Emma sintió cómo la energía recorría cada parte de su cuerpo, como si hubiera renacido. La prueba había terminado, y ahora la luz de la Diosa Luna latía en su interior. Cuando abrió los ojos, aún estaba en el templo, pero algo era diferente. Podía sentir cada partícula de energía a su alrededor. Podía oír la respiración de Diego incluso antes de verlo. Cada latido, cada vibración en el aire, todo era más claro. Y entonces, la vio. La Diosa Luna la observaba con orgullo. —Has despertado, Emma. Emma respiró profundamente. —¿Este… este es el poder de los Blancos? La Diosa asintió. —Es el legado que siempre ha corrido por tu sangre. Pero ahora, has aceptado quién eres. Emma bajó la mirada a sus propias manos. Sus venas brillaban con un tenue resplandor azul. Era como si la luna misma latiera dentro de ella. —¿Este poder… me hará más fuerte? —preguntó con cautela. La Diosa sonrió suavemente. —No solo más fuerte, sino más sabia. Ahora, puedes escuchar los susurros
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