El hombre ayudó a Gabriele a levantarse, él ya estaba visiblemente borracho, tambaleándose ligeramente al intentar ponerse en pie.—Te llevaré a tu auto. — Dijo el desconocido, con una voz tranquila.Gabriele, demasiado aturdido para oponerse, asintió débilmente. Se dejó guiar hasta el coche, apoyándose en el hombro del otro hombre para no perder el equilibrio. Apenas se acomodó en el asiento, sintió cómo una mano tibia rozaba su mejilla. Alzó la vista, confundido, justo cuando el desconocido se inclinaba hacia él. Primero fue un contacto sutil en su oreja, un aliento de labios que le arrancó un estremecimiento involuntario. Luego una caricia fugaz en el cuello. Y, antes de que pudiera reaccionar, unos labios ardientes buscaron los suyos en un beso voraz, impaciente, como si quisiera poseerlo.Gabriele se quedó atónito. Su mente, empañada por el alcohol y el dolor, apenas alcanzaba a comprender. Pero, aunque una parte de él quería detenerse, otra, una parte más oscura y herida no qui
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