Finalmente, Gabriel levantó la mano, con timidez, y la apretó con cautela. Isaac sintió el pequeño contacto, un golpe en su corazón que lo hizo sentir la magnitud de lo que estaba pasando. Este era su hijo. El niño que había dejado atrás sin saberlo, que había crecido en un espacio vacío en su vida.—¿Sabes? Tu mamá me ha hablado mucho de ti —dijo Isaac, tratando de romper la barrera con una sonrisa que, aunque forzada, le permitió acercarse más a su hijo.Gabriel lo miró, y por un momento, pareció relajarse un poco, aunque la incertidumbre seguía en sus ojos. Isaac sentía una mezcla de felicidad y tristeza, sabiendo que este momento sería solo el comienzo de algo mucho más complicado. No podía volver atrás. No podía recuperar el tiempo perdido, pero en su corazón sentía que había algo más importante que jamás podría haber imaginado: una segunda oportunidad.—Vas a conocerme mejor, Gabriel. Y quiero estar en tu vida. Quiero ser parte de ella —dijo Isaac, sin poder evitar que su voz se
La oficina estaba en silencio, salvo por el sonido ocasional de los teclados y el suave murmullo de las hojas al ser pasadas de un lado a otro. José Manuel y Eliana estaban absortos en su trabajo, rodeados de documentos y propuestas que necesitaban revisar antes de la reunión de la tarde. El aire estaba cargado de concentración, como si ambos intentaran mantenerse enfocados en la tarea, sin dejar que sus pensamientos los distrajeran.Eliana, como siempre, mostraba una actitud profesional, pero había algo en su mirada que delataba la preocupación que llevaba consigo. Había pasado mucho tiempo desde que ella y José Manuel compartían una oficina, y mucho más desde que sus vidas tomaron rumbos distintos. Mientras se inclinaba sobre la mesa, revisando los números de una propuesta, sus dedos rozaron accidentalmente los de José Manuel. Fue un roce ligero, casi imperceptible, pero el contacto fue suficiente para que ambos se quedaran quietos por un momento.José Manuel alzó la vista lentament
El día había comenzado con su ritmo habitual en la oficina, con Eliana revisando informes y ajustando detalles del proyecto que habían comenzado a trabajar en conjunto. La presión sobre sus hombros era palpable, pero era algo que ya había aprendido a manejar con el tiempo. Lo que no había anticipado era la llegada de Alejandro, quien irrumpió en la oficina con su característica sonrisa confiada, y una taza de café humeante en la mano.—Buenos días, Eliana —saludó Alejandro, su tono amable y cercano como siempre—. Como Isaac no está hoy, me he tomado la libertad de traerte el café. Me aseguré de que fuera justo como te gusta, fuerte y sin azúcar.Eliana, sorprendida por el gesto, levantó la vista de los papeles y observó a Alejandro. Su sonrisa era cálida, pero al mismo tiempo, había algo en su mirada que no podía pasar desapercibido. Un pequeño toque de gentileza, un detalle aparentemente inocente, pero que causaba una reacción inmediata en Eliana.—No hace falta, Alejandro —dijo rápi
En la penumbra de la bodega, la luz tenue proveniente de una bombilla oscilante apenas iluminaba los rostros de los dos individuos que se encontraban allí. La mujer, con su rostro oculto tras una máscara de desconfianza, observaba al hombre que había contratado para llevar a cabo el trabajo sucio. Él estaba de pie, con la mirada fija en una computadora portátil, tecleando furiosamente. Las líneas de código pasaban tan rápido que apenas se podían distinguir.—¿Estás seguro de lo que estás diciendo? —la mujer preguntó con voz rasposa, sus palabras cortas y precisas.El hacker se detuvo un momento y se giró hacia ella, su rostro marcado por la fatiga y la frustración.—Lo estoy, créeme. —Su tono era más grave que nunca, como si una pesada verdad hubiera caído sobre él—. La información que Nicolás robó… era falsa. No tiene valor. Todo lo que nos pasó buscando esos datos fue una pérdida de tiempo.La mujer frunció el ceño, cruzando los brazos. Un aire de preocupación se apoderó de ella. No
La noche era fría y silenciosa, excepto por el sonido de los pasos erráticos de José Manuel en la acera. Sus pensamientos eran un caos, su pecho ardía con una mezcla de rabia, frustración y algo que no quería admitir: celos. Había bebido más de la cuenta, eso lo sabía, pero no le importaba. Solo había un lugar al que su mente lo arrastraba en ese estado.Sin darse cuenta de cómo, llegó hasta la puerta de la casa de Eliana. Tocó con insistencia, apoyando la frente contra la madera mientras intentaba ordenar sus ideas.—Vamos… ábreme… —murmuró con voz arrastrada.Dentro, Eliana, que ya estaba en pijama, frunció el ceño al escuchar los golpes. Se acercó con cautela y miró por la mirilla. Su corazón dio un vuelco al ver a José Manuel allí, tambaleándose.Abrió la puerta de inmediato.—¿José Manuel? —susurró, sorprendida—. ¿Qué estás haciendo aquí?Él levantó la vista, y sus ojos, nublados por el alcohol y las emociones contenidas, la recorrieron con intensidad.—Tenía que verte… —dijo con
Eliana se quedó en la cocina, inmóvil, con la mirada fija en el café que apenas había probado. Su mente seguía atrapada en la conversación con José Manuel, en la manera en que él había reducido todo a una excusa: el alcohol.Suspiró y llevó la taza a sus labios, pero un ruido en la entrada la hizo girarse con el ceño fruncido.José Manuel estaba de pie en el umbral de la puerta, con una expresión tensa.—Olvidé mi abrigo —dijo en voz baja.Eliana asintió y se giró para ir a buscarlo. Caminó hasta la sala y lo tomó del sofá, pero antes de que pudiera dárselo, sintió unos brazos fuertes rodearla por la cintura.Su cuerpo se tensó de inmediato.—José Manuel… —murmuró, sintiendo su aliento cálido contra su cuello.Él apretó el abrazo, apoyando su rostro en su cabello.—Solo dame un momento… —susurró con voz quebrada—. Lo siento, Eliana… pero necesito sentirte.Eliana cerró los ojos con fuerza. Su corazón latía con violencia, sus emociones chocaban entre sí. Por un instante, permitió que s
Eliana sintió un torbellino de emociones revolviendo su interior. La historia de Samuel la había tomado por sorpresa, dejándola sin palabras. Miró a José Manuel, buscando en su rostro alguna señal de mentira, pero todo en su expresión hablaba de verdad.Su corazón se apretó con fuerza. Samuel… ese niño de sonrisa traviesa y mirada inocente, no era el hijo de Samantha, como siempre había pensado. Era un niño abandonado, un alma inocente que había llegado a la vida de José Manuel en medio de una noche de tormenta.Y él… él lo había elegido.Esa realización la golpeó con una fuerza inesperada. Porque José Manuel, el hombre que una vez le había roto el corazón, había tomado en brazos a un bebé indefenso y había decidido amarlo sin importar nada.Eliana sintió una punzada en el pecho. No era justo. No era justo que el destino le hubiera arrebatado tanto a José Manuel, que lo hubiera empujado a ahogar sus penas en alcohol aquella noche, que lo hubiera puesto frente a una decisión tan grande
Eliana sintió que la ira y el dolor la golpeaban al mismo tiempo. Su cuerpo se tensó, y su respiración se volvió inestable. Miró a José Manuel con los ojos ardiendo en lágrimas contenidas.—Tú también has sido el único hombre en mi vida —susurró con la voz temblorosa, pero llena de verdad—. Siempre lo has sido.José Manuel soltó una carcajada amarga, incrédula.—No mientas, Eliana —dijo con dureza, su mandíbula marcada por la rabia contenida—. Sé que perdiste un hijo… y estoy más que seguro que ese hijo que perdiste era de Isaac.Eliana sintió cómo esas palabras la atravesaban como un cuchillo. Su cuerpo se estremeció, y la furia le nubló la razón.—¿De verdad piensas eso? —preguntó con voz rota, mirándolo con una mezcla de dolor y decepción—. ¿De verdad crees que yo te habría engañado con Isaac?José Manuel desvió la mirada, pero su expresión seguía fría, distante.—¿Qué otra explicación hay? —preguntó con amargura—. Tú perdiste un hijo y yo ni siquiera sabía que estabas embarazada.