El tercer amanecer desde que Aleckey volvió a su forma humana trajo algo nuevo al convento: silencio… pero de ese que precede la tormenta.Durante esos días, el rey alfa no había regresado del todo. Dormía en la habitación de Calia, a veces sobre una manta en el suelo, otras sobre la piedra fría cuando se despertaba sobresaltado. Ella insistía en que durmiera en la cama, pero él, en su estado aún salvaje, se negaba. Solo aceptaba su cercanía cuando lo bañaba, lo alimentaba y cuando, con voz dulce, le hablaba como si todo no estuviera destruido.La mañana del tercer día, Aleckey se levantó sin que ella lo llamara. Se vistió sin su ayuda, y cuando salió de la habitación, lo hizo por voluntad propia. Caminó con pasos firmes por los pasillos del viejo convento. Su cuerpo aún dolía desde la transformación a humano, su mente era un campo de batalla, pero ya podía sostenerse… y hablar.Todos estaban reunidos en la sala principal. La madera crujía, y el aire estaba denso de tensión y expectat
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