Habían pasado seis meses desde que Gabriele llegó a Roma. Había tomado la decisión de seguir adelante con su vida, y aunque no era el mismo, había logrado encontrar una nueva dirección. El desconsuelo, que antes lo había consumido, había comenzado a transformarse en algo más profundo y poderoso: el arte. Cada línea, cada color sobre su lienzo, se convirtió en un paso más en su proceso de crecimiento. Aún resonaba en él el eco de lo que había perdido, pero ya no permitía que esa ausencia lo definiera. El amor y el desamor, al fin y al cabo, eran solo una parte de lo que aún le quedaba por vivir. Finalmente, el día de la exposición llegó. La academia de arte se encontraba llena de expectativas, de balbuceos agitados, de luminiscencias danzantes sobre las obras de los estudiantes. Una corriente invisible de ideas flotaba en el ambiente, y Gabriele lo sentía en cada rincón. Hoy, su obra sería vista, pero también era un día para enfrentar una parte de sí mismo que aún no había explorado c
Esa tarde, Gabriele se sentó en el café que solía frecuentar con Damián. Gabriele no podía apartar los pensamientos sobre Luka, los colores llamativos del atardecer hacía que todo a su alrededor pareciera una pintura, pero su mente estaba ocupada en otro lugar, pensando en los ojos oscuros de Luka.Damián, como siempre, había notado su cambio de actitud. Había algo diferente en Gabriele: su creciente distancia, la manera en que su mirada se perdía en el vacío, como si aún estuviera atrapado en una batalla interna que no lograba ganar. A veces, incluso Damián, que había sido su ancla durante estos seis meses, no sabía si realmente lograba llegar hasta él.Finalmente, después de una pausa larga, Gabriele suspiró y miró a Damián. Era hora de hablar. No podía seguir guardándose todo para sí mismo.—Damián… hay algo que necesito decirte.Damián lo miró con curiosidad.—¿Qué pasa, Gabi? —preguntó, mientras tomaba un sorbo de su café.Gabriele se pasó una mano por el cabello, mirando las cal
La noche estaba en su apogeo cuando Gabriele, algo reticente, aceptó la invitación de Luka para ir a una discoteca. Era un lugar que Gabriele nunca habría elegido por sí mismo, pero había algo en Luka, algo que lo empujaba a salir de su zona de confort. Los brillos coloridos de la pista de baile, destellando en tonos morados y azules, se reflejaban en los rostros de los asistentes, creando un escenario estridente y lleno de vigor.Al principio, Gabriele se sintió fuera de lugar. El reggaetón se cernía sobre él con su ritmo frenético, y los cuerpos se movían en una danza casi hipnótica. Luka, sin embargo, parecía estar en su elemento. Con una sonrisa radiante, invitó a Gabriele a unirse a él en la pista, y, aunque dudoso, Gabriele no pudo resistirse a su ímpetu.—Vamos, Gabi, solo una canción —insistió Luka, mientras tomaba su mano y lo arrastraba hacia la pista.Gabriel y Luka, se dejaron arrastrar por el ritmo denso del reggaetón. Sus cuerpos se encontraron en la pista, chocando prim
Era una tarde apacible en Roma, Gabriele y Luka se habían sentado en el pequeño balcón del apartamento que compartían desde hacía uno tiempo, disfrutando de la brisa fresca mientras la ciudad oscilaba en quietud, ajena a lo que estaba ocurriendo entre ellos.Habían pasado seis meses desde que comenzaron a salir, desde que Gabriele finalmente decidió dejó atrás los fantasmas de Luciano y se permitió amar de nuevo. Pero, aunque su relación con Luka había avanzado en muchos aspectos, había algo que Gabriele no podía dejar ir. No había dado el paso definitivo. Algo dentro de él seguía resistiéndose, y no podía entender por qué.Luka, siempre tan atento y cariñoso, nunca lo presionó. Pero hoy, mientras se encontraban abrazados en el sofá del apartamento, algo en el ambiente había cambiado. Luka lo miraba de una manera diferente, sus ojos reflejaban algo que Gabriele no podía ignorar. El roce de su mano sobre la piel de Gabriele no era casual, ya no. Era más urgente, más insistente, era com
La tarde en Milán estaba bañada en una luz suave, perfecta para una boda de verano. Gabriele había regresado después de cuatro años en Roma, donde había dedicado su tiempo a estudiar arte, explorando y perfeccionando su pasión en la vibrante capital italiana. Caminaba entre los invitados, con una sonrisa brillante en su rostro mientras saludaba a familiares y amigos. Su hermana mayor, Amalia iba a casarse esa noche, y todo estaba preparado para un evento que sería recordado durante mucho tiempo. La decoración, las risas, el murmullo de las conversaciones, el tintineo de las copas de champán: todo parecía formar parte de una celebración perfecta.Pero en medio de todo eso, cuando Gabriele pasó cerca de un grupo de invitados, algo en su interior cambió. No fue el suave susurro de las conversaciones ni la música que llenaba el aire. Fue una mirada, una presencia que lo hizo detenerse en seco. En un rincón, entre las sombras de las columnas de mármol, los ojos de Gabriele se encontraron co
Esa noche, mientras la algarabía del baile llenaba el ambiente con risas y música, Gabriele se encontraba perdido en sus pensamientos. No podía apartar la imagen de Luciano Vannicelli de su mente: su mirada penetrante, su actitud distante y, sobre todo, la sensación de que algo en él era completamente inalcanzable.Recordaba claramente las últimas palabras de Luciano cuando, de forma abrupta, se despidió de él:"Disculpa, pero tengo que irme ya. Buenas noches."Esas palabras, tan frías, tan directas, retumbaban en su mente. Gabriele no entendía cómo un encuentro tan fugaz pudiera haberlo marcado de esa manera. ¿Qué había detrás de esa actitud reservada? ¿Por qué lo atraía tanto un hombre que claramente no deseaba ser atrapado?Con un suspiro profundo, se cruzó de brazos y miró hacia la puerta por donde Luciano había desaparecido. Sabía que lo que sentía no era solo una chispa pasajera; había algo más, algo más profundo que lo llamaba.Decidido a despejar sus pensamientos, Gabriele sacó
Gabriele se encontraba sentado en la barra del bar, una copa tras otra, con la mirada perdida en la nada. El sonido de las conversaciones que llenaban el lugar parecía apagarse a su alrededor, y el líquido en su vaso se desvanecía con cada sorbo, sin que su mente pudiera encontrar un respiro. Estaba atrapado en un mar de pensamientos oscilantes que no sabía cómo controlar. La indiferencia de Luciano se mantenía como una terrible muralla entre ellos, algo que lo fastidiaba y lo dejaba deseando cruzarla, pero sin saber cómo.Damián, sentado a su lado, observaba en silencio la batalla interna de su amigo. Ya lo conocía bien; sabía que algo lo estaba quemando por dentro.—¿Te encuentras bien, Gabi? —preguntó Damián, sin necesidad de esperar una respuesta. Sabía que algo estaba mal.Gabriele no levantó la mirada, y en su voz, teñida de frustración, se notaba claramente que algo lo consumía.—¿Crees que Luciano es... gay? — De repente preguntó con una sutil vacilación en su voz.Damián fr
Gabriele y Damián salieron del bar, con la tensión de la noche aun colgando en el aire. Gabriele no dejaba de darle vueltas a lo ocurrido con Luciano, a la fría indiferencia que había mostrado, Cuando de repente, una voz los detuvo.—Gabriele, espera un momento. —dijo Luciano, con voz fuerte y cargada de autoridad.Gabriele y Damián se dieron vuelta, sorprendidos al ver a Luciano acercándose a ellos. Su expresión era tan impasible como siempre, pero había algo diferente en su actitud.—Gabriele, te llevaré a casa. No es seguro que te vayas asi. —Dijo, mirando a Gabriele de manera intensa.Damián levantó una ceja, desconcertado. Recordaba claramente cómo Luciano había ignorado antes a su amigo, no entendía por qué, de repente, se mostraba tan atento. Le lanzó una mirada a Gabriele, esperando su respuesta.—No quiero que me lleves —Respondió Gabriele con voz cortante, había una molestia evidente en sus palabras.Gabriele estaba claramente reticente, todavía herido por la frialdad de Lu