Eliana seguía sentada en el comedor, con la mirada fija en la comida que José Manuel le había preparado. El aroma seguía en el aire, tentador, pero ella no tenía hambre. Su mente estaba en otro lugar, enredada en el pasado y el presente, en lo que fue y en lo que nunca pudo ser.¿Por qué él era así? ¿Por qué nunca le había creído?Si aquella vez José Manuel hubiera confiado en ella, todo habría sido diferente. Tal vez seguirían juntos, tal vez su hijo estaría vivo, tal vez no tendría que vivir con este peso en el pecho que parecía ahogarla cada vez que lo veía.Cerró los ojos con fuerza, sintiendo la punzada de dolor que siempre la acompañaba cuando pensaba en su bebé.No. No iba a volver a llorar.Se levantó de la silla de golpe, sintiendo cómo la determinación se apoderaba de ella.—No voy a llorar más —murmuró, casi como una promesa.No le daría a José Manuel el poder de verla débil. No otra vez. Si él nunca le creyó, si nunca confió en ella, entonces no merecía ver cuánto la había
Eliana estaba sentada en su oficina, revisando algunos informes en su computadora, cuando un ligero golpeteo en la puerta la sacó de sus pensamientos.—Adelante —dijo sin apartar la vista de la pantalla.Andrea, su asistente, entró con expresión seria y una carpeta en las manos.— Eliana, ya tengo la información que me pidió sobre las fotografías.Eliana levantó la vista de inmediato. Durante tanto tiempo había esperado respuestas, pero ahora que finalmente las tenía al alcance, no estaba segura de querer escucharlas.Andrea avanzó unos pasos y colocó la carpeta sobre el escritorio.—Descubrimos quién fue la persona que entró a ese hotel y se hizo pasar por usted.Eliana respiró hondo antes de preguntar:—¿Quién fue?Andrea la miró fijamente y dijo con voz firme:—Samantha.Eliana cerró los ojos por un momento y luego esbozó una sonrisa amarga.—Lo sabía…Andrea la observó con cierta cautela.—¿No le sorprende?Eliana negó con la cabeza.—Siempre lo sospeché. Samantha era la única que
Eliana despertó con el peso cálido de Samuel acurrucado contra su costado. Había pasado la noche con él en su departamento, asegurándose de que durmiera tranquilo después del incidente. Aunque su cuerpo estaba agotado, su mente no había descansado ni un segundo.Miró al niño, que dormía profundamente, con su manita aferrada a la tela de su blusa. Samuel no era su hijo, pero su corazón no hacía diferencia.Con cuidado, se deslizó fuera de la cama sin despertarlo. Se dirigió a la cocina y comenzó a preparar el desayuno. Mientras batía los huevos, escuchó pasos pequeños detrás de ella.—¿Eli?Eliana se giró y sonrió al ver a Samuel en la puerta, restregándose los ojitos.—Buenos días, dormilón.—¿Hice algo mal?Su vocecita temblorosa la desconcertó.—¿Por qué dices eso?—Porque papá estaba enojado ayer en el hospital —murmuró, bajando la mirada.Eliana suspiró y se agachó para quedar a su altura.—No hiciste nada malo, mi amor. Solo quieres sentirte seguro, y eso está bien.Samuel la abr
Isaac ajustó el cinturón de seguridad mientras observaba a Gabriel en el asiento trasero. El niño iba emocionado, moviendo los pies con impaciencia.—¿Falta mucho para llegar, mami? —preguntó con entusiasmo.María José sonrió mientras conducía.—No, en cinco minutos estaremos en tu jardín.Isaac, en el asiento del copiloto, miraba distraídamente por la ventana. Aún no asimilaba del todo la nueva realidad en la que vivía. Apenas unos días antes, había descubierto que tenía un hijo y ahora estaba en Nueva York con ellos.Llegaron al jardín infantil y bajaron del auto. María José ayudó a Gabriel con su mochila y lo llevó hasta la puerta, mientras Isaac los seguía en silencio. Observaron juntos cómo el pequeño se integraba rápidamente con los demás niños.—Se adapta rápido —comentó Isaac.—Sí —asintió María José—. Gabriel siempre ha sido un niño fuerte.Un silencio incómodo se instaló entre ellos. Isaac metió las manos en los bolsillos, sin saber muy bien qué decir.—¿Ahora qué? —preguntó
María José se sentó frente al doctor Rivas, con las manos entrelazadas sobre su regazo. Sentía el latido acelerado de su corazón en los oídos, pero intentó mantener la calma.—Señorita María José —comenzó el doctor, con un tono sereno pero firme—, recibimos los resultados de sus exámenes y… quiero que sepa que hablaremos con total sinceridad.Ella asintió lentamente, apretando los dedos contra su piel.—Dígame.El doctor tomó una carpeta y la abrió.—Los análisis indican que padece la misma condición que su padre. Es una enfermedad progresiva y degenerativa, pero si se trata a tiempo, podemos hacer mucho para mejorar su calidad de vida.María José sintió que el aire se volvía pesado. Su respiración se volvió superficial, y el eco de aquellas palabras la llevó de inmediato al recuerdo de su padre. A su lento deterioro, a su dolor, a la impotencia de verlo apagarse día tras día sin poder hacer nada.El doctor siguió hablando, pero ella dejó de escucharlo. Su mente estaba atrapada en aqu
El ambiente en el auto había cambiado cuando llegaron al jardín infantil por Gabriel. A pesar de la conversación tensa que habían tenido antes, Isaac intentó actuar con normalidad para que su hijo no notara nada extraño.Cuando Gabriel los vio, corrió hacia ellos con una sonrisa radiante, extendiendo los brazos para que María José lo abrazara primero.—¡Mami, papi! Hoy aprendí a hacer figuras con plastilina. Mira, hice un perrito —dijo, mostrando un pequeño amasijo de colores que apenas tenía forma.—¡Guau, es increíble! —María José sonrió, acariciando el cabello de su hijo.Isaac se agachó junto a ellos y fingió examinar la figura con detenimiento.—¿Un perrito? Yo creo que es un dinosaurio en realidad.—¡Nooo, papi! Es un perrito —Gabriel hizo un puchero, y los tres se rieron juntos.El camino de regreso a casa fue ligero, lleno de risas y conversaciones sin preocupaciones. María José, por un momento, intentó dejar de lado la angustia que la oprimía y se permitió disfrutar del momen
El sonido insistente del celular de Isaac rompió la tranquilidad de la mañana. María José se removió en su cama, aún envuelta en las sábanas, intentando ignorarlo. Pero la vibración persistente en la habitación contigua la hizo fruncir el ceño.Sabía que Isaac estaba en la ducha. Si alguien llamaba con tanta insistencia, quizás era algo importante. Dudó un momento, pero cuando el teléfono sonó por cuarta vez, se levantó y cruzó el pasillo hasta la puerta entreabierta del cuarto de Isaac.El móvil seguía vibrando sobre la mesa de noche.—Isaac, ¿quieres que conteste? —preguntó desde la puerta, pero solo recibió como respuesta el sonido del agua corriendo en la ducha.Finalmente, la llamada terminó, pero justo cuando iba a dejar el teléfono en su sitio, apareció una notificación en la pantalla.Un mensaje de Eliana.Su corazón se detuvo por un segundo. Sus ojos bajaron instintivamente al texto."Llámame pronto ❤️."Sintió un nudo formarse en su pecho.Eliana. El nombre retumbó en su men
Pero Isaac no estaba convencido. Si no la usaba, ¿por qué estaba tan limpia y ordenada? Algo no cuadraba.Instintivamente, movió el cursor y abrió la carpeta de documentos recientes. Su mirada se endureció al notar la fecha de modificación del último archivo: hacía solo una semana.Levantó la vista hacia María José con incredulidad.—Dices que no la usas, pero este archivo es de hace una semana.María José sintió un escalofrío recorrerle la espalda.—Debe haber sido por algo del trabajo… —intentó excusarse, pero su voz temblaba.Isaac entrecerró los ojos.—¿Me estás mintiendo?Ella desvió la mirada, sintiendo cómo la ansiedad crecía en su pecho. No quería admitir que, en más de una ocasión, había abierto esa laptop solo para ver aquella foto de los dos. Para recordar.Pero Isaac lo intuía. Y ese simple detalle lo desestabilizó más de lo que esperaba.Isaac cerró la laptop con calma, pero sus pensamientos estaban en completo desorden. Miró a María José con intensidad, como si tratara d