterio, se levantó de su asiento y dijo:—Es
Para cualquier otro habitante del distrito Corona de Niebla, aquel día de primavera transcurría con la misma rutina apacible de siempre. Como todos los días, el aroma de las flores silvestres se mezclaba con el vapor de las calderas en las calles empedradas, mientras los comerciantes pregonaban sus mercancías bajo el tibio sol matutino. Sin embargo, para Josephine Fletcher y sus hijos, cada segundo del reloj marcaba el inicio de un viaje que jamás habían planeado emprender: el exilio hacia Altocúmulo, la ciudad flotante que Josephine jamás pensó pisar, y menos con sus hijos.—Caminen —ordenó el capitán que los llevaba con voz cortante, señalando hacia la salida del salón con un gesto brusco de su mano enguantada.Josephine y sus niños obedecieron, mientras que la rubia caminaba con la cabeza erguida y los hombros firmes, aunque por dentro sentía que su mundo se desmoronaba por segunda vez en su vida. Sin embargo, antes de que alcanzaran la salida del salón de la asamblea, una figura fa
Tiempo después, los guardias sacaron a los prisioneros del depósito y los llevaron a uno de los patios exteriores del monasterio. Era un espacio abierto cerca de la salida principal, rodeado por antiguos muros de piedra parcialmente cubiertos de enredaderas. Sobre ellos, se podía ver claramente el cielo de esas horas de la mañana, casi mediodía.En el instante que Malcolm llegó al patio vio que ya tenían a los Omegas alineados y asegurados, listos para partir. El aire fresco del exterior contrastaba con el ambiente viciado del depósito donde los habían encontrado. Aunque los informes se lo habían advertido —informes que él había recibido con escepticismo hasta el último momento— ver a su hermano menor Gael en persona, de pie entre los demás prisioneros en ese espacio abierto, fue como recibir un puñetazo en el estómago.Ahí estaba, atado de manos junto a otros dos Alfas degradados a la condición de Omega, pero inconfundible a pesar de su estado lamentable. Malcolm cruzó el empedrado, m