María José, con el rostro enrojecido, bajó la vista hacia su taza, evitando la intensidad de la mirada de Isaac. No podía mirarlo directamente, y él lo sabía. Su corazón latió más rápido, pero esta vez no era por la emoción de verla, sino por el dolor que sentía al ver que ella no era la misma mujer que había amado con todo su ser.Ambos compartían la misma pregunta en sus mentes, la misma incertidumbre. ¿Cómo se pasó de ser todo a ser nada?Finalmente, María José rompió el silencio, pero sus palabras no fueron las que Isaac había esperado.—Hola —dijo con una voz suave, casi temblorosa.Isaac no pudo evitar mirarla profundamente. Había algo en su tono que lo hizo sentir que ella también estaba sufriendo, que aunque sus ojos no lo dijeran, su alma lo gritaba.—Hola —respondió Isaac, apenas reconociendo su propia voz.Se sentaron en silencio, el café entre ellos como un muro invisible. Ambos querían hablar, pero las palabras parecían vacías, como si decirlas no fuera suficiente para ex
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