En cuanto el avión aterrizó en el aeropuerto de Milán, Cristina sintió por fin una sensación de alivio.El profesor Bernal había dicho antes que vendría con Judid, su esposa, a recogerla.Pero vio claramente a otra persona también.—Cris... ¡Aquí!Cristina sonrió, se acercó y abrazó primero a Judid: —Judid, sigues tan joven y guapa como siempre.Luego saludó al profesor Bernal: —Profesor Bernal, si no se cuida no será lo bastante bueno para la joven y bella Judid.El profesor Bernal se rio entre dientes: —¡Cris, vaya forma de saludarme la tuya! ¡Jajaja, bueno, me alegro de verte!—¡Le estoy alabando! Con ese gran bigote, ¡es un fotógrafo veterano a la altura de Max Reeve!El profesor Bernal se rio y regañó: —Anda, anda, anda, tu hermano te ha malcriado un poco, que te atreves a faltrme el respeto.Hablando de Eiden, Judid preguntó: —¿Has venido sola? ¿Tu hermano no ha venido contigo?El profesor Bernal miró detrás de ella: —¿Ha ido a recoger el equipaje? Cristina tiene las manos vacías
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