Eiden no sabía cómo había aguantado las ocho horas de vuelo.Lo primero que le extrañó al oír las noticias que había traído Eric fue: ¿Salió del país? ¿Se fue a Milán?Pero lo primero que hizo fue pedir a alguien que comprobara la lista de pasejeros del aeropuerto, y no había constancia del embarque de Cristina.Pero más que eso, era un alivio saber que al menos Cristina seguía viva, y eso era bueno.Pero inmediatamente después una gran oleada de ira le envolvió, ¿por qué se había marchado sin decir nada?Incluso si quería ir al extranjero para desarrollarse, ¿por qué nunca se lo había mencionado?Cristina encontró una nueva casa y se mudó de la casa del profesor Bernal.Al fin y al cabo, era algo temporal vivir allí, y aunque tanto el profesor Bernal como Judid la cuidaban muy bien, Cristina no quería molestarles por mucho.Henry se enteró y se ofreció voluntario para ayudar.Cristina había venido sola, con las manos vacías, por lo que no tenía mucho equipaje, se mudó a una nueva casa
Eiden frunció ligeramente el ceño y preguntó retóricamente: —¿Hermano?—¿Acaso no es así?—Cris, —dijo Eiden— vi todas esas fotos que me dejaste.La expresión de Cristina no cambió mucho, solo asintió.—Pero algunas fueron destruidas por Blanca.—Normal —dijo Cristina— es tu mujer, puede hacer lo que quiera con tus cosas.—¡No lo es! —Eiden la agarró de los hombros y le explicó con entusiasmo: —Cris, no me casé con ella, di por terminada la boda cuando me di cuenta de que habías desaparecido. Te he estado buscando por todas partes durante los últimos días. Y una chica se suicidó con un vestido que donaste, por un momento pensé que...Cristina frunció el ceño: —Hermano, por favor, suéltame, ¡me haces daño!—¡No vuelvas a llamarme hermano!Cristina le miró y sonrió: —Pues entonces, señor Frías, ¿le parece bien?Eiden se indignó: —¡Cristina!Cristina respiró hondo y, poco a poco, rompió el gran agarre que tenía sobre su hombro; luego dio un paso atrás y se colocó junto a Henry.—Aún te lo
El tiempo pasó volando.No había visto a Eiden desde ese día.En realidad, estos días, Cristina ya le había quitado de la mente.Henry era muy bueno con ella, pero no estaba ansioso por ser su novio.Era un tipo que cuidaba con delicadez la vida de Cristina.Cristina sentía que esos días tan anodinos y tranquilizadores la hacían sentir arraigada en su corazón.Esta mañana, Cristina había recibido de madrugada una llamada del redactor jefe del otro día.—Señorita Caballero, mi amigo Jeff hoy va a hacer una entrevista a un famoso, ese pez gordo que te mencioné la última vez, ¿tienes tiempo para participar en la sesión de fotos?—Sí, pero ¿cuándo y dónde exactamente?—Lo mejor es que vayas ahora mismo, te envío la dirección y la información de contacto de Jeff.Naturalmente, el redactor jefe se alegró de verla dispuesta a ayudar.Cristina no se atrevió a retrasarse, tomó un taxi y se apresuró al lugar lo más rápido que pudo.El espacio de rodaje y el resto del equipo ya estaban listos, so
Cada palabra que salía de su boca se convertía en un cuchillo que cortaba el corazón de Eiden.Eiden, cuyo rostro en algún momento se había vuelto sombrío y amenazaba con empeorar, no esperó a que Jeff terminara su presentación de la pareja perfecta e interrumpió de sopetón: —Yo también tengo una urgencia, así que dejemos esta comida para otro día.—De acuerdo entonces, señor Frías. —Lo único que dijo Jeff fue: —Cuando termine, no se olvide de enviarme sus requistos con las fotos, y entonces se las enviaré a la señorita Caballero.Jeff pensaba que hoy se habían visto por primera vez.No se sabía si Eiden no le había oído o si se negaba deliberadamente a responder, pero no volvió la cabeza y caminó a paso extremadamente rápido.Jeff creía que tuvieron una buena conversación, pero este cambio tan repentino le hizo tener dudas, además de estar perplejo, se preguntó si alguien del lugar lo había ofendido en algún mometo.Mientras tanto, Henry, que conducía, tenía una pregunta similar, solo
—Aunque seas adulta, has crecido a mi lado, y sin tus padres, ¡claro que tengo que preocuparme por ti, y no dejar que te engañe cualquiera!Eiden también estaba enfurecido de verdad, y la mirada que dirigió a Henry fue fría.Cristina no pudo seguir aguantando, simplemente se la jugó y le dijo: —No es ningún cachondeo mi decisión de salir con Henry, realmente creo que es una buena persona, me siento muy feliz y a gusto con él estos días...—¡Ya dije que no apruebo esta relación! —interrumpió Eiden furioso, con el cubierto de la mano cayendo pesadamente sobre la mesa, haciendo un ruido sordo. —Cristina, vuelve a casa conmigo.Cristina ya no tuvo en cuenta la presencia del profesor Bernal, y se levantó con valentía y dijo: —¡No estamos en la casa de los Frías, aquí tú no mandas!—Cristina, ¡me preocupa que te estén engañando!—Afirmas que tienes deber de cuidarme, pues bien, dime con qué papel lo haces, un conocido cercano o mi supuesto... ¡hermano!Acentuó la última palabra.Eiden estaba
Eiden la miró incrédulo, abrió y cerró los labios para decir algo, pero el policía no le dio la oportunidad.Cristina permaneció impasible hasta que estuvo segura de que el policía se había llevado a Eiden para interrogarlo y este no podía molestarla más. Entonces llamó a Henry: —¿Puedes venir a buscarme ahora?—¿Dónde estás? Voy para allá. —Henry no preguntó por qué, solo la buscó lo más rápido que pudo.Cristina estaba sola por la acera de una calle, parecía delgada y frágil, como si una ráfaga de viento pudiera llevársela por delante.Le vio llegar y le preguntó en voz baja: —¿Cómo está el profesor Bernal?—Está bien, solo un poco confuso. —Henry la tranquilizó: —No te preocupes, ya se lo he explicado.Cristina asintió: —Bien.Henry quiso decir algo, pero no preguntó por qué estaba más triste por ahora. La acompañó de vuelta a casa, le sirvió una taza de té caliente y la sostuvo entre sus manos antes de decir con preocupación: —Tu hermano, él... ¿se está arrepintiendo?Era buena per
Blanca estaba muerta de miedo, pero no se atrevía a huir, estaba muy endeudada, si no conseguía el dinero de Eiden, estará muerta cuando la encontraran.Eiden oyó a la criada dar el nombre de Blanca: —Fue la señorita Guzmán la que pintó su cuerpo deliberadamente con el labial y fue malinterpretada por la señorita Cris.Dicho esto, todo estaba muy claro.Todos eran adultos, y el pintalabios rojo era el colo más parecido a un chupetón.Blanca observó cómo Eiden colgaba el celular, luego se volvió una vez más e hizo un gesto a su ayudante, que no estaba lejos, mientras decía: —Encárgate tú, no quiero volver a verla.El ayudante comprendió e inmediatamente se apresuró con alguien a tirar de Blanca para evitar que gritara y se lanzara a su jefe.Eiden se subió solo al coche y se dirigió lo más rápido que pudo a la actual casa de Cristina.Tenía que encontrarla y aclarar con ella todos los malentendidos anteriores, aunque ella siguiera negándose a perdonarle y a elegirle, ¡al menos no estarí
Levantó los ojos para mirar la ladera no muy lejana y sugirió: —Henry, voy a hacer las maletas e irme a la montaña a hacer fotos del paisaje otoñal de aquí, ¿quieres venir conmigo?Henry aceptó con naturalidad: —De acuerdo, te acompañaré a donde quieras ir.Cristina volvió a sonreír: —Me voy a quedar cerca de los Alpes una temporada, ¿te parece?—Iré a empacar nuestros equipajes. —Henry hizo lo que dijo: —Puedes volver a dormir un rato, te despertaré cuando termine de empacar.Eiden estaba sentado a solas en una habitación a oscuras, estudiando detenidamente la información que tenía en sus manos mientras decidían un nuevo destino para su viaje.Solo había una lámpara de pared encendida en la habitación, que iluminaba su rostro en penumbra, como un vampiro que había vivido mucho tiempo en un viejo castillo.El ayudante llamó a la puerta de la habitación e informó: —Señor Eiden, según su petición, hemos encontrado algunas personas más que encajan.Solo entonces dijo Eiden: —Adelante.El