Era una tarde tranquila en la finca, de esas que parecían diseñadas para la calma. El sol se filtraba entre los árboles como si acariciara cada hoja, proyectando sombras suaves sobre el suelo.El aire tenía ese aroma a tierra húmeda que llega tras el riego, y el canto lejano de algunos pájaros rompía con dulzura el silencio apacible del entorno. Los jardines se veían especialmente verdes ese día, como si la naturaleza también hubiera decidido respirar con más calma.Camila caminaba despacio por el pasillo que conectaba el ala principal con el jardín. Su vestido largo se movía suavemente con cada paso, y su vientre redondeado oscilaba con el ritmo pausado de su andar. La vida crecía dentro de ella, y aunque su cuerpo lo sentía cada vez con más intensidad, su rostro irradiaba serenidad. Llevaba una sonrisa suave, casi imperceptible, pero sincera.Estaba más aliviada desde lo ocurrido días atrás con Leonardo.Ese beso… no se había repetido, pero tampoco se había borrado. Había quedado su
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