El tiempo pasó volando.No había visto a Eiden desde ese día.En realidad, estos días, Cristina ya le había quitado de la mente.Henry era muy bueno con ella, pero no estaba ansioso por ser su novio.Era un tipo que cuidaba con delicadez la vida de Cristina.Cristina sentía que esos días tan anodinos y tranquilizadores la hacían sentir arraigada en su corazón.Esta mañana, Cristina había recibido de madrugada una llamada del redactor jefe del otro día.—Señorita Caballero, mi amigo Jeff hoy va a hacer una entrevista a un famoso, ese pez gordo que te mencioné la última vez, ¿tienes tiempo para participar en la sesión de fotos?—Sí, pero ¿cuándo y dónde exactamente?—Lo mejor es que vayas ahora mismo, te envío la dirección y la información de contacto de Jeff.Naturalmente, el redactor jefe se alegró de verla dispuesta a ayudar.Cristina no se atrevió a retrasarse, tomó un taxi y se apresuró al lugar lo más rápido que pudo.El espacio de rodaje y el resto del equipo ya estaban listos, so
Cada palabra que salía de su boca se convertía en un cuchillo que cortaba el corazón de Eiden.Eiden, cuyo rostro en algún momento se había vuelto sombrío y amenazaba con empeorar, no esperó a que Jeff terminara su presentación de la pareja perfecta e interrumpió de sopetón: —Yo también tengo una urgencia, así que dejemos esta comida para otro día.—De acuerdo entonces, señor Frías. —Lo único que dijo Jeff fue: —Cuando termine, no se olvide de enviarme sus requistos con las fotos, y entonces se las enviaré a la señorita Caballero.Jeff pensaba que hoy se habían visto por primera vez.No se sabía si Eiden no le había oído o si se negaba deliberadamente a responder, pero no volvió la cabeza y caminó a paso extremadamente rápido.Jeff creía que tuvieron una buena conversación, pero este cambio tan repentino le hizo tener dudas, además de estar perplejo, se preguntó si alguien del lugar lo había ofendido en algún mometo.Mientras tanto, Henry, que conducía, tenía una pregunta similar, solo
—Aunque seas adulta, has crecido a mi lado, y sin tus padres, ¡claro que tengo que preocuparme por ti, y no dejar que te engañe cualquiera!Eiden también estaba enfurecido de verdad, y la mirada que dirigió a Henry fue fría.Cristina no pudo seguir aguantando, simplemente se la jugó y le dijo: —No es ningún cachondeo mi decisión de salir con Henry, realmente creo que es una buena persona, me siento muy feliz y a gusto con él estos días...—¡Ya dije que no apruebo esta relación! —interrumpió Eiden furioso, con el cubierto de la mano cayendo pesadamente sobre la mesa, haciendo un ruido sordo. —Cristina, vuelve a casa conmigo.Cristina ya no tuvo en cuenta la presencia del profesor Bernal, y se levantó con valentía y dijo: —¡No estamos en la casa de los Frías, aquí tú no mandas!—Cristina, ¡me preocupa que te estén engañando!—Afirmas que tienes deber de cuidarme, pues bien, dime con qué papel lo haces, un conocido cercano o mi supuesto... ¡hermano!Acentuó la última palabra.Eiden estaba
Eiden la miró incrédulo, abrió y cerró los labios para decir algo, pero el policía no le dio la oportunidad.Cristina permaneció impasible hasta que estuvo segura de que el policía se había llevado a Eiden para interrogarlo y este no podía molestarla más. Entonces llamó a Henry: —¿Puedes venir a buscarme ahora?—¿Dónde estás? Voy para allá. —Henry no preguntó por qué, solo la buscó lo más rápido que pudo.Cristina estaba sola por la acera de una calle, parecía delgada y frágil, como si una ráfaga de viento pudiera llevársela por delante.Le vio llegar y le preguntó en voz baja: —¿Cómo está el profesor Bernal?—Está bien, solo un poco confuso. —Henry la tranquilizó: —No te preocupes, ya se lo he explicado.Cristina asintió: —Bien.Henry quiso decir algo, pero no preguntó por qué estaba más triste por ahora. La acompañó de vuelta a casa, le sirvió una taza de té caliente y la sostuvo entre sus manos antes de decir con preocupación: —Tu hermano, él... ¿se está arrepintiendo?Era buena per
Blanca estaba muerta de miedo, pero no se atrevía a huir, estaba muy endeudada, si no conseguía el dinero de Eiden, estará muerta cuando la encontraran.Eiden oyó a la criada dar el nombre de Blanca: —Fue la señorita Guzmán la que pintó su cuerpo deliberadamente con el labial y fue malinterpretada por la señorita Cris.Dicho esto, todo estaba muy claro.Todos eran adultos, y el pintalabios rojo era el colo más parecido a un chupetón.Blanca observó cómo Eiden colgaba el celular, luego se volvió una vez más e hizo un gesto a su ayudante, que no estaba lejos, mientras decía: —Encárgate tú, no quiero volver a verla.El ayudante comprendió e inmediatamente se apresuró con alguien a tirar de Blanca para evitar que gritara y se lanzara a su jefe.Eiden se subió solo al coche y se dirigió lo más rápido que pudo a la actual casa de Cristina.Tenía que encontrarla y aclarar con ella todos los malentendidos anteriores, aunque ella siguiera negándose a perdonarle y a elegirle, ¡al menos no estarí
Levantó los ojos para mirar la ladera no muy lejana y sugirió: —Henry, voy a hacer las maletas e irme a la montaña a hacer fotos del paisaje otoñal de aquí, ¿quieres venir conmigo?Henry aceptó con naturalidad: —De acuerdo, te acompañaré a donde quieras ir.Cristina volvió a sonreír: —Me voy a quedar cerca de los Alpes una temporada, ¿te parece?—Iré a empacar nuestros equipajes. —Henry hizo lo que dijo: —Puedes volver a dormir un rato, te despertaré cuando termine de empacar.Eiden estaba sentado a solas en una habitación a oscuras, estudiando detenidamente la información que tenía en sus manos mientras decidían un nuevo destino para su viaje.Solo había una lámpara de pared encendida en la habitación, que iluminaba su rostro en penumbra, como un vampiro que había vivido mucho tiempo en un viejo castillo.El ayudante llamó a la puerta de la habitación e informó: —Señor Eiden, según su petición, hemos encontrado algunas personas más que encajan.Solo entonces dijo Eiden: —Adelante.El
El tiempo era la mejor medicina.Un año después, en Navidad, Eiden, que llevaba mucho tiempo de vuelta en Palainy, pisaba por primera vez la habitación donde vivía Cristina.Gracias a sus órdenes, el interior siempre estaba limpio y cuidado.Ni siquiera se permitía que un pequeño adorno se descolocara de su posición original, y cada rincón de la habitación conservaba como antes, como si Cristina acabara de marcharse hace unos minutos.Eiden dio unas vacaciones anticipadas a la criada y él mismo tomó los utensilios de limpieza, con la intención de limpiar su habitación por ella.En ese momento llegó la carta; el mensajero que la entregó ya se había marchado, y solo se reconocía la procedencia por las letras del sobre.Eiden dio unos pasos hacia el exterior para intentar encontrar al mensajero y confirmar los datos de contacto del remitente, pero tropezó y solo pudo volver a dentro en vano para leer su contenido.La carta era sencilla, una postal con el texto Feliz Navidad.Eiden recorda
—Eiden, he conseguido una medalla de oro en el concurso internacional de fotografía.Cristina, emocionada, entró corriendo en la habitación de Eiden y no pudo evitar lanzarse a sus brazos porque estaba muy emocionada, igual que cuando lo hizo innumerables veces de pequeña.Pero al instante siguiente, una bofetada cayó con fuerza sobre su cara.Recién salida de la ducha y envuelta en una toalla, Blanca la apartó violentamente tras golpearla.—Cris, ¿qué estás haciendo? Yo soy la novia de tu hermano, ¿acaso eres tan desvergonzada que quieres seducir a tu hermano?A Cristina le ardía y le dolía la cara, y se le empañaban los ojos de lágrimas, pero al final no las derramó.Sí, ¿por qué se le olvidó?Eiden tenía novia y se iba a casar pronto.Había quedado huérfana de niña, luego la adoptaron los Frías, y Eiden la había mimado durante tantos años que se había acostumbrado a ser cariñosa con él.Miró a Eiden, con ojos lastimeros y expectantes.Él no dejaría que la intimidaran, ¿verdad?Pero