Eiden condujo a casa tan rápido como pudo.Acababa de encontrar al mensajero en la puerta de su casa, pero no llevaba nada encima.—¿Dónde está mi entrega? —Eiden le agarró: —Creía que habías dicho que tenías un paquete de Cristina para mí.El mensajero se quedó desconcertado: —Señor Frías... Su mujer ya ha firmado por usted, se lo di a ella.—¿Mi mujer?—¿Me equivoco? Pero esa señora acaba de decir que era la señora Frías...Eiden se apresuró a entrar en la villa.—¡Blanca! ¿Dónde estás?Blanca, que en ese momento se encontraba en el cuarto de baño, se estremeció.Tiró el contenido de su mano al retrete y pulsó frenéticamente el botón de la cisterna, pero al segundo siguiente, Eiden abrió la puerta del baño de una patada.Le arrebató la caja de la mano y la hojeó con ansiedad.Eran fotos.Desde que era un adolescente a convertirse en un hombre maduro con los años.En algunas llevaba uniforme escolar, de baloncesto, traje y bata.De cara, de perfil, de espalda, había de todos los ángul
Los de seguridad vinieron de visita y echaron a Blanca junto con todas sus cosas.Eiden sintió entonces que la casa estaba en paz.Tenía la caja de las fotos en brazo, y tocó suavemente con los dedos lo que estaba escrito en ella.Cristina vino a casa de los Frías desde que era una niña, y hasta aprendió a escribir con él, le enseñó tomándole de la manita, letra a letra.«Cris, ¿dónde diablos estás ahora?».Eiden agarró la caja de las fotos como si fuera un tesoro....—Cris, ¿dónde diablos estás?Cristina despertó de su sueño.Judid le preguntó: —¿Por qué estás tan pálida? ¿Tuviste una pesadilla?Cristina volvió a sus sentidos.Hoy, el profesor Bernal y Judid la habían llevado a cenar y, de paso, le iban a presentar al redactor jefe de una revista.Pero este iba a llegar un poco más tarde debido a que le surgió algo de repente. Y, como en los últimos días había tenido un sueño poco reparador, así que se quedó dormida en el sofá.—Cristina, toma.Frente a ella, una gran mano le entregó
Eiden no sabía cómo había aguantado las ocho horas de vuelo.Lo primero que le extrañó al oír las noticias que había traído Eric fue: ¿Salió del país? ¿Se fue a Milán?Pero lo primero que hizo fue pedir a alguien que comprobara la lista de pasejeros del aeropuerto, y no había constancia del embarque de Cristina.Pero más que eso, era un alivio saber que al menos Cristina seguía viva, y eso era bueno.Pero inmediatamente después una gran oleada de ira le envolvió, ¿por qué se había marchado sin decir nada?Incluso si quería ir al extranjero para desarrollarse, ¿por qué nunca se lo había mencionado?Cristina encontró una nueva casa y se mudó de la casa del profesor Bernal.Al fin y al cabo, era algo temporal vivir allí, y aunque tanto el profesor Bernal como Judid la cuidaban muy bien, Cristina no quería molestarles por mucho.Henry se enteró y se ofreció voluntario para ayudar.Cristina había venido sola, con las manos vacías, por lo que no tenía mucho equipaje, se mudó a una nueva casa
Eiden frunció ligeramente el ceño y preguntó retóricamente: —¿Hermano?—¿Acaso no es así?—Cris, —dijo Eiden— vi todas esas fotos que me dejaste.La expresión de Cristina no cambió mucho, solo asintió.—Pero algunas fueron destruidas por Blanca.—Normal —dijo Cristina— es tu mujer, puede hacer lo que quiera con tus cosas.—¡No lo es! —Eiden la agarró de los hombros y le explicó con entusiasmo: —Cris, no me casé con ella, di por terminada la boda cuando me di cuenta de que habías desaparecido. Te he estado buscando por todas partes durante los últimos días. Y una chica se suicidó con un vestido que donaste, por un momento pensé que...Cristina frunció el ceño: —Hermano, por favor, suéltame, ¡me haces daño!—¡No vuelvas a llamarme hermano!Cristina le miró y sonrió: —Pues entonces, señor Frías, ¿le parece bien?Eiden se indignó: —¡Cristina!Cristina respiró hondo y, poco a poco, rompió el gran agarre que tenía sobre su hombro; luego dio un paso atrás y se colocó junto a Henry.—Aún te lo
El tiempo pasó volando.No había visto a Eiden desde ese día.En realidad, estos días, Cristina ya le había quitado de la mente.Henry era muy bueno con ella, pero no estaba ansioso por ser su novio.Era un tipo que cuidaba con delicadez la vida de Cristina.Cristina sentía que esos días tan anodinos y tranquilizadores la hacían sentir arraigada en su corazón.Esta mañana, Cristina había recibido de madrugada una llamada del redactor jefe del otro día.—Señorita Caballero, mi amigo Jeff hoy va a hacer una entrevista a un famoso, ese pez gordo que te mencioné la última vez, ¿tienes tiempo para participar en la sesión de fotos?—Sí, pero ¿cuándo y dónde exactamente?—Lo mejor es que vayas ahora mismo, te envío la dirección y la información de contacto de Jeff.Naturalmente, el redactor jefe se alegró de verla dispuesta a ayudar.Cristina no se atrevió a retrasarse, tomó un taxi y se apresuró al lugar lo más rápido que pudo.El espacio de rodaje y el resto del equipo ya estaban listos, so
Cada palabra que salía de su boca se convertía en un cuchillo que cortaba el corazón de Eiden.Eiden, cuyo rostro en algún momento se había vuelto sombrío y amenazaba con empeorar, no esperó a que Jeff terminara su presentación de la pareja perfecta e interrumpió de sopetón: —Yo también tengo una urgencia, así que dejemos esta comida para otro día.—De acuerdo entonces, señor Frías. —Lo único que dijo Jeff fue: —Cuando termine, no se olvide de enviarme sus requistos con las fotos, y entonces se las enviaré a la señorita Caballero.Jeff pensaba que hoy se habían visto por primera vez.No se sabía si Eiden no le había oído o si se negaba deliberadamente a responder, pero no volvió la cabeza y caminó a paso extremadamente rápido.Jeff creía que tuvieron una buena conversación, pero este cambio tan repentino le hizo tener dudas, además de estar perplejo, se preguntó si alguien del lugar lo había ofendido en algún mometo.Mientras tanto, Henry, que conducía, tenía una pregunta similar, solo
—Aunque seas adulta, has crecido a mi lado, y sin tus padres, ¡claro que tengo que preocuparme por ti, y no dejar que te engañe cualquiera!Eiden también estaba enfurecido de verdad, y la mirada que dirigió a Henry fue fría.Cristina no pudo seguir aguantando, simplemente se la jugó y le dijo: —No es ningún cachondeo mi decisión de salir con Henry, realmente creo que es una buena persona, me siento muy feliz y a gusto con él estos días...—¡Ya dije que no apruebo esta relación! —interrumpió Eiden furioso, con el cubierto de la mano cayendo pesadamente sobre la mesa, haciendo un ruido sordo. —Cristina, vuelve a casa conmigo.Cristina ya no tuvo en cuenta la presencia del profesor Bernal, y se levantó con valentía y dijo: —¡No estamos en la casa de los Frías, aquí tú no mandas!—Cristina, ¡me preocupa que te estén engañando!—Afirmas que tienes deber de cuidarme, pues bien, dime con qué papel lo haces, un conocido cercano o mi supuesto... ¡hermano!Acentuó la última palabra.Eiden estaba
Eiden la miró incrédulo, abrió y cerró los labios para decir algo, pero el policía no le dio la oportunidad.Cristina permaneció impasible hasta que estuvo segura de que el policía se había llevado a Eiden para interrogarlo y este no podía molestarla más. Entonces llamó a Henry: —¿Puedes venir a buscarme ahora?—¿Dónde estás? Voy para allá. —Henry no preguntó por qué, solo la buscó lo más rápido que pudo.Cristina estaba sola por la acera de una calle, parecía delgada y frágil, como si una ráfaga de viento pudiera llevársela por delante.Le vio llegar y le preguntó en voz baja: —¿Cómo está el profesor Bernal?—Está bien, solo un poco confuso. —Henry la tranquilizó: —No te preocupes, ya se lo he explicado.Cristina asintió: —Bien.Henry quiso decir algo, pero no preguntó por qué estaba más triste por ahora. La acompañó de vuelta a casa, le sirvió una taza de té caliente y la sostuvo entre sus manos antes de decir con preocupación: —Tu hermano, él... ¿se está arrepintiendo?Era buena per