La noche era fría y silenciosa, excepto por el sonido de los pasos erráticos de José Manuel en la acera. Sus pensamientos eran un caos, su pecho ardía con una mezcla de rabia, frustración y algo que no quería admitir: celos. Había bebido más de la cuenta, eso lo sabía, pero no le importaba. Solo había un lugar al que su mente lo arrastraba en ese estado.Sin darse cuenta de cómo, llegó hasta la puerta de la casa de Eliana. Tocó con insistencia, apoyando la frente contra la madera mientras intentaba ordenar sus ideas.—Vamos… ábreme… —murmuró con voz arrastrada.Dentro, Eliana, que ya estaba en pijama, frunció el ceño al escuchar los golpes. Se acercó con cautela y miró por la mirilla. Su corazón dio un vuelco al ver a José Manuel allí, tambaleándose.Abrió la puerta de inmediato.—¿José Manuel? —susurró, sorprendida—. ¿Qué estás haciendo aquí?Él levantó la vista, y sus ojos, nublados por el alcohol y las emociones contenidas, la recorrieron con intensidad.—Tenía que verte… —dijo con
Eliana se quedó en la cocina, inmóvil, con la mirada fija en el café que apenas había probado. Su mente seguía atrapada en la conversación con José Manuel, en la manera en que él había reducido todo a una excusa: el alcohol.Suspiró y llevó la taza a sus labios, pero un ruido en la entrada la hizo girarse con el ceño fruncido.José Manuel estaba de pie en el umbral de la puerta, con una expresión tensa.—Olvidé mi abrigo —dijo en voz baja.Eliana asintió y se giró para ir a buscarlo. Caminó hasta la sala y lo tomó del sofá, pero antes de que pudiera dárselo, sintió unos brazos fuertes rodearla por la cintura.Su cuerpo se tensó de inmediato.—José Manuel… —murmuró, sintiendo su aliento cálido contra su cuello.Él apretó el abrazo, apoyando su rostro en su cabello.—Solo dame un momento… —susurró con voz quebrada—. Lo siento, Eliana… pero necesito sentirte.Eliana cerró los ojos con fuerza. Su corazón latía con violencia, sus emociones chocaban entre sí. Por un instante, permitió que s
Eliana sintió un torbellino de emociones revolviendo su interior. La historia de Samuel la había tomado por sorpresa, dejándola sin palabras. Miró a José Manuel, buscando en su rostro alguna señal de mentira, pero todo en su expresión hablaba de verdad.Su corazón se apretó con fuerza. Samuel… ese niño de sonrisa traviesa y mirada inocente, no era el hijo de Samantha, como siempre había pensado. Era un niño abandonado, un alma inocente que había llegado a la vida de José Manuel en medio de una noche de tormenta.Y él… él lo había elegido.Esa realización la golpeó con una fuerza inesperada. Porque José Manuel, el hombre que una vez le había roto el corazón, había tomado en brazos a un bebé indefenso y había decidido amarlo sin importar nada.Eliana sintió una punzada en el pecho. No era justo. No era justo que el destino le hubiera arrebatado tanto a José Manuel, que lo hubiera empujado a ahogar sus penas en alcohol aquella noche, que lo hubiera puesto frente a una decisión tan grande
Eliana sintió que la ira y el dolor la golpeaban al mismo tiempo. Su cuerpo se tensó, y su respiración se volvió inestable. Miró a José Manuel con los ojos ardiendo en lágrimas contenidas.—Tú también has sido el único hombre en mi vida —susurró con la voz temblorosa, pero llena de verdad—. Siempre lo has sido.José Manuel soltó una carcajada amarga, incrédula.—No mientas, Eliana —dijo con dureza, su mandíbula marcada por la rabia contenida—. Sé que perdiste un hijo… y estoy más que seguro que ese hijo que perdiste era de Isaac.Eliana sintió cómo esas palabras la atravesaban como un cuchillo. Su cuerpo se estremeció, y la furia le nubló la razón.—¿De verdad piensas eso? —preguntó con voz rota, mirándolo con una mezcla de dolor y decepción—. ¿De verdad crees que yo te habría engañado con Isaac?José Manuel desvió la mirada, pero su expresión seguía fría, distante.—¿Qué otra explicación hay? —preguntó con amargura—. Tú perdiste un hijo y yo ni siquiera sabía que estabas embarazada.
José Manuel sintió cómo esas palabras lo golpeaban con una brutalidad inesperada. Su corazón latía con violencia, con un peso insoportable de culpa. De repente, se sintió pequeño, insignificante frente a todo el daño que había causado.—Lo siento… —susurró con la voz temblorosa, y la angustia lo atravesó como un cuchillo—. Dios, Eliana, lo siento tanto.Sus labios temblaron al hablar. Nunca en su vida había sentido algo así. Había enfrentado negocios millonarios, tomado decisiones que afectaban a cientos de personas, pero nada, absolutamente nada, lo había preparado para este momento.—Tú estabas sola… y yo… yo te dejé sola —continuó, su voz cargada de un peso insoportable—. Cuando más me necesitabas, cuando más debí haber estado a tu lado…Se llevó las manos a la cara, intentando contener las lágrimas que amenazaban con caer. No recordaba la última vez que había llorado. Quizás nunca lo había hecho de verdad. Pero ahora, en este instante, todo dentro de él se derrumbaba.—Perdóname…
Eliana despertó con la luz del sol filtrándose a través de las cortinas. Se removió en la cama, aún sintiendo el peso de la conversación de la mañana en su pecho. Su mirada recorrió la habitación hasta que percibió un aroma delicioso en el aire.Frunció el ceño y se incorporó rápidamente. ¿Era eso… caldo recién hecho? ¿Tostadas y pasta?Se levantó de la cama con el corazón latiéndole rápido. Su mente aún estaba nublada por los recuerdos de su discusión con José Manuel, pero la preocupación la golpeó de inmediato. ¡La empresa!Con pasos apresurados salió de la habitación y se detuvo en seco al ver la escena en la cocina.José Manuel estaba allí, con las mangas de su camisa arremangadas, sirviendo el almuerzo en la mesa. Había preparado caldo, jugo de naranja y una variedad de pastas y tostadas con mantequilla. Su expresión era tranquila, casi serena, como si todo lo que habían hablado la noche anterior no pesara sobre sus hombros.Eliana sintió que el aire se le atascaba en la garganta
Eliana seguía sentada en el comedor, con la mirada fija en la comida que José Manuel le había preparado. El aroma seguía en el aire, tentador, pero ella no tenía hambre. Su mente estaba en otro lugar, enredada en el pasado y el presente, en lo que fue y en lo que nunca pudo ser.¿Por qué él era así? ¿Por qué nunca le había creído?Si aquella vez José Manuel hubiera confiado en ella, todo habría sido diferente. Tal vez seguirían juntos, tal vez su hijo estaría vivo, tal vez no tendría que vivir con este peso en el pecho que parecía ahogarla cada vez que lo veía.Cerró los ojos con fuerza, sintiendo la punzada de dolor que siempre la acompañaba cuando pensaba en su bebé.No. No iba a volver a llorar.Se levantó de la silla de golpe, sintiendo cómo la determinación se apoderaba de ella.—No voy a llorar más —murmuró, casi como una promesa.No le daría a José Manuel el poder de verla débil. No otra vez. Si él nunca le creyó, si nunca confió en ella, entonces no merecía ver cuánto la había
Eliana estaba sentada en su oficina, revisando algunos informes en su computadora, cuando un ligero golpeteo en la puerta la sacó de sus pensamientos.—Adelante —dijo sin apartar la vista de la pantalla.Andrea, su asistente, entró con expresión seria y una carpeta en las manos.— Eliana, ya tengo la información que me pidió sobre las fotografías.Eliana levantó la vista de inmediato. Durante tanto tiempo había esperado respuestas, pero ahora que finalmente las tenía al alcance, no estaba segura de querer escucharlas.Andrea avanzó unos pasos y colocó la carpeta sobre el escritorio.—Descubrimos quién fue la persona que entró a ese hotel y se hizo pasar por usted.Eliana respiró hondo antes de preguntar:—¿Quién fue?Andrea la miró fijamente y dijo con voz firme:—Samantha.Eliana cerró los ojos por un momento y luego esbozó una sonrisa amarga.—Lo sabía…Andrea la observó con cierta cautela.—¿No le sorprende?Eliana negó con la cabeza.—Siempre lo sospeché. Samantha era la única que