Lo nuestro quedó atrás
Lo nuestro quedó atrás
Por: 哥布林
Capítulo 1
—Eiden, he conseguido una medalla de oro en el concurso internacional de fotografía.

Cristina, emocionada, entró corriendo en la habitación de Eiden y no pudo evitar lanzarse a sus brazos porque estaba muy emocionada, igual que cuando lo hizo innumerables veces de pequeña.

Pero al instante siguiente, una bofetada cayó con fuerza sobre su cara.

Recién salida de la ducha y envuelta en una toalla, Blanca la apartó violentamente tras golpearla.

—Cris, ¿qué estás haciendo? Yo soy la novia de tu hermano, ¿acaso eres tan desvergonzada que quieres seducir a tu hermano?

A Cristina le ardía y le dolía la cara, y se le empañaban los ojos de lágrimas, pero al final no las derramó.

Sí, ¿por qué se le olvidó?

Eiden tenía novia y se iba a casar pronto.

Había quedado huérfana de niña, luego la adoptaron los Frías, y Eiden la había mimado durante tantos años que se había acostumbrado a ser cariñosa con él.

Miró a Eiden, con ojos lastimeros y expectantes.

Él no dejaría que la intimidaran, ¿verdad?

Pero los ojos de este eran fríos y su voz aún más fría: —¡Cristina, deberías andarte con cuidado!

¿Andarse con cuidado?

Cristina sonrió para sus adentros: —¡Lo siento! Tendré más cuidado.

Se dio la vuelta y huyó a toda prisa.

En cuanto se cerró la puerta, oyó la voz de Blanca: —Eiden, no era mi intención abofetearla, es que te quiero demasiado como para contener mis celos.

La voz de Eiden era indiferente: —¡Está bien, ya es hora de que despierte un poco!

¿Era hora de despertarse?

Cristina volvió a su habitación y marcó una llamada.

—Profesor Bernal, he decidido ir a Europa.

Al otro lado del celular, el profesor Bernal estaba radiante: —Me alegro, con tu capacidad, si hubieras venido antes, ya ahora serías una fotógrafa de renombre internacional. Bueno, ¿cuándo vienes?

Cristina lo pensó un momento y dijo: —En dos semanas.

Necesitaba un poco de tiempo para despedirse de todo lo que había aquí.

En realidad, Blanca Guzmán era la secretaria de Eiden.

Fue entonces cuando Eiden sostuvo varios currículos delante de Cristina: —Cris, ayúdame a elegir uno.

Cristina dudó un poco: —No sé mucho de eso, deja que elija alguien de RRHH.

Pero Eiden le dijo: —Verás mucho a mi secretaria, así que elige una que te caiga bien.

Ella fue quien eligió a Blanca como secretaria de Eiden.

Pero no sabía que, en vez de elegir a una secretaria, en realidad estaba eligiendo una cuñada.

Al día siguiente, como si Blanca hubiera olvidado lo de ayer, insistió en que Cristina la acompañara a probarse vestidos de novia.

—Ven y ayúdame a elegir, ¿qué te parece este vestido de novia? Tu hermano se lo toma tan a la ligera, da igual cuál le enseñe, dice que me queda bien todos, y eso no me ayuda.

Cristina suspiró: —Es tu vestido de novia, solo quédate con el que a ti te guste.

Blanca hizo un mohín con los labios: —Cris, sabes, yo no vengo de clase alta, tengo miedo de que mi gusto no sea lo suficientemente bueno y avergüence a tu hermano. En cambio, tú eres la gran fotógrafa de nuestra familia, ¡confío en tus ojos!

—Solo sé de fotografías, no sé elegir un vestido de novia.

Blanca estaba un poco decepcionada, y su tono estaba teñido con un toque de pena: —Cris, ¿todavía no me aceptas? Ayer fui demasiado impulsiva, te pido disculpas, no te enojes, ¿de acuerdo?

Cristina abrió la boca, quería replicar, pero no sabía cómo.

No era que no la aceptaba, ni estaba enojada con ella.

Solo estaba un poco confusa porque Eiden, que antes la había adorado como una princesa, de repente se enamoró de otra persona.

Blanca miró a Eiden, que estaba al margen, y le dijo razonablemente: —Eiden, ¿por qué no aplazamos la boda hasta que Cris me haya aceptado?

Eiden frunció ligeramente el ceño: —¿Cómo no vamos a celebrar una boda solo porque ella está enojada?

Blanca se compadeció: —Pero es tu hermana y quiero su aceptación.

Eiden reflexionó y miró a Cristina.

Su tono era un poco frío: —Cristina, ¡compórtate! No le hagas pasar un mal rato a tu cuñada.

Cristina apartó la mirada: —No lo hice.

Cristina miró la expresión ligeramente castigadora de su rostro y al instante sintió ganas de llorar.

Cuando Eiden aún la mimaba, casi siempre era él quien era inseparable a ella.

Cuando, delante de otros, ella se separaba un poco de Eiden, este la arrastraba hacia su lado con cara de descontento.

Cuando ella se iba al campo a hacer fotos, él la acompañaba.

Cuando fue a África a fotografiar la migración de los animales, él la acompañó.

Fue él quien dijo que no importaba cuándo ni dónde, él siempre estaría detrás de ella, y que si Cristina se daba la vuelta, seguro que lo vería.

Cristina respiró hondo y exhaló lentamente: —Lo siento, he sido yo la que no ha captado bien la situación y he hecho que la cuñada lo malinterpretara, en el futuro tendré cuidado con mis palabras y acciones y no lo volveré a pasar.

Eiden asintió levemente: —Es bueno que sepas que te equivocas.

Ella asintó: —Sigan mirando los vestidos de novia, no me siento bien, así que les dejo.

Las lágrimas fluyeron incontrolablemente mientras se daba la vuelta para salir de la tienda de novias.

Cristina se limpió con el dorso antes de sacar su celular y reservar su vuelo.

En dos semanas, ella estará en este vuelo, y se irá para siempre.

Dejando atrás a Eiden.
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