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Todos los capítulos de GABRIELE: Capítulo 41 - Capítulo 46
46 chapters
Sudor, música y un beso
La noche estaba en su apogeo cuando Gabriele, algo reticente, aceptó la invitación de Luka para ir a una discoteca. Era un lugar que Gabriele nunca habría elegido por sí mismo, pero había algo en Luka, algo que lo empujaba a salir de su zona de confort. Los brillos coloridos de la pista de baile, destellando en tonos morados y azules, se reflejaban en los rostros de los asistentes, creando un escenario estridente y lleno de vigor.Al principio, Gabriele se sintió fuera de lugar. El reggaetón se cernía sobre él con su ritmo frenético, y los cuerpos se movían en una danza casi hipnótica. Luka, sin embargo, parecía estar en su elemento. Con una sonrisa radiante, invitó a Gabriele a unirse a él en la pista, y, aunque dudoso, Gabriele no pudo resistirse a su ímpetu.—Vamos, Gabi, solo una canción —insistió Luka, mientras tomaba su mano y lo arrastraba hacia la pista.Gabriel y Luka, se dejaron arrastrar por el ritmo denso del reggaetón. Sus cuerpos se encontraron en la pista, chocando prim
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El paso que aún no damos
Era una tarde apacible en Roma, Gabriele y Luka se habían sentado en el pequeño balcón del apartamento que compartían desde hacía uno tiempo, disfrutaban de la brisa fresca mientras la ciudad oscilaba en quietud, ajena a lo que estaba ocurriendo entre ellos.Habían pasado seis meses desde que comenzaron a salir, desde que Gabriele finalmente decidió dejó atrás los fantasmas de Luciano y se permitió amar de nuevo. Pero, aunque su relación con Luka había avanzado en muchos aspectos, había algo que Gabriele no podía dejar ir. No había dado el paso definitivo. Algo dentro de él seguía resistiéndose, y no podía entender por qué.Luka, siempre tan atento y cariñoso, nunca lo presionó. Pero hoy, mientras se encontraban abrazados en el sofá del apartamento, algo en el ambiente había cambiado. Luka lo miraba de una manera diferente, sus ojos reflejaban algo que Gabriele no podía ignorar. El roce de su mano sobre la piel de Gabriele no era casual, ya no. Era más urgente, más insistente, era como
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La Invitación
La mañana se deshacía en tonos azulados, cuando Gabriele se sentó junto a Luka en el mismo sofá donde, hacía apenas unos días, habían tenido aquella conversación difícil. El ambiente estaba impregnado de un olor a café recién hecho y a una fragancia ligera que Luka siempre usaba, algo entre limpio y aterciopelado, como su esencia.Gabriele jugueteaba infantilmente con la manga de su suéter, mientras Luka leía distraídamente un libro, con sus pies descalzos apoyados en la mesa baja. Finalmente, Gabriele inhaló profundo, reuniendo valor.—Luka... —comenzó, su voz era baja, casi tímida.Luka alzó la mirada de inmediato, como si algo en el tono de Gabriele lo alertara. Cerró el libro sin marcar la página y se volvió hacia él, dándole toda su atención.—¿Qué pasa, cariño?Gabriele sonrió de lado, inseguro. Se acercó un poco más, hasta rozar las rodillas de Luka con las suyas.—Mis padres... van a celebrar su aniversario de bodas la próxima semana. —Se detuvo, midiendo sus palabras. — Harán
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Rumores de la ciudad
El cielo, teñido de un gris perlado, parecía presagiar la lluvia sobre el norte de Italia, el rugido constante del motor llenaba la cabina, mientras el avión se elevaba atravesando capas de nubes deshilachadas. A través de la pequeña ventana ovalada, Gabriele veía cómo la ciudad debajo se encogía hasta volverse apenas un entramado de contornos diminutos.Se removió ligeramente en su asiento, intranquilo, tamborileando con los dedos sobre su propio muslo. Luka, a su lado, notó el movimiento y sigilosamente, deslizó su mano sobre la de él, entrelazando sus dedos en un agarre afectuoso.Luka seguía hojeando distraídamente una revista, sus ojos regresaban a Gabriele una y otra vez, como si buscara leer en su rostro algo que no terminaba de entender. Cada tanto, sus rodillas se tocaban furtivamente, un roce ligero, casi accidental, pero cargado de una electricidad que parecía vibrar entre ellos, una conexión que se manifestaba en esos pequeños gestos compartidos.—¿Estás preocupado? —pregun
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El beso y el espectador
La noche había caído con frescura sobre el jardín de la casa de los padres de Gabriele, envuelta en la brisa y ligeramente perfumada por las flores nocturnas que comenzaban a abrirse. La luz de las lámparas de hierro forjado, suspendidas entre los árboles, se reflejaba en los cristales de las copas de los diferentes licores que se servían, creando destellos dorados que danzaban al ritmo de un viento placido.La música flotaba en el sitio, como una corriente transparente que arrastraba a todos los invitados a un lugar suspendido en el tiempo. Un cuarteto de cuerdas se encontraba en un rincón, su música exquisita y conmovedora llenando el espacio con notas sublimes que se fundía con las voces flotantes. El violín era el protagonista, dibujando notas altas que parecían rozar las estrellas, mientras el chelo y la viola ofrecían un contraste suave pero potente, envolviendo a los presentes en una armonía silente que solo una velada como esa podría ofrecer.El jardín, cuidadosamente diseñado
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Y aún así, lo sigo amando
La noche seguía cayendo como una capa pesada sobre Gabriele. Cada paso que daba se sentía como si llevara una cruz demasiado grande, como si la quietud del jardín no pudiera apaciguar la confusión emocional que ardía dentro de él. Luka lo había acompañado hasta una banca cerca de la piscina, donde se sentaron juntos. La angustia de lo que acababa de suceder se mantenía ahí, un dolor insoportable lo estaba destruyendo internamente. Gabriele no podía escapar de Luciano, había sido breve, esa aparición en la fiesta, pero lo suficiente para revivir algo en su interior que pensaba que había dejado atrás.Luka observaba en silencio cómo Gabriele se desmoronaba de una manera casi ridícula solo con la presencia de Luciano. Era como si, al ver de nuevo a ese hombre, una parte de su fortaleza se desvaneciera, dejándolo vulnerable una vez más. Gabriele intentaba aferrarse a Luka, al amor que ahora le ofrecía, pero no podía evitar sentirse como si estuviera, de nuevo, a merced de Luciano. Era com
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