—Alfa Elyra Meraki —inició Aleckey, su voz retumbando con la fuerza de un decreto ancestral—, has sido acusada y hallada culpable de traición directa a la luna del rey, intento de asesinato, y manipulación de tu pueblo con fines egoístas. Has roto la confianza del trono, y lo que es peor, has atentado contra el corazón de esta alianza.Elyra se encontraba de rodillas en el centro, con cadenas de plata adornando sus muñecas y tobillos. Ya no vestía sus ropas de gala. Una túnica sencilla cubría su cuerpo, y la mirada altiva de antaño se había marchitado, dejando solo la sombra de lo que fue.Aleckey avanzó con paso firme hasta situarse frente a ella. A su lado estaban sus betas: Darren, Andras, Alastair y Asher. Calia permanecía en la parte alta del salón, sentada entre los líderes, su vientre acariciado por su propia mano, su mirada inquebrantable. El fuego de su sangre aún latía bajo su piel, poderoso y latente.Uno de los consejeros de Elyra, un anciano de ojos grises y mirada severa
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