El ambiente en la casa había cambiado. Era sutil, imperceptible para quienes no prestaran atención, pero para los que convivían día a día bajo ese techo, la diferencia era clara. La noche anterior, Leonardo y Camila habían compartido una conversación que, sin ser grandilocuente ni emotiva, había marcado un antes y un después entre ellos. Fue la primera vez que hablaron sin sarcasmos, sin críticas disfrazadas de ingenio. Una charla sincera, tranquila, casi accidental, pero que dejó huellas profundas en ambos, aunque ninguno quisiera admitirlo del todo.Sin embargo, la cercanía emocional, esa tensión invisible que empezaba a tejerse entre ellos, tenía un precio. Y no tardó en hacerse evidente.A la mañana siguiente, Leonardo estaba particularmente irritable. El ceño fruncido desde que amaneció, los hombros rígidos, la voz m&aa
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