ALEXANDERLa puerta de la habitación se cerró con un clic seco detrás de ella.Elisa estaba de pie en el centro de la habitación, con su vestido de novia aún impecable, pero con la mirada opaca, como si la realidad finalmente la hubiera golpeado con toda su fuerza.Bienvenida a tu nueva vida.Caminé hacia la barra de bebidas y serví un whisky sin prisa, dándole la espalda. Sabía que ella me estaba observando, probablemente esperando alguna palabra, una explicación, incluso tal vez una muestra de humanidad.Pero no obtendría ninguna.—Quiero dejar algo claro desde ahora —dije, con voz controlada mientras giraba para enfrentarla—. Esto es un acuerdo, Elisa. Nada más. No espero amor, ni cariño, ni ningún tipo de relación íntima entre nosotros. Para el mundo exterior, seremos el matrimonio perfecto, pero puertas adentro… —bebí un sorbo lento antes de continuar— no somos nada.Sus labios se separaron ligeramente, como si mi frialdad aún la sorprendiera.—No tienes que recordármelo —murmuró
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