Todos los capítulos de Mi luna atrapada. Conquistaré tu corazón: Capítulo 11 - Capítulo 19
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11. SOSPECHOSO  
KAESAR:   Me dirigí hacia el bosque para encontrarme de lleno con mi Beta, Otar, que me miraba con sus ojos dorados. Me detuve en seco y me convertí en humano. Algo en su postura me inquietaba. El leve giro de su cabeza, ese gesto instintivo de quien busca algo que no debería estar ahí, me obligó a avanzar entre la vegetación con cautela. Mis pasos eran silenciosos y precisos; era un depredador ante la incertidumbre de que alguien pudiera acechar mi territorio.  —¿Qué sucede? —pregunté en cuanto estuve a su lado.   Otar no apartó la mirada de los árboles que se alzaban cerca de la cocina. Tenía la mandíbula apretada y sus sentidos estaban alertas. Podía escuchar el leve crujido de sus nudillos al flexionar las manos, listo para actuar de inmediato.  Seguía observando con su mirada dorada, afilada y brillante en la oscu
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12. EL INSTINTO DE PAREJA  
KAELA:   Estaba en la cama sin poder dormir cuando mi loba comenzó a moverse inquieta dentro de mí. Era un murmullo constante, una sensación que me incomodaba; algo no estaba bien. Me levanté lentamente, tratando de no hacer ruido, y caminé hacia la ventana. Necesitaba aire, algo que me ayudara a calmar ese peso en el pecho. Abrí los postigos para respirar profundo, pero entonces lo escuché.   Mi agudo oído captó unas voces justo afuera de la puerta. Mis orejas se alzaron instintivamente y mi cuerpo se tensó. Caminé sigilosamente, colocando los pies con cuidado en el suelo para no alertar a nadie. Una vez cerca, pegué la cabeza al costado de la puerta, buscando captar cada palabra con claridad.   —Nos ordenaron llevar a las sirvientas a la torre para que la limpien —decía una voz femenina que jamás había escuchado ante
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13. ENCRUCIJADAS DE VIDA
KAESAR:   Me quedé a la espera de que los miembros de la manada Colmillos Reales me atacaran, pero, en su lugar, bajaron la cabeza ante mí, con un respeto que parecía casi ancestral. Yo era el último Alfa Real, y ellos lo sabían. Esa reverencia no provenía únicamente de mi posición, sino de la línea de sangre que me precedía. Habían sido liderados toda su vida por alfas reales como yo, como Ridel y mi padre.   Ahora solo quedábamos Kaela y yo, los últimos herederos de esa verdad absoluta que dictaba que las manadas debían someterse ante un Alfa Real, incluso en circunstancias inciertas.  —Sabemos que no harías tal cosa, aun cuando es lo que nos dijeron —dijo Ruan, rompiendo el silencio con prudencia—. Pero también sabemos que, como Alfa Real, eres el único que puede encontrar a nuestra futura Alfa, a Kae
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14.LA FALSA LUNA ARTEA
ARTEA: La manada bullía de ansiedad y desconfianza. El eco de los pasos apresurados resonaba por los pasillos, mezclándose con los susurros inquisidores que se extendían por cada rincón. El asesinato del alfa Ridel había dejado un vacío impredecible, y la desaparición de su hija Kaela sumía a todos en una paranoia desconcertante. La casa se sentía ahora como una arena tóxica, donde las miradas se transformaban en dagas listas para clavarse.   ¡El descaro! Aquel puñado de lobos del consejo, los ancianos con Ruan a la cabeza y el arrogante Beta Rouf, se habían tomado libertades imperdonables. Mi rabia explotó como una tormenta en medio del caos.   —¿Cómo se atreven? —grité, con el furor de quien ha sido traicionada—. ¡¡Yo soy la Luna!! Mi hijo, Arteón, es el legítimo heredero; fue educado para gobernar por el difunto alfa Ridel, y no permitiré que lo releguen.   La puerta del despacho se abrió de pronto. El consejo en pleno de la manada estab
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15. LA ORDEN DEL ALFA
KAESAR: Las dos extrañas lobas fueron arrastradas fuera de mi vista mientras yo permanecía inmóvil. Cuando los guardias sacaron a las jóvenes lobas, la Omega Nina apenas podía disimular el temblor que recorría su cuerpo; su miedo se destilaba con cada paso. Pero mi Luna no mostraba debilidad. Me lanzó una mirada que, al principio, contenía un vestigio de agradecimiento, solo para transformarse rápidamente en un frío y desafiante reproche. El rugido de mi lobo Kian vibraba en mi pecho, satisfecho por haber llegado justo a tiempo. Sin embargo, había una inquietud que se deslizaba bajo mi piel. Mi Luna no me había aceptado, y su mirada, esas brasas heladas que cruzaron la distancia entre nosotros, despertaban algo dentro de mí que confundía mi instinto. La protección, la posesividad, incluso el hambre que emanaba el vínculo que nos unía, se mezclaban con la frustración de saber que ella estaba convencida de que yo había cometido un acto tan cruel. Podía ver que no estaba de acuerdo
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16. EN EL MEDIO DEL ALFA Y EL BETA
KAELA: No podía creer lo que Kaesar había hecho delante de todos. ¿Qué pretendía llevándonos con él? Aunque no se lo diga, le agradezco que haya llegado; la sola idea de ser dama de compañía de una de mis enemigas, no lo soportaría. Pero, ¿qué vamos a hacer en sus aposentos? Este será un problema tremendo con su madre, la luna Artemia. Todavía no sé el verdadero objetivo de que me trajeran a su palacio, pero voy a averiguarlo. Ahora estábamos detenidos frente a la entrada de sus aposentos. El Beta, Otar, lo miraba con incredulidad; al mismo tiempo, notaba su mirada llena de curiosidad puesta sobre nosotras. —Colócalas en la habitación que está entre la mía y la tuya —ordenó Kaesar, sin dignarse a mirarnos. —¿En ese cuartuchito? Solo hay una cama —protestó Otar, pero Kaesar permaneció impasible. Yo, por mi parte, lo odié aún más. Estaba convencida de que, lejos de protegernos, esto nos ponía más en la mira de las demás lobas de lo que ya estábamos. —Mi Alfa, nosotras podemos que
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17. HABLANDO CON MI LUNA
KAESAR:Entré en mi habitación para escapar de mi Luna. Sabía que ella tenía razón en su preocupación. Mi madre arrojaría el grito al cielo cuando se enterara de que yo había permitido que ocuparan la antigua habitación de mi nana. Pero, después de lo sucedido, proteger a mi Luna era lo único que importaba. Sin embargo, no podía dejar de pensar que tal vez, regresando a su manada, estaría más segura. Aunque la idea me desgarraba por dentro, sabía que era la mejor opción.Escuché el sonido de la puerta que daba a la habitación de mi beta cerrarse. Esperé unos minutos antes de abrir la que conectaba con la mía. Mi Luna se giró de inmediato, mirándome con intensidad, mientras la omega se escondía, cubriendo la cabeza bajo su cola en un acto instintivo de sumisión. No dije nada al principio, solo le hice una señal con la cabeza para que viniera a hablar conmigo, pero ella negó, desafiando en silencio mi autoridad como alfa. Insistí; esta vez hablé: —Lya, ven aquí. Necesito que hagas alg
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18. CELOS Y SOSPECHAS
KAELA: Aunque traté de reprimirme, los celos me consumían, ardían como un fuego vivo que se expandía sin control cada vez que recordaba las palabras que había escuchado en la cocina entre las sirvientas. Artemí. Según ellas, era quien estaba destinada a ocupar el lugar de Luna junto a Kaesar, un destino que me pertenecía y que desafiaba mi cordura. ¡Yo era su Luna! Apreté los puños, sintiendo cómo mis garras se clavaban en la carne de mis palmas hasta que un leve rastro de sangre emergió. Él no significaba nada, o al menos eso era lo que intentaba convencerme. Había asesinado al único familiar que me quedaba en el mundo; ahora solo quería venganza, a pesar de que era mi pareja destinada, mi mitad. ¡No lo perdonaría! Pero el simple pensamiento de que Artemí, la idea de ella usurpando el lugar que se suponía era mío, hacía que mi loba rugiera de furia. No importaba que aún no hubiera descubierto si era o no el asesino de mi padre. Esa incertidumbre no lograba calmar el torbellino de
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19. AMAR O DESTRUIR
KAELA: Kaesar respiró profundamente. Podía notar cómo contenía una tormenta dentro de sí, una mezcla de emociones que yo no lograba descifrar. Sus mirada me perforaba con una intensidad capaz de clavar dudas y desenterrar certezas que aún se debatían ferozmente en mi interior. Finalmente, cuando habló, lo hizo con una calma calculada que, lejos de tranquilizarme, lo hacía parecer más peligroso.  —No tengo nada que ocultar, Kaela —dijo como si fuera una sentencia irrevocable—. Yo también quiero saber quién hizo esto. Quiero justicia para tu padre y respuestas para mí. Pero esto es mucho más grande de lo que crees.   Aunque intentaba que sus palabras calmaran la furia ardiente que llenaba mi pecho, no lograron disipar la tormenta. Mi instinto me susurraba que existía entre nosotros una batalla por la verdad. Quería cr
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