La mañana llegó demasiado rápido. Eliana apenas había dormido, dando vueltas en la cama, repasando la despedida que la esperaba. Aunque Isaac le había asegurado que no era nada grave, que todo se solucionaría y que volvería pronto, algo dentro de ella se negaba a creerlo del todo.El sonido del cantar de los pájaros la sacaron de sus pensamientos. Se subió al auto y condujo en silencio hasta el aeropuerto. Isaac estaba a su lado, con su mochila sobre las piernas y la mirada fija en la carretera. No era común verlo tan callado.—¿Estás seguro de que no quieres contarme qué está pasando? —preguntó Eliana, rompiendo el silencio.Isaac soltó un suspiro y esbozó una pequeña sonrisa.—Cuando todo esté claro, te prometo que serás la primera en saberlo.Eliana apretó el volante con fuerza. No era la respuesta que quería, pero tampoco iba a presionarlo más.Al llegar al aeropuerto, caminaron juntos hasta la zona de embarque. Eliana intentó mantenerse firme, pero con cada paso, la idea de que I
Isaac llegó a Nueva York en un vuelo sin contratiempos, pero su mente no había descansado en absoluto. El viaje se sintió más largo de lo normal, quizás porque sabía que estaba volviendo a enfrentar un pasado que creyó haber dejado atrás.Al llegar al hotel, dejó caer su maleta en la habitación y se dejó caer en la cama con un suspiro. Aún no había tenido tiempo de procesar todo lo que estaba a punto de suceder, pero una parte de él sabía que no tenía escapatoria.Tomó su teléfono y, sin pensarlo demasiado, le envió un mensaje a Eliana."Ya estoy en el hotel. Todo bien. Descansa."Dejó el teléfono en la mesita de noche y cerró los ojos. El cansancio lo venció en cuestión de minutos.Mientras tanto, en la otra parte del mundo, Eliana dormía profundamente cuando el sonido de su celular vibrando sobre la mesita la despertó. Se frotó los ojos y tomó el dispositivo con torpeza. Al ver el mensaje de Isaac, una sonrisa se dibujó en su rostro, sintiendo alivio de que hubiera llegado bien.Se
María José, con el rostro enrojecido, bajó la vista hacia su taza, evitando la intensidad de la mirada de Isaac. No podía mirarlo directamente, y él lo sabía. Su corazón latió más rápido, pero esta vez no era por la emoción de verla, sino por el dolor que sentía al ver que ella no era la misma mujer que había amado con todo su ser.Ambos compartían la misma pregunta en sus mentes, la misma incertidumbre. ¿Cómo se pasó de ser todo a ser nada?Finalmente, María José rompió el silencio, pero sus palabras no fueron las que Isaac había esperado.—Hola —dijo con una voz suave, casi temblorosa.Isaac no pudo evitar mirarla profundamente. Había algo en su tono que lo hizo sentir que ella también estaba sufriendo, que aunque sus ojos no lo dijeran, su alma lo gritaba.—Hola —respondió Isaac, apenas reconociendo su propia voz.Se sentaron en silencio, el café entre ellos como un muro invisible. Ambos querían hablar, pero las palabras parecían vacías, como si decirlas no fuera suficiente para ex
María José asintió lentamente, las lágrimas acumulándose en sus ojos, pero no dejándolas caer. Sabía que esto cambiaría todo entre ellos, pero lo que tenía que decir no podía seguir guardándolo más.—Su nombre es Gabriel —continuó, ahora con la voz más firme, aunque quebrada por la emoción. —Lo he criado todo este tiempo... sin decirte nada. No fue fácil, pero nunca supe cómo explicarte. No quería que esto nos separara más de lo que ya estábamos, pero ahora creo que es el momento.Isaac la miró sin palabras, el shock de la noticia golpeándole en el pecho como un puño. Un hijo. El hijo que nunca supo que existía. La idea de ser padre le parecía casi surrealista, como si de alguna manera el destino les hubiera jugado una broma cruel, separándolos en el peor momento posible.—Quiero que lo conozcas —dijo María José, tomando sus manos con un gesto de súplica. —Sé que no podemos estar juntos, que lo que tuvimos ya no puede ser, pero quiero que él crezca con su papá. No importa lo que haya
Finalmente, Gabriel levantó la mano, con timidez, y la apretó con cautela. Isaac sintió el pequeño contacto, un golpe en su corazón que lo hizo sentir la magnitud de lo que estaba pasando. Este era su hijo. El niño que había dejado atrás sin saberlo, que había crecido en un espacio vacío en su vida.—¿Sabes? Tu mamá me ha hablado mucho de ti —dijo Isaac, tratando de romper la barrera con una sonrisa que, aunque forzada, le permitió acercarse más a su hijo.Gabriel lo miró, y por un momento, pareció relajarse un poco, aunque la incertidumbre seguía en sus ojos. Isaac sentía una mezcla de felicidad y tristeza, sabiendo que este momento sería solo el comienzo de algo mucho más complicado. No podía volver atrás. No podía recuperar el tiempo perdido, pero en su corazón sentía que había algo más importante que jamás podría haber imaginado: una segunda oportunidad.—Vas a conocerme mejor, Gabriel. Y quiero estar en tu vida. Quiero ser parte de ella —dijo Isaac, sin poder evitar que su voz se
La oficina estaba en silencio, salvo por el sonido ocasional de los teclados y el suave murmullo de las hojas al ser pasadas de un lado a otro. José Manuel y Eliana estaban absortos en su trabajo, rodeados de documentos y propuestas que necesitaban revisar antes de la reunión de la tarde. El aire estaba cargado de concentración, como si ambos intentaran mantenerse enfocados en la tarea, sin dejar que sus pensamientos los distrajeran.Eliana, como siempre, mostraba una actitud profesional, pero había algo en su mirada que delataba la preocupación que llevaba consigo. Había pasado mucho tiempo desde que ella y José Manuel compartían una oficina, y mucho más desde que sus vidas tomaron rumbos distintos. Mientras se inclinaba sobre la mesa, revisando los números de una propuesta, sus dedos rozaron accidentalmente los de José Manuel. Fue un roce ligero, casi imperceptible, pero el contacto fue suficiente para que ambos se quedaran quietos por un momento.José Manuel alzó la vista lentament
El día había comenzado con su ritmo habitual en la oficina, con Eliana revisando informes y ajustando detalles del proyecto que habían comenzado a trabajar en conjunto. La presión sobre sus hombros era palpable, pero era algo que ya había aprendido a manejar con el tiempo. Lo que no había anticipado era la llegada de Alejandro, quien irrumpió en la oficina con su característica sonrisa confiada, y una taza de café humeante en la mano.—Buenos días, Eliana —saludó Alejandro, su tono amable y cercano como siempre—. Como Isaac no está hoy, me he tomado la libertad de traerte el café. Me aseguré de que fuera justo como te gusta, fuerte y sin azúcar.Eliana, sorprendida por el gesto, levantó la vista de los papeles y observó a Alejandro. Su sonrisa era cálida, pero al mismo tiempo, había algo en su mirada que no podía pasar desapercibido. Un pequeño toque de gentileza, un detalle aparentemente inocente, pero que causaba una reacción inmediata en Eliana.—No hace falta, Alejandro —dijo rápi
En la penumbra de la bodega, la luz tenue proveniente de una bombilla oscilante apenas iluminaba los rostros de los dos individuos que se encontraban allí. La mujer, con su rostro oculto tras una máscara de desconfianza, observaba al hombre que había contratado para llevar a cabo el trabajo sucio. Él estaba de pie, con la mirada fija en una computadora portátil, tecleando furiosamente. Las líneas de código pasaban tan rápido que apenas se podían distinguir.—¿Estás seguro de lo que estás diciendo? —la mujer preguntó con voz rasposa, sus palabras cortas y precisas.El hacker se detuvo un momento y se giró hacia ella, su rostro marcado por la fatiga y la frustración.—Lo estoy, créeme. —Su tono era más grave que nunca, como si una pesada verdad hubiera caído sobre él—. La información que Nicolás robó… era falsa. No tiene valor. Todo lo que nos pasó buscando esos datos fue una pérdida de tiempo.La mujer frunció el ceño, cruzando los brazos. Un aire de preocupación se apoderó de ella. No