Rosana también se sorprendió un poco: —Cris, aunque quieras donar, podemos donar dinero, ¿por qué has donado toda la ropa? Hace frío, ¿qué te pondrás luego?Cristina miró a Eiden, rio suavemente y dijo: —¿No dijiste que pagarías lo que Blanca estropeó? Esta ropa está vieja y ya no la quiero, iré a comprarme nueva cuando tenga el dinero, ¿te parece?Eiden la miró un momento y asintió: —Bien, cuánto quieres, ahora te lo transfiero.Cristina extendió el dedo.Eiden: —¿Un millón? Sin problema.—No.—¿Diez millones?Blanca se inquietó al instante: —¿Cómo pueden valer diez millones unas prendas de ropa?Cristina la miró con desprecio y luego le dijo a Eiden: —Un dólar.Estas ropas eran todas las cuales Eiden había insistido en comprar para ella antes. Y ahora que había decidido marcharse, no qeuría llevarse sus cosas, y mucho menos su dinero.Como él mismo dijo, esto era la casa de los Frías y ella era una forastera.Un dólar pondrá fin a los veinte años de cariño.Eiden se impacientó un poc
En cuanto el avión aterrizó en el aeropuerto de Milán, Cristina sintió por fin una sensación de alivio.El profesor Bernal había dicho antes que vendría con Judid, su esposa, a recogerla.Pero vio claramente a otra persona también.—Cris... ¡Aquí!Cristina sonrió, se acercó y abrazó primero a Judid: —Judid, sigues tan joven y guapa como siempre.Luego saludó al profesor Bernal: —Profesor Bernal, si no se cuida no será lo bastante bueno para la joven y bella Judid.El profesor Bernal se rio entre dientes: —¡Cris, vaya forma de saludarme la tuya! ¡Jajaja, bueno, me alegro de verte!—¡Le estoy alabando! Con ese gran bigote, ¡es un fotógrafo veterano a la altura de Max Reeve!El profesor Bernal se rio y regañó: —Anda, anda, anda, tu hermano te ha malcriado un poco, que te atreves a faltrme el respeto.Hablando de Eiden, Judid preguntó: —¿Has venido sola? ¿Tu hermano no ha venido contigo?El profesor Bernal miró detrás de ella: —¿Ha ido a recoger el equipaje? Cristina tiene las manos vacías
Una vez más, la pregunta dejó perplejos a los otros tres presentes.Judid se tapó la boca y soltó una risita, y dirigió al profesor Bernal un guiño ambiguo y un movimiento de cabeza, con una expresión que parecía decir: «¡Aquí hay tema!».El profesor Bernal comprendió de inmediato, y también esbozó una significativa sonrisa.Incluso Henry se quedó paralizado por un momento, algo confuso sobre lo que Cristina quería decir.Cristina explicó: —El asiento del copiloto tiene mucho sentido para cualquier chica, y si tienes novia, puedo ir detrás y apretujarme con el profesor Bernal y Judid.Henry agitó inmediatamente la mano: —No tengo novia, siéntate.Cristina subió al coche esta vez.Después de que el coche arrancara, Judid le dijo suavemente a Cristina: —Cris, en realidad no tienes que ser tan educada, no es como si Henry y tú fueran desconocidos.Cristina dijo amablemente: —Incluso con las personas más familiares hay que saber lo que se puede y no hacer.Fue una vívida lección que el pro
Crack.El celular cayó al suelo y Eiden se quedó helado, como si le hubieran sacado el alma.Por suerte, el celular era de buena calidad y la caída solo encenedió sin querer el altavoz.La voz del agente Mora salió del celular: —Sí hemos encontrado un cadáver de mujer en el embalse de Dantiosa, y viendo la edad y la ropa, hay una alta probabilidad de que sea la señorita Caballero...Blanca también se quedó helada al oírlo.¿Cristina estaba muerta?¿Se suicidó?¿Tanto amaba a Eiden que se suicidó el día de su boda?Pero al momento siguiente, Blanca pensó en otra cosa...Los sentimientos de Eiden por Cristina eran tan profundos que si Cristina moría a causa de este incidente, entonces definitivamente se desquitaría consigo mismo, ¡y Cristina sería amor inalcanzable en su corazón para siempre!¡Nadie podía superar o reemplazar el poder de un amor inalcanzable muerta!Pero, ¿y qué?Con ella muerta, Eiden era todo para ella, y no quedaba nadie que se lo quitara.Blanca esbozó una leve sonri
Eiden condujo a casa tan rápido como pudo.Acababa de encontrar al mensajero en la puerta de su casa, pero no llevaba nada encima.—¿Dónde está mi entrega? —Eiden le agarró: —Creía que habías dicho que tenías un paquete de Cristina para mí.El mensajero se quedó desconcertado: —Señor Frías... Su mujer ya ha firmado por usted, se lo di a ella.—¿Mi mujer?—¿Me equivoco? Pero esa señora acaba de decir que era la señora Frías...Eiden se apresuró a entrar en la villa.—¡Blanca! ¿Dónde estás?Blanca, que en ese momento se encontraba en el cuarto de baño, se estremeció.Tiró el contenido de su mano al retrete y pulsó frenéticamente el botón de la cisterna, pero al segundo siguiente, Eiden abrió la puerta del baño de una patada.Le arrebató la caja de la mano y la hojeó con ansiedad.Eran fotos.Desde que era un adolescente a convertirse en un hombre maduro con los años.En algunas llevaba uniforme escolar, de baloncesto, traje y bata.De cara, de perfil, de espalda, había de todos los ángul
Los de seguridad vinieron de visita y echaron a Blanca junto con todas sus cosas.Eiden sintió entonces que la casa estaba en paz.Tenía la caja de las fotos en brazo, y tocó suavemente con los dedos lo que estaba escrito en ella.Cristina vino a casa de los Frías desde que era una niña, y hasta aprendió a escribir con él, le enseñó tomándole de la manita, letra a letra.«Cris, ¿dónde diablos estás ahora?».Eiden agarró la caja de las fotos como si fuera un tesoro....—Cris, ¿dónde diablos estás?Cristina despertó de su sueño.Judid le preguntó: —¿Por qué estás tan pálida? ¿Tuviste una pesadilla?Cristina volvió a sus sentidos.Hoy, el profesor Bernal y Judid la habían llevado a cenar y, de paso, le iban a presentar al redactor jefe de una revista.Pero este iba a llegar un poco más tarde debido a que le surgió algo de repente. Y, como en los últimos días había tenido un sueño poco reparador, así que se quedó dormida en el sofá.—Cristina, toma.Frente a ella, una gran mano le entregó
Eiden no sabía cómo había aguantado las ocho horas de vuelo.Lo primero que le extrañó al oír las noticias que había traído Eric fue: ¿Salió del país? ¿Se fue a Milán?Pero lo primero que hizo fue pedir a alguien que comprobara la lista de pasejeros del aeropuerto, y no había constancia del embarque de Cristina.Pero más que eso, era un alivio saber que al menos Cristina seguía viva, y eso era bueno.Pero inmediatamente después una gran oleada de ira le envolvió, ¿por qué se había marchado sin decir nada?Incluso si quería ir al extranjero para desarrollarse, ¿por qué nunca se lo había mencionado?Cristina encontró una nueva casa y se mudó de la casa del profesor Bernal.Al fin y al cabo, era algo temporal vivir allí, y aunque tanto el profesor Bernal como Judid la cuidaban muy bien, Cristina no quería molestarles por mucho.Henry se enteró y se ofreció voluntario para ayudar.Cristina había venido sola, con las manos vacías, por lo que no tenía mucho equipaje, se mudó a una nueva casa
Eiden frunció ligeramente el ceño y preguntó retóricamente: —¿Hermano?—¿Acaso no es así?—Cris, —dijo Eiden— vi todas esas fotos que me dejaste.La expresión de Cristina no cambió mucho, solo asintió.—Pero algunas fueron destruidas por Blanca.—Normal —dijo Cristina— es tu mujer, puede hacer lo que quiera con tus cosas.—¡No lo es! —Eiden la agarró de los hombros y le explicó con entusiasmo: —Cris, no me casé con ella, di por terminada la boda cuando me di cuenta de que habías desaparecido. Te he estado buscando por todas partes durante los últimos días. Y una chica se suicidó con un vestido que donaste, por un momento pensé que...Cristina frunció el ceño: —Hermano, por favor, suéltame, ¡me haces daño!—¡No vuelvas a llamarme hermano!Cristina le miró y sonrió: —Pues entonces, señor Frías, ¿le parece bien?Eiden se indignó: —¡Cristina!Cristina respiró hondo y, poco a poco, rompió el gran agarre que tenía sobre su hombro; luego dio un paso atrás y se colocó junto a Henry.—Aún te lo